Un caso único en los Anales de la Tauromaquia"Lo mató un toro, pero lo afligió ninguno"Taurologia .comPuede ser el mejor epitafio entre los que se dedicaron a José Gómez "Gallito", a su muerte en Talavera el 16 de mayo de 1920. Cuando se lee la prensa de la época, la dimensión noticiosa de aquella cornada fue enorme, como correspondía al impacto social que tuvo la desaparición del menor de los Gallo. Pero más llamativo resulta que, cuando faltan tan sólo cuatro años para que se cumpla el siglo, la memoria de Joselito siga tan vida entre los aficionados, que cada año se le guarda un minuto de respeto. Este si que es un caso único en toda la historia de la Tauromaquia, el caso de "un hombre cabal", como le gustaba definirlo "Camará", que ha dejado una huella que aún pervive. Como memoria y como ejemplo. |
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Constituye un caso
irrepetible, como la propia singularidad de su protagonista. Y es que se
trata de uhecho único que, cada vez que en el calendario llega el 16 de
mayo, el mundo del toro tenga memoria para Joselito el Gallo, cuando
estamos a cuatros años de que se cumpla el siglo de aquella triste tarde
de Talavera. En los riquísimos Anales de la Tauromaquia no se loca liza
nada que al menos se le aproxime. Aquel del que se había dicho, con la
autoridad de Rafael Guerra, que “para que a Gallito le coja un toro, tendrá que tirarle un cuerno”, yacía muerto en la enfermería.
El “sordao romano”
del que hablan sus detractores pasó aquel 16 de mayo a la Historia y de
ahí no se ha apeado. Pero para dar ese paso, el hijo de la “señá Grabiela”
no necesitaba ni de “Bailaor” ni de Talavera para traspasar las
fronteras del mito; se lo había ganado como fruto de su esfuerzo
personal y torero: a lo largo de 681 festejos mayores, repartidos por
todas las plazas relevantes de la geografía.
Hasta
1917 había venido manteniendo una competencia real con su mejor amigo,
Juan Belmonte, para escribir unas páginas gloriosas de lo que con verdad
se ha conocido
como la Edad de Oro de la Tauromaquia. Tras el año voluntariamente en
blanco del trianero, Juan y José volvieron a coincidir en la temporada
de 1919. Belmonte reapareció con una destreza y una seguridad nueva en
él. Joselito continuó siendo el lidiador consumado, que incluso había
asimilado buena parte de la concepción belmontista del toreo. Un año que
discurrió con la sencilla normalidad que imprimen los genios a su
tarea. Así nos plantamos en el definitivo año de 1920, el año de
Talavera.
Comenzaron
la rivalidad el 5 de abril en Madrid, para coincidir más tarde en
Córdoba, Játiva, Murcia, Andujar, Jerez y Sevilla. Precisamente el 29 de
abril fue la última tarde de Gallito en la Maestranza, toreando mano a
mano con Belmonte, en corrida a beneficio de la Cruz Roja, que presidió
la Reina Victoria Eugenia.
El
mes de mayo lo iniciaron en Bilbao, el día 3, toreando mano a mano. Con
algunas corridas entre medias, el 13 actuó Joselito en Valencia y de
allí se fue a Madrid, para matar con Juan toros de Murubes y Salas la
tarde tan polémica del día 15, una tarde de escándalos, en la que la
Guardia de Seguridad tuvo que llegar a intervenir en los tendidos, ante
el monumental escándalo, al injusto grito de "!qué se vaya!, !que se vaya!”, dirigido a Gallito.
Como se sabe, allí surgió el que luego sería el último diálogo entre Juan y José.
--
Juan, hay que irse de Madrid. El público se ha cansado de nosotros. Que
vengan otros toreros. Esto se está poniendo imposible y es necesario
marcharse.
-- Sí, José, si esto continúa de esta manera, tendremos que marcharnos.
Pero ésta no era solo la impresión de los toreros. El cronista de El Liberal escribía de esta corrida: "El público se ha puesto imposible"[1].
Contaron sus íntimos que aquella
noche José no se encontraba bien. Cenó tan solo una manzanilla. Algunos
admiradores le insistían para que no fuera al día siguiente a Talavera.
Conocido es que Joselito no estaba contratado inicialmente para esta
corrida; fue el propio Gallito el que se ofreció a torear, para echarle
una mano al que hacía de empresario ocasional, Leandro Villar[2].
Luego supo que esta plaza la había inaugurado su padre y le ilusionó
más la idea. Sebastián Miranda escribió en el ABC que a Joselito le
animó también a aceptar esta corrida un hecho significativo: tener
ocupada la fecha, para evitar así un nuevo compromiso en Madrid[3].
Hay
quien opina que “Bailaor”, el toro de la tragedia, era burriciego. El
toro era corto de pitones y escurrido de carnes; de hecho, a la canal no
dio más que 260 kilos. En cualquier caso, era un toro que acusó desde
el comienzo problemas. Cuando José se disponía a montar la muleta,
“Bailaor” se le arrancó de improviso, cogiéndole por el muslo derecho.
Cuando estaba en el aire, hundió su pitón en el bajo vientre. Cuando le
conducían a la enfermería, José pidió a su banderillero El Cuco que
avisaran al Doctor Mascarell. Debieron ser sus últimas palabras, porque
de inmediato le sobrevino un colapso, del que ya no se recuperó[4].
El parte médico decía escuetamente: "El
diestro José Gómez Ortega "Joselito" presenta herida por asta de toro
en la región inguinal derecha, con salida de intestinos y vejiga y
hemorragia interna. Pronóstico, gravísimo. Otra herida leve en el muslo
derecho".
El
conde de Heredia Spínola, en nombre del Rey, y el Presidente del
Gobierno, don Eduardo Dato, fueron de los primeros en manifestar su
pesar a la familia. El traslado de los restos mortales de Joselito a
Sevilla fue un clamor de luto: en todas las estaciones del trayecto hubo
de parar el tren, ante el número de aficionados que se había congregado
en cada una de ellas[6].
Sevilla
le recibió como no podía ser de otra manera: con crespones negros en
las columnas de la Alameda de Hércules y su Virgen Macarena vestida de
luto, mientras las campanas de la Catedral tañían su llanto. A las 2,35
de la tarde del 19 de mayo, los restos de Gallito recibieron sepultura,
con la presencia tan solo de su familia, en el nicho número 6 de la
calle Virgen María, sobre el que años más tarde Mariano Benlliure
levantaría su colosal grupo escultórico.
A
las 10 y media de la mañana del día 21 se celebraron los funerales
solemnes en la Catedral de Sevilla, rompiendo así una tradición, dado
que el templo catedralicio tan solo se había abierto a funerales de
quienes eran canónigos, grandes de España, ministros de la Corona,
Príncipes o Reyes. Pero se abrió para José, y se usaron a mayor
solemnidad los ornamentos guardados para el Viernes Santo, mientras se
cantaba la gran Misa de Eslava. Fue una decisión catedralicia que
provocó mucho malestar y suspicacia en la aristocracia sevillana, que
llegó a ser tensa.
En
respuesta a estas reacciones el escritor y canónigo Juan Francisco
Muñoz y Pavón publicó dos extraordinarios artículos en El Correo de
Andalucía, en los que se pronuncia rotundo acerca del por qué había que
romper esta tradición. El eco de estos artículos motivó que se le
tributara un homenaje a su autor. Fruto de aquel homenaje fue el regalo
que se le hizo de una pluma de oro, que desde 1921 luce cada Madrugada
la Esperanza Macarena prendida a su saya cuando sale a encontrarse con
el pueblo de Sevilla.
Precisamente
en el dia de San Isidro, Nicolás Salas, un periodista muy buen
conocedor de la historia de Sevilla, ha escrito un artículo
interesantísimo en “El Correo de Andalucía”, donde narra con todo
detalle este episodio, incluidos los textos magistrales de Muñoz y Pabón[5]. En unos de sus párrafos escribía: ”sin
esas prodigalidades chocarreras ni esos rumbos chabacanos de los
toreros del antiguo Régimen, Joselito contribuyó como un Príncipe a todo
lo noble, a todo lo grande, a todo lo santo que se proyectó en Sevilla”.
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[1] En aquella crónica, el revistero de “El Liberal” escribía en el número del 16 de mayo: “Los
escándalos de esta tarde en la plaza de toros de Madrid han sido como
jamás se conocieron. (…) En los tendidos hubo durante toda la tarde
altercados y broncas”. Unos incidentes que habían comenzado por la presentación del ganado a lidiar.
[2]
En la edición de “Los Domingos de ABC” del 30 de septiembre de 1970,
Julio Iñazo pormenoriza todos los detalles acerca de este ofrecimiento
de Joselito para torear en Talavera. En realidad, lo acordado con la
empresa era que la corrida la matara Rafael El Gallo y para asumir el
posible riesgo económico se hizo cargo de la Empresa para ese día
Leandro Villar. Cuando se lo comentó a Gallito, del que era amigo,
surgió el ofrecimiento para actuar en Talavera.
[3] ABC, 16 de junio de 1970.
[4]
Gregorio Corrochano, que fue el único periodista que presenció la
trágica tard del 16 de mayo, contó en los días posteriores en las
páginas de ABC todos los detalles del festejo, como luego recogió en
varios de sus libros.
[5] Nicolás Salas. “La pluma de oro que luce la Virgen Macarena”. El Correo de Andalucía, 15 de mayo de 2016.
[6]
De la dimensión del enorme eco social que tuvo la muerte de Joselito
puede ser un exponente una anécdota marginal. Por entonces, la prensa
diaria no se publicaba los lunes, cediendo su lugar a las ya
desaparecidas “Hojas del Lunes”. Pero el 17 de mayo de 1920 el diario
madrileño “El Liberal” se saltó esta norma y sacó a la calle una edición
dedicada a la tragedia de Talavera, que distribuyó de forma gratuita
por Madrid. La reacción de sus competidores fue inmediata. Y así, en
“Heraldo de Madrid”, se publicó una nota editorial que decía:
El número ESPECIAL de "El Liberal
Este diario no ha respetado la Ley del Descanso dominical, y madrugó adelantándose á todos y saltándolo todo, repartiendo una hoja gratis que contenía los detalles relacionados con la cogida y muerte de Joselito. Entendemos que el señor ministro de la Gobernación intervendrá en este asunto. |
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