El 7 de junio se cumplen 125 años de su nacimiento Polifacético como ninguno, torero reconocido dentro y fuera de los ruedos, el próximo 7 de junio se cumplirán 125 años de su nacimiento en el barrio de San Lorenzo, de Sevilla. Se trata de Ignacio Sánchez Mejías, una personalidad el todo singular, hecha a sí mismo y que conoció en vida el éxito. En el fondo, la tarde de Manzanares, dentro de su trayectoria vital, ocupa el lugar propio de un dramático accidente en el camino, porque no necesitaba de ella para entrar en los Anales de la Tauromaquia. Mecenas y amigo de la intelectualidad de su época, conferenciante ilustre, autor de teatro… pero, sobre todo, vocacionalmente torero, nacido y crecido a la vera de Joselito. |
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El inmediato 6 de junio se cumplirán 125
años desde que vino al mundo en la ciudad de Sevilla un chiquillo que,
con el transcurrir del tiempo, sería uno de los toreros fundamentales de
su época, así como también pieza clave de la intelectualidad de los
años 20 y 30 del pasado siglo. Se trata de Ignacio Sánchez Mejías
que, más allá de su brillante paso por los ruedos, introdujo de lleno a
la Tauromaquia, si por entonces aún no se hallaba allí ubicada, dentro
del ámbito de la cultura. Su trágica muerte en Manzanares y la posterior publicación por parte de Federico García Lorca de su obra “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, terminaron por convertir al diestro hispalense en un auténtico mito.
El 6 de junio de 1891 nacía en el domicilio familiar de la sevillana calle de la Palma (hoy Jesús del Gran Poder) Ignacio Sánchez Mejías.
Tras cursar estudios en el Colegio de los Padres Escolapios, ingresó
después en el Instituto de Segunda Enseñanza. Su padre, médico-cirujano,
pensaba orientar la vida profesional de Ignacio hacia esa disciplina pero el joven ya comenzaba a sentirse atraído por el mundo de los toros. En esos años conoció a José Gómez Ortega, quien desde ese preciso instante hasta el fatal 16 de mayo de 1920 e incluso con posterioridad marcó su existencia.
Los imberbes aspirantes iniciaron sus aventuras taurinas en “El Lavadero”, la huerta que los padres de Ignacio tenían en las proximidades del río. Sánchez Mejías quería seguir avanzando en su aprendizaje, por lo que en 1909 marchó a México junto a Enrique Ortega “El Cuco” (primo de los Gallos), embarcándose ambos en el transatlántico “Manuel Calvo”.
Tras una travesía plagada de avatares, al octavo día de viaje arriban
al puerto de Nueva York. Una vez allí contactan con Aurelio, hermano del
incipiente diestro, que gestiona su traslado a Veracruz. La presencia
del sevillano en la plaza de Morelia se hace casi habitual, gracias a la
amistad con el empresario del coso, Ramón López.
En tierras mexicanas también conoció al espada cordobés Fermín Muñoz “Corchaíto”, regresando con él a España y actuando a sus órdenes como subalterno durante la temporada de 1911. Encontrándose, de nuevo, en suelo azteca participa en una corrida mixta en el recinto taurino de la capital del país el 12 de marzo de 1913. En dicho festejo, Sánchez Mejías estoqueó dos novillos, alternando con el matador Manuel González Buzón “Rerre” que pasaportó cuatro reses. Al torear otra vez en las plazas españolas, se integró como peón en las cuadrillas de “Cocherito de Bilbao” y “Machaquito”, si bien el 7 de septiembre se presentó como novillero en Madrid. Aquel día compartió cartel con Matías Lara “Larita” y Luis Suárez “Magritas” ante ejemplares de Fernando Villalón, destacando por su enorme valor y a la hora de colocar las banderillas.
En la campaña de 1914 hizo el paseíllo en plazas tan relevantes como Valencia, Barcelona o Córdoba, donde el 31 de mayo logró un importante éxito en la lidia de astados de Miura. El 21 de junio siguiente debutó en la Maestranza de Sevilla, enfrentándose a animales de Carvajal en compañía de un diestro que entonces disfrutaba de un gran ambiente en la ciudad de la Giralda, como era José García “Alcalareño”. Ignacio
volvió a dejar constancia de su facilidad y de su valentía con los
palitroques aunque tal arrojo le costó una grave cornada en el muslo
derecho. Vistió, nuevamente, el traje de luces el 25 de julio en Córdoba.
A partir de la temporada de 1915 hay un paréntesis en la carrera como primer espada de Sánchez Mejías, puesto que actuará como subalterno en las filas de Juan Belmonte, Rafael el Gallo y “Joselito”. Su labor tanto con el capote como con los rehiletes era muy apreciada, por lo que siempre gozó de fama y prestigio.
El 27 de diciembre de 1915 contrajo matrimonio con Dolores Gómez Ortega, hermana menor del “Divino Calvo” y de “Gallito”. De esta unión nacerían sus dos hijos: José Ignacio y María Teresa. Cuando ya pocos aficionados lo esperaban, el 18 de agosto de 1918
se anuncia otra vez como novillero. El coso elegido fue la Monumental
sevillana, que se había inaugurado tan sólo dos meses antes. Las
sensaciones que dejó fueron excelentes, toreando nueve festejos más
hasta la conclusión de la campaña y perdiendo alguno que otro a causa de
un percance sufrido en Écija el 22 de septiembre.
La anhelada alternativa llegó, por fin, el 16 de marzo de 1919 en la Monumental de Barcelona, cediéndole su cuñado José la muerte de “Buñolero”, perteneciente a la ganadería de los Herederos de Vicente Martínez, completando la terna Juan Belmonte.
El interés por presenciar el espectáculo era muy grande, ya que a pesar
de la huelga general convocada por las organizaciones
anarcosindicalistas que había dejado la ciudad sin circulación de
tranvías, la plaza se llenó.
Sánchez Mejías
evidenció, sobre todo, un gran conocimiento de las reses y una depurada
técnica para sacarles todo lo positivo. La fulminante estocada que le
recetó a “Buñolero” le posibilitó pasear su primera oreja como matador. Al sexto de la función le colocaron los garapullos entre “Gallito”
y el nuevo doctor en tauromaquia, ejecutando éste posteriormente una
faena lucida donde sobresalieron los naturales y los adornos variados en
la parte final de la misma. Después de liquidar al cornúpeta de los
hijos de Vicente Martínez de pinchazo, estocada corta y descabello, fue aclamado por el público, que acabó por llevárselo en volandas.
En la Monumental hispalense durante la Feria de Abril también tuvo una actuación de alta nota frente a ejemplares de Pablo Romero. Al terminar aquel año, había hecho un total de 50 paseíllos, no pudiendo torear en otras cuarenta ocasiones por distintos accidentes. El afamado crítico Don Ventura efectúa en el Anuario Taurino correspondiente a 1919 un estudio exhaustivo acerca de las aportaciones de Sánchez Mejías,
afirmando que lo principal era, sin duda, la creación del peligro. Las
tardes en las que la emoción estaba ausente, él la buscaba por medio del
riesgo extremo.
Por varias razones, la temporada de 1920 iba a quedar grabada en la trayectoria de Ignacio. De un lado debutó en la Maestranza el Domingo de Resurrección, 4 de abril,
cortando su primer apéndice en dicho coso. Al día siguiente, afrontaba
el compromiso de la confirmación de su doctorado en Madrid, en la que
estaba señalada como Corrida de Beneficencia. Figuraba como padrino, al
igual que el día de su alternativa, “Gallito”. También en esta oportunidad Juan Belmonte formaba parte del cartel, rematándolo “Varelito” frente a astados de la misma vacada que puso la materia prima en aquella jornada. La res de la ceremonia llevaba por nombre “Presumido”,
y era berrendo en negro y capirote. Con el percal y las banderillas
entusiasmó a la concurrencia, manteniendo el nivel en la faena de
muleta, que inició, como tantas otras veces, con pases sentado en el
estribo. El fallo con los aceros dejó su premio en una vuelta al ruedo.
Antes de la cita de Talavera, reseñar un importante triunfo en Barcelona con toros de Palha,
subrayándose en las distintas crónicas el valor temerario del diestro
nacido en Sevilla. Tras comparecer el día de San Isidro en el coso
capitalino, acude el 16 de mayo a la ciudad toledana para lidiar, en mano a mano, animales de la Viuda de Ortega junto a “Joselito”. En un principio, el diestro de Gelves no aparecía en el cartel original que había configurado Venancio Ortega. Éste contrató a Sánchez Mejías, incorporando después a Rafael “El Gallo” y a “Larita”,
pero más tarde un cambio en la organización de la corrida llevó a que
fueran los dos cuñados los que pisaran la arena del coso de Talavera. Ignacio, encargado finalmente de pasaportar a “Bailaor”,
vivió de primera mano todos los acontecimientos acaecidos aquella
fatídica primavera, desde la escalofriante cogida hasta el traslado a la
ciudad de la Giralda de los restos mortales de “Gallito”. Sobreponiéndose a la situación, reanudó su campaña en la feria de Córdoba.
El 28 de mayo
en la corrida que tuvo lugar en Madrid a beneficio de la Asociación de
Toreros, el matador hispalense estuvo valiente y entregado como era
normal en él pero con menos efectismos que otros días, afectado aún por
el fallecimiento de José. En la plaza de Santander frente a un cornúpeta de Pablo Romero,
protagonizó un espléndido segundo tercio, prendiendo cuatro soberbios
pares de rehiletes en el morrillo del burel de la divisa sevillana.
Resaltar, por último, la magnífica actuación de Sánchez Mejías en Salamanca en el ciclo septembrino de ese año, imponiéndose a las reses y al resto de los espadas a base de valor.
El periodista del diario ABC Gregorio Corrochano declara acerca de una de las corridas del mencionado serial castellano, que Ignacio “tiene muchos defectos, pero los disimula con el valor”, y concluye “le falta gracia, pero le sobra valentía”. Más de cien paseíllos tenía firmados esa temporada que, sin embargo, no pudo cumplir al resultar herido en Bilbao y Murcia.
Finiquitada la campaña española marchó a México, presentándose en la plaza “El Toreo” el 12 de diciembre. El informador de Sol y Sombra
destaca de su labor la ejecución casi perfecta de las distintas suertes
de banderillas y la proximidad a los pitones en la faena de muleta. El
público, enardecido, se lo llevó a hombros hasta el hotel. Sus éxitos
fueron continuos durante aquel invierno en los diferentes cosos
mexicanos donde se contrató, compitiendo en bastantes de ellos con Rodolfo Gaona. La postrera función en el país azteca tuvo por escenario el recinto taurino de Puebla el 5 de mayo de 1921.
Hasta
mediados de julio no se hace presente en los ruedos peninsulares a
causa de unas fiebres gástricas que le aquejaban desde su estancia en
América. A partir de entonces cuaja una importante campaña,
sobresaliendo sus triunfos en Barcelona y Madrid, éste ante un ejemplar
de Natera. El excelente cartel que había dejado en México, le
facilitó sumar un total de diecinueve corridas entre noviembre y marzo
del siguiente año. La mayoría de las tardes salió vencedor del envite
que suponía rivalizar con la pléyade de toreros que en aquellas fechas
recorrían las distintas plazas aztecas, tanto nacionales --Gaona, Luis Freg, Vicente Segura…) como de la madre patria (Dominguín padre, Juan Belmonte…--. La cruz de la Fiesta también la sufrió Sánchez Mejías en el transcurso de estos meses en suelo americano, siendo corneado de cierta gravedad en un par de oportunidades.
Hasta
siete jornadas consecutivas se acarteló en la Feria de Julio de
Valencia, con un resultado magnífico en todas ellas. Cabe citar con
especial énfasis el quehacer desarrollado frente a los astados de Santa Coloma el día 25,
señalándose en los medios consultados el dominio que ejercía sobre las
acciones realizadas a los animales, incluso manejando la espada, que en
épocas pasadas había sido su punto débil. Tanto es así que el cronista
de La Corrida se congratula de haber visto “por fin matar un toro de verdad con estilo y valor”. Tras lidiar y estoquear con acierto siete cornúpetas el 22 de octubre en Ávila, decide retirarse temporalmente. Cuarenta y tres festejos toreó aquel distante 1922.
Poco tiempo puede soportar Ignacio el alejamiento de los públicos, puesto que el 29 de junio de 1924
vuelve a enfundarse el traje de luces en el coso de Alicante. Este fue
el punto de partida de una temporada repleta de éxitos, encontrándose el
torero con ilusiones renovadas y conservando el afán de superación que
tuvo desde sus comienzos. Faenas destacadas fueron las firmadas en
Valencia, Barcelona o Zaragoza, demostrando que no había perdido ni un
ápice de su valor. Cuarenta y dos espectáculos toreó en 1924,
quedándose fuera de la próxima edición de la Feria de Abril por el
enfrentamiento existente entre la Asociación de Matadores, cuya
presidencia era ocupada por Ignacio y la Unión de Empresarios,
que agrupaba a los gestores de las principales plazas del país. Sin
embrago, el diestro hispalense fue uno de los nombres propios de ese
ciclo en el coso del Baratillo, pues el día 21 saltó al redondel
desde una barrera y, con la americana color café abrochada y el sombrero
de ala ancha bien encajado, colocó tres sublimes pares de garapullos al
ejemplar de Santa Coloma. Martín Agüero, matador de
turno, le brindó la muerte del toro a quien se había llevado las mayores
ovaciones de la función, dando posteriormente ambos diestros la vuelta
al ruedo.
El eminente intelectual José María de Cossío publicó en Sol y Sombra su valoración personal sobre el espada, distinguiendo entre el gran abanico de cualidades que poseía Sánchez Mejías
su consabido arrojo, además de una personalidad muy acusada y un
tremendo amor propio. Para finalizar su comentario sentencia: “para
mí no admite discusión que en la línea de toreros dominadores y largos
ha de reservarle la historia lugar bien destacado y elevadísimo”.
A
pesar de la aludida enemistad creada con los empresarios, el torero
sevillano se anunció en sesenta y dos festejos durante la temporada
española de 1925, siendo herido por un burel de Miura en Burgos el 29 de junio. Después de este contratiempo, regresó a la actividad el 10 de julio en Madrid en la corrida de la Cruz Roja, paseando un trofeo. El 9 de agosto en Santander cosechó un éxito clamoroso frente a cornúpetas de Saltillo, sobresaliendo su toreo por naturales, ligados y templados.
El
dato curioso de este año es que el mismo diestro realiza las crónicas
de sus distintas intervenciones en los ruedos, que seguidamente eran
editadas por el diario La Unión de Sevilla. Uno de sus relatos
más importantes se refiere al mencionado percance de Burgos, restándole
trascendencia al mismo y asumiéndolo como algo natural. A todo ello hay
que añadir la novela La Amargura del Triunfo, escrita por Ignacio y de la que leyó algunos párrafos el 22 de septiembre en el Ateneo de Valladolid tras haber dictado esa tarde una lección magistral en el recinto taurino castellano.
Influenciado quizás por la hostilidad de algunos públicos, en 1926 rebaja el número de contratos hasta los treinta y siete paseíllos. El año siguiente tan sólo se anuncia en tres ocasiones: el 25 de junio en Badajoz, el 29 del mismo mes en Córdoba y a primeros de julio en Pontevedra, función ésta a la que asistieron Rafael Alberti y José María de Cossío, a quien brindó el que sería, de momento, último toro de su vida. Aquella jornada estuvo acompañado por el rejoneador Antonio Cañero y los matadores Antonio Márquez y “Cagancho”, jugándose astados de Murube. A raíz de la decisión de abandonar su profesión, el corresponsal del periódico ABC, Eduardo Palacio, le dedicó a Sánchez Mejías un artículo en el que ensalza la figura del espada, subrayando su duro método de aprendizaje y su constante ambición.
Desde entonces Ignacio
guió sus pasos hacia una nueva motivación que había sustituido, en
parte, sus deseos de torear: la literatura. Aunque ya llevaba cierto
tiempo sintiendo inquietud por las letras, fue a partir de este descanso
cuando se implicó totalmente en ello, gracias también a sus numerosos
amigos escritores. A finales de 1927 tienen lugar en Sevilla dos
actos que se vinculan directa o indirectamente con el mundo de los
toros, como son el homenaje que se le dedicó a “Joselito” en el Teatro Cervantes y la conmemoración del III Centenario de la muerte del poeta cordobés Luis de Góngora y Argote, que fue considerada, posteriormente, como el origen de la llamada “Generación del 27”. El citado recordatorio al menor de los Gómez Ortega reunió en la ciudad de la Giralda a algunos de los intelectuales más importantes del país, como Gerardo Diego, Manuel Machado, los hermanos Quintero o Rafael Alberti, que creó para la ocasión la composición “Joselito en su Gloria”.
Varios de estos eruditos también participaron en la ceremonia a Góngora que organizó el Ateneo hispalense, además de otros muchos como Jorge Guillén, Dámaso Alonso o Federico García Lorca. A Sánchez Mejías le llegó el turno en la jornada posterior junto a escritores como Luis Cernuda o José Bello. La finca que el diestro había adquirido cerca de la capital andaluza, “Pino Montano”, fue el lugar elegido para celebrar diversas fiestas con el objeto de agasajar a sus doctos amigos.
En 1928 estrenó Ignacio sus dos trabajos teatrales, “Sinrazón” y “Zaya”. El primero se presenta en el Teatro Calderón de Madrid el 24 de marzo y el segundo lo hace el 8 de agosto en el Pereda de Santander. Los protagonistas de ésta guardan una estrecha relación con el planeta taurino, puesto que “Zaya” es un torero retirado que regresa a Sevilla tras pasar un tiempo en el país de origen de su esposa, Inglaterra, y “Espeleta” era su antiguo mozo de espadas que ahora tiene las funciones de mayordomo. Se da la circunstancia que Antonio Zayas fue un banderillero nacido en la ciudad andaluza que integró la cuadrilla de Enrique Vargas “Minuto”. Además, compuso dos obras más que no llegaron a ver la luz, se trata de “Ni más ni menos” y “Soledad”.
Animado por García Lorca, que hacía unos meses había llegado a Nueva York, Sánchez Mejías cruzó también el Atlántico en busca de novedosas inquietudes en el verano de 1929.
El propio poeta granadino fue quien acordó una conferencia que, sobre
temática taurina, pronunció el matador en la prestigiosa Universidad de
Columbia. Ésta versó sobre todos los elementos y actores que intervienen
en el espectáculo, cada uno con una función bien definida, flotando
siempre en el ambiente el combate entre la muerte, que el toro lleva
prendida en sus pitones, y la vida, cuando el torero, valiéndose de su
inteligencia, es capaz de sortearla y salir victorioso del trance.
Reflejo de este interés cada vez mayor por la cultura en general y su
vinculación con el mundo taurino en particular, es la compra que efectuó
al comienzo de la década de los treinta al ganadero Fernando Villalón de su gran biblioteca.
En 1930
ocurre un hecho singular en la vida del diestro que merece destacarse,
que refleja a la perfección su versátil personalidad. A propuesta de dos
directivos del club, Ignacio es nombrado Presidente del Real
Betis Balompié, entidad que había surgido como tal dieciséis años antes
tras la fusión del Sevilla Balompié y el Betis F.C. Durante el período
que el espada sevillano se mantuvo al frente de la mencionada
institución deportiva, el equipo disputó la final de Copa frente al
Athletic de Bilbao, partido en el que finalmente fue derrotado por tres
goles a uno. En la temporada siguiente, 1931-32, cuando el
diestro ya había abandonado el citado cargo, el conjunto bético alcanzó
la División de Honor del fútbol español. Por esas mismas fechas, Sánchez Mejías también lideraba la Cruz Roja hispalense.
Pasados
unos años, sintió la necesidad de experimentar, nuevamente, el vértigo
que supone llevar embarcado a un animal bravo en el engaño. Por ello,
tomó la decisión de reaparecer, optando entre las plazas que podía
hacerlo por la de Cádiz. El acontecimiento tuvo lugar el 16 de julio de 1934, embarcándose para la ocasión ejemplares de Domecq. Acompañaron al veterano diestro, Cayetano Ordóñez “El Niño de la Palma” y Pepe Gallardo.
Paseó en cada uno de sus turnos las dos orejas y el rabo, proyectando,
según la prensa, idéntica imagen de dominio y seguridad que antes de su
marcha. El día 22 hizo el paseíllo en el coso de “El Chofre” de
San Sebastián, en un festejo organizado por la Asociación de la Prensa.
Compartió cartel con Rafael el Gallo y Domingo Ortega, pasaportando en primer término un astado de Concha y Sierra que no le permitió desarrollar la amplitud de su tauromaquia. En cambio, el quinto toro, de la vacada de Terrones,
sí que le dejó enseñar al público la mayoría de las virtudes con las
que siempre contó su concepto, plasmando sobre la arena donostiarra una
lidia casi perfecta. Su completa actuación con capote, banderillas,
muleta y espada tuvo el premio de las dos orejas, el rabo y la pata del
burel de la divisa salmantina.
Después
de esta corrida, las posibles dudas que aún pudieran existir y la
actitud con la que el torero sevillano afrontaba esta temporada de
regreso, fueron disipadas totalmente. Así lo captó, por ejemplo, el
periodista de ABC, Eduardo Palacio, para quien el torero “venía decidido a perturbar la tranquilidad empalagosa que reinaba en los ruedos”. El mismo crítico del diario madrileño, llega incluso a equiparar a Ignacio con su cuñado José en cuanto a conocimientos y recursos en la plaza, tras triunfar clamorosamente en Santander el 5 de agosto. Al día siguiente se anuncia en La Coruña para estoquear reses de Albaserrada, completando la terna Juan Belmonte, que había reanudado también ese año su actividad profesional, y Domingo Ortega.
No
sería esta corrida una más en la carrera del matador hispalense, puesto
que varias circunstancias negativas relacionadas con la misma empezaron
a conducir sus pasos hacia la cita fatal de Manzanares. La primera de
esas eventualidades sucedió en el animal que rompía plaza, al saltar por
los aires el estoque con el que Belmonte intentaba descabellar
al astado, y clavarse justo en el pecho de un espectador que presenciaba
la función. La muerte del aficionado se produjo prácticamente en el
acto. Continuando esta negra lista que se había iniciado en el coso
coruñés, un hermano de Domingo Ortega, Matías, falleció
ese mismo día. A la conclusión de la corrida, el matador toledano salió
con rapidez hacia Madrid. En el trayecto, el automóvil en el que viajaba
sufrió un accidente, resultando con heridas de diversa consideración,
que le impidieron proseguir con su campaña.
Este hecho fue definitivo a la hora de su contratación para torear en la ciudad manchega, ya que Ortega presente en el cartel original, no pudo comparecer en Manzanares a causa de dichas lesiones. El empresario de la plaza, un tal Llorente, pensó entonces en ofrecerle el puesto vacante a Sánchez Mejías, que acabó aceptando. Antes de llegar a la mencionada localidad, hizo el paseíllo el día 10 en Huesca, figurando junto a él Fermín Espinosa “Armillita” y Manolo Bienvenida, diestro éste que sustituía a Domingo.
Finalizado el espectáculo, se dispuso a recorrer en coche la distancia
entre ambos puntos, si bien el vehículo se averió al llegar a Zaragoza,
tomando entonces un tren que lo trasladó hasta la capital de España.
Desde allí, la misma mañana del 11 de agosto, continuaría en automóvil (preparado por el apoderado de Ortega, Dominguín padre) al encuentro con su destino.
Aunque estaba previsto que la cuadrilla al completo del torero de Borox acompañara a Ignacio en Manzanares, tan sólo lo hicieron los picadores. Como subalternos de a pie, actuaron “El Niño de la Audiencia”, Manuel Ponce y Cástulo Martín. El espada sevillano se alojó en la habitación que ya tenía reservada Ortega en el Parador, la nº 13, asistiendo al sorteo al hallarse los peones buscando hospedaje. Como una nefasta premonición, Sánchez Mejías
estuvo visitando las instalaciones sanitarias con las que contaba el
recinto taurino, indicando que, en caso de percance, lo llevaran a
Madrid. Los ejemplares que debía estoquear en el festejo vespertino
lucían los números 16 y 32 en los costillares, y pertenecían como todos los enchiquerados a la ganadería de Ayala. Ésta había surgido dos años atrás cuando los hermanos Demetrio y Ricardo Ayala adquirieron la vacada de Luis Melgarejo. Las reses estaban ubicadas en Alarcos (Ciudad Real) y procedían del cruce de sementales del Conde de la Corte con vacas de Veragua.
Centrando la atención en la corrida de Manzanares, el portugués Simao da Veiga rejoneó los dos primeros toros, saltando al ruedo a continuación “Granadino”, cornúpeta que encabezaba el lote del diestro hispalense, que vestía un terno azul marino y oro. Ignacio
comenzó su faena, como tantas otras veces, sentado en el estribo pero
al tercer muletazo el toro lo empitonó por el muslo derecho, sacándolo
hacia las afueras colgado del asta. Su compañero esa tarde, Alfredo Corrochano, fue quien le hizo el quite, llevándose de inmediato las asistencias al herido hacia la enfermería.
El matador, como ya había manifestado, pidió que lo curasen y que llamaran al doctor Segovia
para que lo interviniera en la capital de España. La cornada, extensa,
no tenía demasiada gravedad, salvo, aclaraba el parte, que aparecieran
complicaciones. Hasta la mañana del día 12 no pudo el citado facultativo reconocer al torero, lo hizo en la clínica de los doctores Crespo y González, situada en la madrileña calle Goya. Parte de la sangre que se le transfiere a Sánchez Mejías fue aportada por Pepe Bienvenida.
En el comunicado emitido por los médicos la misma jornada en la que
llegó al referido centro hospitalario, se daba por sentado que el temido
empeoramiento en el estado del torero surgiría en breve. Pronóstico que
se confirmó esa madrugada cuando asomó la gangrena. Junto al diestro se
encontraban distintos familiares y amigos, a los que se sumaron su
mujer y su hija que habían llegado desde Sevilla.
Quince minutos antes de alcanzar las diez de la mañana del 13 de agosto, Ignacio
expiraba. El cortejo fúnebre inició su marcha en las inmediaciones de
la antigua plaza de la Carretera de Aragón, transitando por diferentes
calles de la capital hasta llegar a la estación de Atocha. El
ferrocarril con los restos mortales del autor de “Sinrazón”, hizo
varias paradas antes de arribar a su destino final, que no era otro que
la ciudad que lo había visto nacer. El tren se detuvo durante unos
minutos en Manzanares, para proseguir su recorrido hasta Baeza, donde
subieron al mismo Eduardo Miura y José García “Algabeño”. En Córdoba, aguardaba Rafael Guerra “Guerrita”
para darle su último adiós al difunto, dejando una corona de flores en
el vagón donde yacía el cadáver, que había sido embalsamado por el
doctor Ángel Crespo. El gran rejoneador Antonio Cañero también acompañó el cuerpo sin vida de Sánchez Mejías hasta la estación de Plaza de Armas de Sevilla, adonde llegó a las 9:30 horas del día 14.
Desde ahí se organizó la nutrida comitiva encabezada por una sección de
la tropa de la Cruz Roja, en la que también figuraban el general García de la Herranz, Juan y Manolo Belmonte, José Bello…
Comenzaron
a andar por la avenida Pablo Iglesias, atravesando la Puerta Real para
llegar a la calle Torneo. Cruzaron por la Alameda, donde los Hércules
lucían lazos negros, así como también por la Resolana. A mediodía,
entraron en el cementerio de San Fernando, depositando el ataúd, que era
de caoba negra con adornos de plata, en la tumba donde catorce años
atrás se había enterrado a “Joselito”.
Su gran amigo Federico García Lorca no fue con dirección a Santander, donde “La Barraca”
empezaba su gira, hasta conocer el resultado de la operación a la que
iba a ser sometido el espada. Conocido el fatal desenlace, se dirigió a
la capital cántabra, donde la mencionada compañía representaba “El Retablo de las Maravillas” y “La Égloga de Plácido y Victoriana”. Poco tiempo después comenzó a escribir su famoso “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, que merced a la desgarradora forma de transmitir el dolor que sentía y la profundidad que encierra, cosecha un gran éxito. José Caballero, escenógrafo de “La Barraca”, fue quien ilustró la citada obra.
El crítico Antonio Soto en El Liberal de Sevilla resume en certeras palabras la personalidad del torero, manifiesta que “la vida de Ignacio ha sido eso: una vida de lucha, una constante pugna por conseguir aquello que se proponía”.
Fue, queda dicho, un diestro hecho a fuego lento, con un dilatado
aprendizaje, que lo fraguó tanto dentro como fuera de la plaza,
sobreponiéndose con entereza y hombría a cada obstáculo que le salía en
el camino. Su valor, incontestable, y su férrea voluntad lo colocaron en
primera línea, rivalizando con todas las grandes figuras de esos años,
desde su cuñado “Joselito” hasta Domingo Ortega, pasando por Juan Belmonte o “El Niño de la Palma”.
Posiblemente, su honestidad y vergüenza torera terminaron por llevarlo a
la tumba, aunque ganó para siempre el respeto y el aplauso de la
afición.
BIBLIOGRAFÍA.
Aguado
Montero, Francisco: “El rey de los toreros. Joselito el Gallo”.
Colección “La Tauromaquia”, nº 7. Espasa Calpe. Madrid, 1999.
Cossío, José María de: “Los Toros. Inventario biográfico”. Tomo 19. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007. Cossío, José María de: “Los Toros. Crónicas. 1904-1919”. Tomo 25. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007. Cossío, José María de: “Los Toros. Crónicas. 1920-1930”. Tomo 26. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007. Cossío, José María de: “Los Toros. Crónicas. 1931-1941”. Tomo 27. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007. García-Ramos, Antonio y Narbona, Francisco: “Ignacio Sánchez Mejías. Dentro y fuera del ruedo”. Colección “La Tauromaquia”, nº 13. Espasa Calpe. Madrid, 1988. Gibson, Ian: “Vida, Pasión y Muerte de Federico García Lorca. (1898-1936)”. Plaza y Janés. Barcelona, 1998.
PÁGINAS WEB.
www.bibliotecadigital.jcyl.es www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital www.hemeroteca.abc.es
© Carmen de la Mata Arcos/2016
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