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sábado, 23 de julio de 2016

Feria de Julio de Valencia: tres héroes de nuestro tiempo

Perera y Mora cortan una oreja y Simón pierde el premio con el acero en una desigual corrida de Victoriano del Río 
 


David Mora - Efe
 
ANDRÉS AMORÓSValencia

 No siempre son inútiles las tragedias. La de Víctor Barrio, tan triste, ha servido para varias cosas: unir –de momento– a la profesión taurina (algo que parecía casi imposible); también, para demostrar la absoluta ruindad de algunas actitudes y el riesgo de ciertos medios; sobre todo, para reivindicar la grandeza de los toreros. (Sólo el radical sectarismo o la ignorancia total no lo admitía).

En este cartel valenciano coinciden tres auténticos héroes, que han vivido situaciones muy duras.

Enjuicio sus actuaciones a partir del respeto y la admiración que sus trayectorias merecen. Vuelve al coso de Monleón Miguel Ángel Perera, que no estuvo en Fallas. Después del terrible percance de la pasada temporada (el toro le abrió la barriga y le mandó por encima de la barrera) ha reaparecido con el mismo valor natural, sin que se advierta, en su ánimo, ninguna caída (no son nuevos sus fallos con la espada) pero no todos se lo están reconociendo. Recibe por delantales al primero, noble pero justo de fuerzas; se luce en el quite. Saluda Ambel, con los palos. Encadena muletazos largos, mandones, vaciando por completo la embestida del buen toro. (Con una res más fuerte, su estilo poderoso hubiera lucido más). Agarra una estocada trasera: oreja. El cuarto mansea en el caballo, pega arreones, se duele en banderillas (magnífico Curro Javier, como siempre). Perera vuelve a estar muy firme pero las deslucidas embestidas no permiten faena brillante. No mata bien.

El caso de David Mora es todavía más llamativo: su cornada, en Las Ventas, fue tan dura que, durante cierto tiempo, no pareció posible que volviera a los ruedos. Su asombrosa entereza lo consiguió y, en San Isidro, cuajó totalmente un toro. No ha recibido la recompensa, en forma de contratos, que merecía. Lancea con suavidad al segundo, que se llama «Dalia», como el de la gran faena de Manzanares, y que humilla bien. Saluda Ángel Otero. Brinda al niño Adrián, muy aplaudido. (Lo mismo hará López Simón, en el tercero, y Perera, en el cuarto). El toro acude con prontitud y emoción. David dibuja muletazos con buen estilo pero dejando la muleta algo retrasada, hasta que el toro se raja a tablas. Mata a la segunda. Todo ha quedado a medias. Se luce con el capote en el quinto, un precioso sardo (de pelo mezclado, rojo, blanco y negro), que también mansea y aprieta en banderillas. Comienza David por bajo, muy torero. Traza buenos muletazos, con riesgo y buen estilo. Gran estocada: oreja. Si le dan más corridas, estará más seguro.

El año pasado, Alberto López Simón logró abrirse camino, con una entrega total, y está recogiendo los frutos: ahora mismo, es el diestro que más corridas ha toreado y más trofeos ha cortado. El tercero flaquea, sale muy suelto. El diestro hace el poste y aguanta, impávido, con momentos de apuro porque el toro es deslucido, no humilla. Faena valiente, desigual –como las embestidas del toro–, mal rematada con la espada. En el sexto, que embiste con codicia, se luce Tito Sandoval, saludan Domingo Siro y Arruga. Después de hacer el poste, se queda quieto; metido entre los pitones, liga muletazos muy aplaudidos. Un feo metisaca caído le priva del trofeo.

Perera y David Mora han cortado oreja. Los tres diestros han estado dignos, con una corrida de Victoriano del Río de juego desigual. Recuerdo su trayectoria y concluyo: los toreros son los héroes de un tiempo –el nuestro– tan poco heroico; los que hacen lo que ninguno de nosotros osaríamos intentar, por todo el dinero del mundo.

Postdata. En su conferencia sobre el duende, García Lorca lo encuentra, sobre todo, en «la liturgia de los toros, auténtico drama religioso, donde, de la misma manera que en la misa, se adora y se sacrifica a un dios».

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