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viernes, 6 de mayo de 2016

Las Ventas: la Moncloa del toreo


José Antonio Martínez Uranga y su hijo Manuel analizan San Isidro, «que tendrá diez o doce carteles de No hay billetes» 


José Antonio Martínez Uranga y Manuel Martínez Erice, en Las Ventas - Maya Balanyá
 
ROSARIO PÉREZ - CharoABCTorosMadrid

Madrid es un tablero de ajedrez donde cada pieza se mueve entre el arte y el cálculo. «La estrategia es esencial». Palabra de José Antonio Martínez Uranga, empresario de Las Ventas, La Moncloa de la Fiesta. En su despacho de Alcalá 237, se fraguan los destinos de la primera plaza del mundo, el «palacio» del que dependen el presente y el futuro. Su primera frase es de optimismo: «Pinta muy bien este San Isidro. Se va a acabar el papel en diez o doce carteles, algo no visto. Por ejemplo, el 13, el 15, el 18, el 20, el 25, la Beneficencia... Esto es buenísimo, y no lo digo en plan egoísta como empresa para ganar dinero, sino buenísimo para la Fiesta».

Al otro lado del incremento de carteles de «No hay billetes», se encuentra el descenso de abonados, más de cuatro mil en la última década. ¿A qué lo achaca? «Es muy difícil ir a los toros tantos días seguidos y se opta por comprar entradas sueltas». Se incorpora a la conversación su hijo Manuel Martínez Erice: «Es un logro haber creado una Feria de 31 tardes seguidas bajo la marca San Isidro, con una media de 20.000 espectadores. Pero la gente ha cambiado sus costumbres y no se abona tanto, sino que selecciona. Hay carteles con un tirón espectacular y otros, en cambio, que atraen a mucha menos gente».

–¿Entonces, en ferias largas, las figuras no venden abonos sino entradas? 

–Erice. En Madrid y en Sevilla han vendido entradas. José Tomás sí vende abonos: en Jerez ha abonado toda la plaza.

–Uranga. En una feria de 31 días no creo que subiese mucho el número. Además, como él es más listo, si torease, sería fuera de abono.

–¿Algún cartel llenaría el Bernabéu?

–Uranga. Eso no lo sé, pero sí sé que el Bernabéu no podría llenar 31 días seguidos ni jugando contra el Barcelona.

–Erice. Dos plazas sí llenarían muchos.

Martínez Uranga, don José Antonio Chopera en el mundo del toro, se siente orgulloso de la Feria. ¿De notable? «¡Para mí es de matrícula!», dice. Y explica que este año «ningún torero nos lo puso díficil a la hora de contratarlo, porque Morante tomó una decisión de no venir que es respetable». Sebastián Castella, torero triunfador del pasado San Isidro y figura de la casa, hace la apuesta mayúscula con un trébol de cuatro fechas. «Para mí lo perfecto eran las de Cuvillo, Alcurrucén y la Beneficencia, con los jóvenes y las figuras, pero estaba muy agradecido a Madrid y ha querido hacer un gesto matando una cuarta, la de Adolfo», explica el hijo.

–¿Es fácil hallar el equilibrio entre eso que algunos llaman torismo y torerismo?

–Erice. Desde el punto de vista empresarial, sí. En San Isidro hay un equilibrio, hay catorce encastes diferentes, está toda la cabaña brava. Pero en el tendido hay algunos muy intransigentes, para los que solo hay un tipo de Fiesta. Leí una entrevista a El Juli en la que decía que muchas corridas que mata él, si tuviesen el hierro de las duras, volverían locos a algunos que hoy las detestan.
–Además de grande, ¿es una gran plaza?

–Uranga. Sí, no digo los del lleno absoluto, pero los tres o cuatro mil que no se pierden ni una son muy buenos aficionados.

–¿Son partidarios de Las Ventas como plaza de temporada?

–Uranga. Por supuesto. Es imprescindible, aunque los festejos fuera de feria generan pérdidas.

Hemos hecho pruebas de noche, con abuelos y niños gratis... Hay que encontrar la fórmula, tal vez dejar huecos y repetir a los triunfadores como hacía Balañá en la época de Chamaco, aunque aquí nos ha pasado que hemos querido repetir a un chaval que ha estado bien y nos ha soltado: «Mejor no, que quiero rentabilizar la vuelta al ruedo». De todos modos, como dice José Luis Lozano, en Madrid, en agosto, no te puedes ni morir, porque no hay quien te entierre.

Durante la conversación, en taquilla no cesan las peticiones para reservar entradas. En contraste con la bajada de abonos, se alza un tendido con 532 jóvenes menores de 25 años. «Por 105 euros se ven toda la temporada. Cada festejo les cuesta 1,69 euros». Menos que una cocacola o una almohadilla, una gran iniciativa para atraer a la juventud. «Ha sido un éxito y nuestro objetivo es captar más».

 «Enorme ilusión» despierta en Martínez Uranga la ola de toreros nuevos. «Era necesaria esta irrupción. Me apetece mucho ver a jóvenes como Roca Rey con el toro de Madrid. El secreto es que se lo pasan muy cerca».

–Algo superior a ser empresario de Las Ventas?

–Uranga. Para mí, no. Es el sueño dorado de cualquiera. ¿Hay algo más grande para un torero que salir a hombros aquí? Ser empresario sería el equivalente, un hito grande.

–¿Hay que venir rico o se hace uno rico aquí?

–Uranga. Ni vine rico ni me he hecho rico. Madrid no es dinero; lógicamente, no hemos perdido, pero hay plazas más rentables. Madrid es satisfacción personal. Abrir la plaza cuesta más de 60.000 euros y en una novillada se pueden perder más de 70.000. La plaza llena afora casi 600.000 euros, pero en carteles de figuras se pierde. Además, hay que quitarle el 21 por ciento que va a Hacienda. La contrarréplica es: ¿y cuando vienen los otros? Sumando todos los números, claro que salen las cuentas y se gana un dinero.

–¿Estar en la «presidencia» del toreo sirve para abrirse otras vías de negocio?

–Erice. Todo el mundo me decía: «Ya verás todos los contactos que vas a hacer, conocerás a los principales empresarios, financieros...» Y es lícito, pero nosotros no somos de hacer relaciones públicas; nos hemos dedicado solo a los toros.

–Uranga. Cuando cogimos Madrid, yo era empresario de varias plazas buenas, pero me comprometí a dedicarme exclusivamente a esta y a dejar las que tenía a medida que se acabasen los contratos. Y así lo he hecho.

–¿Se sienten queridos por la afición?

–Uranga. Totalmente, habrá dos de los veinte mil que no sean nuestros...

–Erice. Hablando en serio –«oye, hijo, que yo hablo en serio», entra el presidente–, hay alguno al que le podrás parecer malo, pero si hiciésemos una encuesta entre la afición, un porcentaje muy alto no estaría descontento.

–¿El poder genera enemigos?

–Uranga. No, al menos por nuestra parte. Yo me llevo bien con todo el mundo. Si hay alguno al que le caiga fatal, que lo diga.

La pregunta surge mientras los empresarios analizan la mejor jugada en una partida ajedrecística «sui generis». Martínez Uranga, uno de los taurinos más inteligentes, plantea cada «jugada» con espontaneidad, sentido del humor y fina ironía. Asegura que de los errores se aprende: «Vas corrigiendo hasta que llegas casi a la perfección», espeta entre risas. «Hemos hecho muchísimas cosas y hemos ido mejorando –continúa el hijo–. Esto no es la época anterior, que era un gran negocio; ahora te obliga a estrujarte más el cerebro e inventar cosas nuevas para atraer a la gente, como la sala Alcalá, el tendido 11...» Martínez Erice, del que los profesionales coinciden en señalar que es «el empresario más noble», reflexiona cada respuesta. «Me halaga que me digan que soy buena persona». «Demasiado –replica el padre–. Yo le digo: eres tan bueno que el día que casques irán detrás del féretro miles de personas; el día que yo casque no irá nadie, pero tus niños no vivirán de los que van detrás del féretro. No digo que haya que ser malo, pero a veces ser un poco peor es más rentable». Manuel parece seguir la filosofía de Anand, campeón de ajedrez: «No hace falta ser mala persona para meter presión sobre el tablero». «Tengo fama –cuenta– de que nunca digo que no, y no es verdad, porque el que dice que no a los que no torean soy yo, aunque me duela y lo pase mal. Escucho historias muy duras».

A escasos metros de la Capital del Toro, cuelga un cartel de «Capital Animal». «Estoy convencido de que los aficionados y los toreros somos tan animalistas como los que más. Los taurinos somos superamantes de los animales. Una persona que desea la muerte a otra no puede dar lecciones de moral», dice Erice. Al hilo, Uranga recuerda el reciente indulto de un victorino: «Ese toro, quizá el mejor que he visto en mi vida, y he visto unos cuantos, me emocionó. Y su llegada al campo, con esa sensación de paz y nobleza que transmitía... Eso un antitaurino no puede sentirlo».

–¿Y los ataques políticos?

–Erice. Siempre me ha llamado la atención que, si los políticos quieren votos, se permitan con esa ligereza renunciar a tanto votante. Yo, desde luego, nunca votaré a un partido que se declare antitaurino, aunque el resto de su programa sea el mejor del mundo.

–Uranga. Hemos hablado de lo que se da de canon a la Comunidad (48 millones en los doce años), pero es que lo que genera de IVA al Estado es muchísimo más. Y jamás hemos recibido un euro de subvención.

Martínez Uranga cierra la partida contando una anécdota al hijo. «El otro día me dijo tu madre, que es muy solidaria y de caridades: “Este año no voy a dar un duro ni a Cáritas ni a la Cruz Roja”.

 Le pregunto: “¿Por qué?” “Han dicho que no quieren dinero que venga de festivales taurinos”. El hijo: «Ah, pues me parece muy coherente mamá, porque el dinero que saca de su bolsillo para dárselo a Cáritas es del toro. ¿Cómo pueden anteponer el bienestar del animal al de la persona?» La absurdidad (in)humana de los mal llamados defensores de los animales no conoce límites.

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