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miércoles, 13 de abril de 2016

Histórico indulto al Victorino «Cobradiezmos» en Sevilla


Manuel Escribano y toda la Maestranza perdonan la vida al toro en la Feria de Abril 

Paco Ureña se gana dos orejas del tercero por una faena de mucho gusto


Escribano baja la mano con Cobradiezmos, el toro indultado en Sevilla, número 37, cárdeno, de 562 kilos, que hace surcos en a arena. - RAÚL DOBLADO

ANDRÉS AMORÓSSevilla

Una tarde más se ha añadido a historia de las muchas tardes gloriosas vividas en este coso del Arenal. Ante todo los datos. Por petición unánime, se indulta al cuarto toro de Victorino Martín, “Cobradiezmos”, cárdeno, de 562 kilos, marcado con el número 37, que le ha correspondido a Manuel Escribano. Sucede, en esta Plaza, a “Arrojado”, de Núñez del Cuvillo, indultado por José María Manzanares, y al novillo “Laborioso”, de Albaserrada, que correspondió a Rafael Astola.
Para el tercer toro, “Galapagueño”, se ha pedido la vuelta al ruedo, que, para mí, merecía. El Presidente no la concede pero sí las orejas a Paco Ureña, después de una faena de mucho gusto.

Todos los enfados y aburrimientos acumulados en las anteriores corridas se han esfumado esta tarde, en cuanto ha aparecido la piedra filosofal, que todo lo convierte en oro: el toro bravo. Nada más y nada menos. Ése ha sido siempre el fundamento de la Fiesta y tiene que seguir siéndolo, más allá de los camelos que escuchamos, todas las tardes. Los toreros que se quejan de los toros que les han tocado en desgracia, ¿por qué no se apuntan a hierros como éste? La respuesta es obvia.
En una corrida tan especial, recupero el comentario siguiendo el orden de lidia, como los antiguos revisteros, para reflejar la evolución de la tarde. El primero, recibido con aplausos, flaquea varias veces. En la muleta, es complicado. El diestro lo embarca con buen oficio. Cuando parece que lo tiene dominado, un derrote seco, como una estocada de esgrima, le parte la taleguilla.

El segundo toro embiste de largo al caballo, aguanta bien Francisco José Quinta . Brinda por televisión – me cuentan – a Antonio Ferrera. El toro, encastado, humilla mucho. Morenito logra una serie de derechazos con mucha vibración pero dos inoportunos desarmes enfrían todo. Alarga demasiado el trasteo y escucha un aviso; el toro, una gran ovación.

El tercero se arranca rápido al caballo (es aplaudido Vicente González) y, en banderillas, como un cohete. Brinda Ureña a David Domínguez, que ha sido torero y lo acompaña. En seguida, dibuja muletazos con mucho gusto. (Además de codicia, el toro tiene mucha clase). El diestro logra naturales suaves y una seri ede derechazos de muy alto nivel (ahí ha debido matar). Prolonga algo más, con muletazos desiguales. Mata con decisión: dos orejas. Me comenta Ildefonso: “Por ahora, el mejor toro de la Feria”. Es verdad: no tiene mucha competencia. No sé por qué no concede el Presidente la vuelta al ruedo, que merecía.

Y sale el cuarto. Escribano se va a porta gayola, aguanta mucho, liga verónicas vibrantes. El toro tardea un poco pero empuja en el caballo (también aplauden a Chicharito) y galopa en banderillas: el tercer par, el quiebro de Escribano, saliendo del estribo, resulta impresionante. ¿Logrará el toro igualar al tercero? No: lo supera. Desde el comienzo de la faena de muleta, humilla y repite; regala codicia, clase, fijeza. Escribano no se queda atrás (un toro así descubre a muchos toreros): adelanta el engaño, conduce hasta allá lejos las nobles y encastadas embestidas... La evidencia se impone: es un toro de indulto. Como un aficionado más, saco mi pañuelo, solicitándolo, igual que Fran y Eugenio, mis vecinos. Tarda un poco el presidente pero lo concede: resoplamos, nos llevamos las manos a la cabeza, sonreímos, nos abrazamos... Unos momentos de extraordinaria emoción, que se mantiene cuando Escribano, con las dos orejas simbólicas, saca para que le acompañen, en la vuelta el ruedo, a Victorino Martín hijo y al mayoral. Cuando alguien grita, en el tendido, “¡Viva la Fiesta!”, se nos pone carne de gallina. Y otro resume, en estilo sevillano: “¡Gloria bendita!”

Después de este clímax, estamos todos agotados. El quinto toro es rebrincado. Morenito lo intenta pero sufre otro desarme y el toro se lo echa a los lomos. El sexto se queda muy corto, vuelve rápido. Ureña se justifica pero no redondea. El éxtasis ya ha pasado.

Algo más. Se ha aplaudido a tres picadores. Nadie se ha fijado en el peso de “Cobradiezmos” ni de “Galapagueño”: ¿para qué? Han tenido el mayor tesoro: la casta brava. Así ha sido y, gracias a Dios, así lo hemos vivido.

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