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domingo, 24 de abril de 2016

FERIA DE SAN JORGE Un concurso con olor a rastrillo

Queda desierto el premio al toro más bravo en un marasmo de toros feos y Manuel Escribano corta la única oreja. Premiados Iván García por su brega al segundo y Juan José Esquivel por la suerte de varas al cuarto.

 

El último toro, de Los Maños, se arranca de lejos al caballo EFE

Si una corrida concurso queda desierta, como fue el caso de ésta de Zaragoza, es que ha fracasado en su objetivo. Si además con la coartada del torismo se presenta una limpieza de corrales, el certamen de bravura fracasa desde su planteamiento. En su conjunto y casi toro por toro. Olor a rastrillo. El armario ropero de Fuente Ymbro, cornialto y contrahecho, hacía frotarse los ojos al mismísimo SanJorge, de quien toma nombre la miniferia maña de abril. Saltó como quinto al ruedo de La Misericordia, pintado para la ocasión como una pista de atletismo: las marcas de los metros dibujaban las calles de un velódromo. Cinqueño como los cuatro primeros. Todos menos el último, que era de Los Maños. No pasaba ni por cuatreño el simple paletón. Los había cumplido en febrero sin embargo. En la suerte de varas se gastaron (sic) todos los toros. Menos el que menos se empleó: un ensillado, montado y feote ejemplar de Alcurrucén. Se movió en la muleta de Manuel Escribano, que le tapó sus salidas desentendidas con oficio. Lo mató con rectitud. Del embroque salió trompicado del pitonazo. El núñez de los Lozano se quedó con la muleta, afortunadamente, y Escribano pudo pasear sonriente la oreja.

Aquel trofeo sería el único de la tarde.Bueno, más el que le dieron a Iván García por la lidia al buque varado de Cuadri, que se dañó una mano en el último tercio. Paulita ya había quedado compuesto y retratado en las verónica agitanadas. Después Paulita volvió a naufragar con el fuenteymbro con jiba de dromedario.

Otra estatuilla fue para Juan José Esquivel por picar al veletísimo cárdeno de Adolfo. Para picar bien hay que saber montar a caballo como Esquivel. El adolfo se quedó en el peto -cuatro veces fue-, se desfondó, se rajó y no le dio opciones a Rafaelillo. Como tampoco el murube de Bohórquez, que también se agarró al piso. Manuel Escribano se despidió con el toro de la jota, la sardina de Los Maños, que se quiso ir al mar. Y los dos tercios de aficionados que cubrían a salto de mata los tendidos se quedaron esperando a la bravura.

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