Ginés Marín abre con tres orejas la primera puerta grande de la feria, una corta Talavante con dos faenas de madurez y sólo detalles deja Morante con una decepcionante corrida de Cuvillo sin raza
MARCO A. HIERRO
Hoy tiró de arrojo el joven, escudriñó el tendido –cicatero con Talavante en su labor al segundo-, analizó el escenario en su primera tarde sobre este albero, abrió las telas y les dio lo que andaban buscando. Y recibió lo que ambicionaba él. Porque buscará Ginés, siendo recto, ese camino lleno de tachuelas que arroja a sus plantas la tiranía de los egoístas y la injusticia de los hombres malos, y tendrá que sortear las trampas de los despachos por lo civil o por lo criminal. Aunque pierda en el intento cuarto y mitad de su sello.
Hoy cambió su gusto empacado, su vertical hieratismo y su espartano valor seco y sin mácula por el rodillazo, el remate pinturero, el trincherazo aparente, el sorpresivo pase por la espalda y la tanda fulgurante para iniciar y acabar, Así se lo hizo al tercero, al que le dio media plaza con el capote a la espalda para citar por un lado y cambiarlo por el otro cuando las puntas de los pitones ya tocaban hilo grana. A ese mismo le sacó por la espalda la arrucina de rodillas cuando empujaba aún el cuatreño y servía el arrimón. Luego, cuando se quedó sin vida –antes de la cuenta, como toda la corrida- de poco le sirvió al hombre ponerle la huevada encima –antes de la cuenta también-, pero le arrancó una oreja el torero, que ponía la diana en la puerta de salir en hombros. Con el sexto, que se iba pero humillaba al calor de las querencias, fue todo entrega, todo poner, todo querer, todo ofrecer lo único que vale cuando lo que vale no llega. Y lo que llegó fue el premio. Premio de hombre listo donde no hubiera trincado el recto. Y eso –por contradictorio que resulte- también es mérito al haber del que no tiene aún 20 abriles.
El recto, el que ya tiene trienios para permitirse lujos y ganas de sentir el respeto cuando se mira al espejo, vistió hoy de añil y oro. Tiene Talavante en la boca el sabor del alma madura, del corazón reposado y de las muñecas blandas. Hoy se hizo presente en un cambio de mano que crujió la eternidad. Y no pone ni una cara cuando le besan las piernas las guadañas del segundo, vencido siempre a estribor para buscar bordados. Guarda el valor Alejandro tan al servicio del toreo que se preocupa más de ganar que de arrancarle el pelo. Y le ganó por fuera y a zurdas al que venía en la diestra por dentro. Y se lo enchufó al trapo sin prisa porque ya le van resbalando las anteriores urgencias. Por eso sabe Alejandro que es figura del toreo. Y que sentir y enseñar no van siempre de la mano pero, puestos a elegir, lo primero llena más.Fue maestro el extremeño en solucionar problemas, porque es recto y sufre menos tiranías e injusticias, aunque tampoco está exento.
Como no lo está Morante, aunque ponga su camino un punto y medio por encima del bien y del mal. Entre dos verónica, una media y un manojo de chicuelinas fue feliz el de La Puebla, que hasta le toreó el trapío al gallo que llegó del tendido. Al menos ese embistió, al contrario que sus dos cuvillos. Otra vez será, José Antonio, aunque casi nunca es en Santander.
Porque entre el calor de la mañana y la bruma de la tarde anduvo un mar que no tiene esquinas. Por eso es tan inmenso para pintar el mundo tan azul como vistió hoy Talavante, que sigue un camino de hombre recto. Joven es aún el que logró triunfar hoy, que sabe torear mejor, pero hoy tocó ser más listo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuatro Caminos, Santander. Segunda de la Feria de Santiago. Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada.
Siete toros de Núñez del Cuvillo, con remate en la caja pero justos en la cara. Mortecino y sin vida el primero; de cara suelta el incómodo segundo; manso pero obediente el simplón tercero; soso y a menos el cuarto; humillado y con voluntad sin raza el quinto; rajado pero manejable el manso sexto.
Morante de la Puebla (verde botella y oro): leves pitos y silencio.
Alejandro Talavante (añil y oro): ovación y oreja.
Ginés Marín (grana y oro): oreja y dos orejas.
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