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viernes, 3 de junio de 2016

Brindis por Victorino en San Isidro

Se ovaciona a dos buenos toros en la jornada del homenaje al ganadero
El Cid, con el tercer toro, Garrochista de nombre
El Cid, con el tercer toro, Garrochista de nombre - Paloma Aguilar
ANDRÉS AMORÓSMadrid

Por la mañana, se descubre un azulejo, en el interior de la Puerta Grande de Las Ventas, en honor de Victorino Martín, que cumple este año sus bodas de oro como ganadero. En una Tercera de ABC, Gonzalo Santonja recuerda lo que ha supuesto su labor para evitar que desapareciera un patrimonio ecológico de primer orden y evoca nombres de toros suyos que los aficionados guardan en la memoria del corazón. 
Este inteligentísimo «paleto» apostó decididamente por un toro fiero, poderoso, encastado, cuya lidia suscita auténtica emoción; es decir, por la raíz más clásica de la Tauromaquia. Por eso le debemos tanto respeto y agradecimiento los aficionados, en una época en la que muchos ganaderos, para mantener la rentabilidad de su negocio, se han plegado a los deseos de los diestros y han rebajado esa casta y esa fiereza.
Por la tarde, los toros de Victorino Martín suponen el gran aliciente de un cartel que, una vez más, hace que se coloque el cartel de «No hay billetes». (Eso sucede por séptima vez, en esta Feria: ¿quién dice que los toros ya no atraen al público?). Un aficionado norteamericano, que ha venido a San Isidro con su grupo de amigos del Club Taurino de Nueva York me dice –con la hermosa universalidad del lenguaje taurino– que la corrida de Victorino «es una tía», muy seria, que impone respeto. El juego es dispar: destacan los excelentes tercero y quinto, muy aplaudidos; en el polo puesto, la alimaña primera. No está mal pero tampoco ha sido la apoteosis que hubiera rematado este homenaje.
El primero sale rebrincado, con la cara alta. En banderillas, «se hace el amo de la pista», como el ciclista que tomaba Cola-Cao. La lidia es muy mala. Uceda Leal se dobla, es desarmado y corta por lo sano: ¡a matar! La bronca es «de las de antes». El cuarto, levantado de pitones, muy bonito, flaquea un poco, se deja: es más cómodo que el otro pero tiene menos emoción. Uceda traza algunos aceptables derechazos pero no logra que olviden el enfado anterior y vuelve a fallar con los aceros. Una mala tarde.
El segundo, encastado, vuelve rápido, es pegajoso. Abellán muestra su buena disposición en los lances iniciales; con la muleta, sufre una zancadilla y un palotazo, en la cara. El toro vuelve como una centella, agobia al diestro, no le deja ni respirar, al final de cada serie. Mata a la tercera, entrando de lejos (un vicio muy actual: haciéndolo así, da tiempo a que el toro levante la cabeza). El quinto sale codicioso, humilla y va largo. Miguel lo lidia con el capote y brinda al público: logra engancharlo y ligar buenos derechazos. Tarda en coger la izquierda: consigue algún natural largo, mandón, pero la faena queda a medias y, al volver a pinchar, es el toro el que se lleva la ovación.
Codicioso
Al Cid le toca el mejor toro, el tercero, que va largo y humilla, embiste de lejos al caballo de Juan Bernal, que se luce. ¡Qué hermosa es la suerte de varas, las pocas veces que se realiza bien, con un toro que galopa! Pitan algunos que no se vea más la bravura del toro, en un tercer puyazo. Brinda El Cid a Victorino Martín padre: ¡cuántos recuerdos de tardes triunfales, en Las Ventas! El toro es tan bueno como aquellos: es codicioso, se come la muleta. Pero el tiempo ha pasado para El Cid: luce su buen estilo en series cortas, molesto por el viento; dibuja algunos naturales con un toro que hace el avión. La estocada caída tiene efectos rápidos. Todo queda en una petición escasa y saludos; hace algunos años, a este toro, El Cid le hubiera cortado las orejas. El sexto es andarín, incierto, corta en banderillas. Cuando el diestro se confía, alarga las embestidas en algunos buenos naturales pero el toro se le queda debajo y se libra por poco del percance. Muestra Manuel su voluntad aguantando algunos parones y mata de estocada desprendida, a cambio de un pitonazo en la barbilla.
El brindis del Cid resume lo esencial de la tarde. Me uno a él: es el homenaje a un gran ganadero, que apostó por el toro encastado, como base de la Fiesta. El tiempo le sigue dando la razón.

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