Una entretenida y alegre tarde de toros vivieron en Cañaveralejo los once mil aficionados que ocuparon los tendidos, ávidos de triunfos ante la categoría del cartel de toros y toreros. El encaste de Ernesto Gutiérrez presentó un encierro muy en el tipo y comportamiento: lustrosos, bajos, normales de cuerna y con el común denominador de la nobleza, unos más bravos y otros con algunas complicaciones.
Por segunda vez en la feria se abrió la Puerta del Señor de los Cristales para dar paso al torero de la tierra Guerrita Chico, quien feliz enseñaba las dos orejas de su segundo toro, justamente cortadas con actitud y buen oficio. Se vio venir el triunfo desde el mismo momento cuando brindó a sus alternantes, poniéndose luego de rodillas en el centro del redondel para esperar la fuerte arrancada del toro y embarcarlo en dos series continuas que hicieron estallar las ovaciones.
Faena continuada al compás del pasodoble y los olés del respetable hasta verle entrar la espada, con la efectividad del rayo. No vaciló la Presidencia ni un instante en sacar los dos pañuelos blancos ante la petición general de la afición.
Por diferentes circunstancias José Mari Manzanares anunciado en las tres ferias anteriores no pudo venir a cumplir sus contratos. Esta vez lo hizo, ante una afición que lo supo esperar conocedora de las cualidades del alicantino. Espera que se prolongara más, pues su primer toro poco le valió, despachándolo de estocada contraria y caída que hizo silenciar la plaza. En el quinto el asunto fue otro cantar ante un toro complicado que exigía mucha técnica. La misma que el fino diestro supo aplicar en el transcurso de la lidia, todo un tratado de aguante, temple y sabiduría torera. Intentó la suerte de matar recibiendo con efectividad, cortando una oreja a ley.
Para el joven Roca Rey todo lo que salga del toril le vale. El toro grande, el chico, el gordo, el astifino, el alto, el bajo, etc. etc. A todos les saca partido y en todos se entrega al máximo. Por ello ahora mismo es el diestro de mayor expectación donde quiera se le anuncie. Su faena al primero, un toro de embestida suave, noble, pero muy lenta, le arrancó una oreja toreando con la enjundia y alegría que no le presentó su oponente.
Al sexto, un toro andarín y sin fijeza, lo fue metiendo poco a poco hasta lograr series preciosas por bajo en redondo que enloquecieron los tendidos. Lamentablemente las orejas que ya se aseguraban se las llevó el descabello ante la demora por doblar este “Pinchadito”(nombre del toro) con 542 kilos.
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