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viernes, 22 de julio de 2016

Roca Rey, «qué bueno que viniste»

El fenómeno peruano corta tres orejas y sale a hombros en la Feria de Julio de Valencia 

 


Roca Rey, cogido al entrar a matar en una espeluznante imagen - @TOROSVALENCIA

ANDRÉS AMORÓSValencia

 Quieran o no quieran sus enemigos, la Tauromaquia forma parte importante de la historia de casi todas las ciudades españolas; de Valencia, por supuesto. Eso se refleja, entre otras muchas cosas, en los carteles de toros que anuncian el espectáculo. En este terreno, Valencia sí está a la cabeza, por los grandes pintores (Ruano Llopis, Roberto Domingo, Juan Reus, Ramón Gaya) y por la Litografía Ortega, donde, durante décadas, se imprimieron carteles para toda España. Por la mañana, visito una preciosa exposición, «Toros en la pared», con una selección de los carteles que posee la Diputación. En ella, veo también originales de grandes artistas actuales: Eduardo Arroyo, Miquel Barceló, Manuel Valdés, Javier Mariscal... Es muy justo que esto se exponga en el Museo de la Ilustración: la Tauromaquia actual es hija del pensamiento ilustrado, que codifica lo que hasta entonces eran juegos populares...


De los carteles históricos paso al cartel actual, mixto. En la exposición he visto uno de Ruano Llopis, con don Antonio Cañero, en su jaca «Bordó», saltando sobre el toro. Lo que no he visto es que un rejoneador mate dos toros, igual que los toreros de a pie: por buenos que sean sus integrantes, este tipo de cartel no me gusta.

Como otras veces, Hermoso de Mendoza ha perdido el triunfo por el rejón de muerte. Manzanares ha dejado detalles. Andrés Roca Rey se ha librado por pelos de un serio percance y ha entusiasmado al público. Los toros del Pilar –como tantos actuales– han sido nobles pero flojos.

Pablo Hermoso de Mendoza, maestro indiscutible, demostró en San Fermín que sigue en plena forma. Lidia con maestría al primero, que mansea; lo encela con «Disparate», que pega «muletazos». A la segunda, lo tira patas arriba: petición. Una labor de mérito, por las dificultades del toro. En el bravo cuarto, entusiasma galopando a dos pistas y arriesgando con «Beluga», logra un gran par a dos manos con «Pirata» pero falla al matar.

El éxito de San Isidro ha devuelto a Manzanares al puesto que merece. Dibuja buenas verónicas en el segundo, que humilla pero flaquea, se derrumba en el quite y vuelve a caerse en el tercer muletazo. La flojera del toro desluce los estéticos derechazos que le arranca. Con toros tan flojos no hay arte que valga. Mata con facilidad. En el quinto, mide bien el castigo Chocolate. José María logra muletazos con empaque pero el toro vuelve rápido: hay momentos brillantes pero no una faena compacta. No logra la estocada y el toro tarda mucho en caer.

Andrés Roca Rey supone la indiscutible sensación de la temporada. Tiene valor sereno, cabeza fría y gran capacidad. En Fallas, ya arrasó. En el tercero, que renquea de salida, capotea con decisión y gallea por chicuelinas. Muletea templado, muy firme; logra naturales lentos, clásicos. Los alardes finales de valor impávido ponen al público de pie. Al matar, es prendido dramáticamente por la chaquetilla, en el pecho; a la segunda, logra la estocada: oreja. El último mansea de salida, intenta saltar; cumple en la primera vara, no en la segunda, cuando ya sabe lo que le espera; pone en apuros a los banderilleros. A pesar de todo, lo brinda al público: sin dudarle, se mete en su terreno y el público lo agradece. Roca Rey aguanta parones, le saca naturales mejores de lo que cabía esperar; le busca las vueltas, cuando el toro se raja a tablas. No es raro que el público se le entregue. Gran estocada. Durante la faena, ha sonado una voz: «¡Qué bueno que viniste!»

Andrés Roca continúa tan firme como su apellido. Está en ese momento dulce en que parece no tener límites, salvo el posible percance, porque arriesga continuamente (a veces, rozando la temeridad). Le saca faena a todos los toros y el público está con él: es el nuevo fenómeno.

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