Páginas
▼
miércoles, 3 de agosto de 2016
Muere a los 88 años Miguel Flores, el apoderado que creyó en Morante
Ha muerto en Madrid a los 88 años Miguel Flores, poeta y apoderado, que llevaba cerca de 4 meses yendo y viniendo al hospital desde que hace 18 meses padeciera un ictus. Este jueves en la Catedral de la Almudena se oficiará a las 12:00 horas una misa funeral en su memoria.
Miguel Flores nació en Málaga en 1928, pronto se trasladó a Granada donde desarrolló la pasión que marcaría su vida: la Tauromaquia. En su juventud se interesó por otras disciplinas artísticas como el teatro actuando para la compañía hispano-portuguesa del escritor Antonio José Nobre. El 15 de agosto de 1951 se viste por primera vez de luces en Utrera haciendo de su vocación su forma de vida.
Un azulejo en la Peña Curro Romero de Camas le recuerda como torero camero. En Camas, con la referencia de toreros Salomón Vargas conoció a un niño que toreaba como los ángeles y se llamaba Curro Romero. La sonrisa de Curro siempre guardó cariño y complicidad hacia Miguel Flores.
A lo largo de los años 50 torea muchas novilladas granjeándose un gran cartel en el norte, en Salamanca y en la provincia de Sevilla. Una gravísima cornada frenó su carrera. El vientre y la ingle destrozados en Vistalegre (Madrid) unido a su corte de toreo artista le llevaron a aburrirse. Una genialidad le sumó sus últimos contratos: Sus amigos empresarios le preguntaban qué torero interesante podrían anunciar. Él, ya retirado, les habló de un fenómeno que iba a arrasar en el toreo y que se llamaba El Camborio. Le firmó varias novilladas y cuando llegó la fecha se presentó Miguel Flores vestido de luces para despedirse del toreo.
Le ofrecieron varias veces tomar la alternativa pero siempre contestaba: "Es mejor ser buen aficionado que mal profesional". Escogió ser un taurino romántico que luchó por buscar la esencia del toreo a través de los jóvenes con proyección que ayudó desde sus inicios.
La lista es interminable: Morante de la Puebla, Julio Aparicio (hijo), Salvador Vega, Andrés Palacios, El Madrileño, Paco Alcalde o el rejoneador Diego García de la Peña, entro otros.
Su mayor ilusión en su vida taurina fue Morante de la Puebla a quién descubrió -aunque el primero en intuir al torero de la Puebla fue Leonardo Muñoz, padre del maestro de Triana- y acompañó durante toda su trayectoria de novillero. Siempre estuvo orgulloso de la Puerta Grande que consiguió de novillero en Madrid.
Morante de la Puebla le recuerda como "un apoderado clásico, de los antiguos. Un hombre que tenía un don para con sus amigos. Muy querido por la gente del toro. Yo tenía 16 años y recuerdo que siempre estaba pendiente de todos los detalles".
Siempre se le identificará como un gran aficionado y sus amigos más cercanos recuerdan que cuando menos lo esperaban recibían la llamada de Miguel que con su acento sevillano les proponía: "Echamos el paseo y nos vamos a Bilbao a ver a Morante", recuerda con cariño el apoderado Lázaro Carmona que añade: "Siempre fue partidario de los toreros de arte".
Como poeta publicó sus versos en distintas revistas y llegó a publicar un libro bajo el título: Como los ángeles... quisieran torear. Romances taurinos y otras vivencias. Una de sus poesías recuerda a Antonio Chenel Antoñete: "Ya se terminó el torero/con él, su gloria, su fama;/verde se torna el moreno/sólo recuerdos.... Y cartas. | Cartas que leo llorando,/cartas que tengo manchadas/ con lágrimas, recordando/ heridas de mis entrañas."
No hay comentarios:
Publicar un comentario