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domingo, 1 de mayo de 2016

Silva se corta con la espada al entrar a matar en Las Ventas


Sufrió sección completa de un tendón con el primero de una encastada novillada de Mayalde 


Miguel Ángel Silva, en el momento del percance - J. Pelegrín

ANDRÉS AMORÓSMadrid

Un primero de mayo, pero de 1992, murió en la Plaza de Sevilla Manuel Montoliu, gran torero y gran persona. El pasado día 25, después de una manifestación catalanista, apareció embadurnada de pintura roja, como si fuera sangre, su estatua, a la puerta de la Plaza de Valencia. Una «hazaña» antitaurina más.

Este primero de mayo, comienza la miniferia de la Comunidad: una novillada y una corrida. Después, sólo tres días de descanso y 31 festejos taurinos seguidos, del 6 de mayo al 6 de junio. Por Las Ventas pasarán cerca de ochocientas mil personas: ya pueden seguir diciendo los antitaurinos que la Fiesta no interesa a nadie...

La nota triste de la tarde es el percance de Miguel Ángel Silva, al entrar a matar al primero: se corta con la espada y sufre una «herida incisa en la región dorsal del primer dedo de la mano derecha, con sección completa del tendón extensor» y otra herida, en el segundo dedo de la misma mano, de pronóstico menos grave. Ha sido operado en la Plaza y pasa al Hospital de San Francisco de Asís.

Los novillos del Conde de Mayalde han tenido casta y movilidad; alguno ha flaqueado; el primero ha sido aplaudido; los dos últimos, bruscos. Los tres novilleros no han logrado resolver los problemas y han manejado mal los aceros. Su atenuante, el viento, que, como tantas tardes, ha dificultado enormemente la lidia. ¿Se hará algo, alguna vez, para paliar esto?

Miguel Ángel Silva, de Zafra, sufrió un gravísimo percance cuando todavía toreaba sin caballos. (Proclama deberle la vida a Antonio Ferrera, que taponó la herida con la mano). El primer novillo intenta saltar pero embiste con clase. El diestro luce buenas maneras; lo mejor, las lentas verónicas de recibo. Luego, se pasa de faena, el novillo no cuadra, se corta con la espada y pasa un calvario para matarlo.

Un vendaval

El rubio francés Clemente, de Burdeos, llamó la atención desde sus comienzos por su naturalidad y cierto aroma clásico. El segundo novillo repite pero flaquea; entre eso y el viento, no se acopla. Mata dejando el brazo atrás. En el cuarto, arrecia el vendaval. Logra algunos muletazos suaves, con gusto, pero sin el necesario mando. El sexto entra tres veces al caballo, derriba, embiste con cierta brusquedad. En este novillo, más complicado, está mejor que en los otros pero no es suficiente para calentar el gélido ambiente. Logra la única estocada de la tarde. No ha dado el paso adelante que necesita.

Debuta Álvaro García, de San Sebastián de los Reyes, muy arropado por sus partidarios. En el tercero, la faena es desigual, con enganchones. Mata mal y está al borde del tercer aviso. En el quinto, aguanta arreones con cierto oficio. Poco más se puede decir de una tarde de viento, frío invernal y silencios.

Postdata. Tal día como hoy, pero de 1954, Jean Cocteau, que asistía a la corrida en Sevilla, recibió el brindis de Dámaso Gómez. De esa impresión surgió su libro «La corrida del 1 de mayo», que incluye líricos elogios de Manolete, García Lorca y de la nación española: «Sería completamente ridículo considerar a España como un lugar poético y pintoresco. No es lo uno ni lo otro. Es mucho más. Es un poeta».

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