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martes, 7 de febrero de 2017

Pedro Balañá Mombrú, heredero de un imperio taurino


Pertenece a la tercera generación de una de las empresas más importantes de la historia del toreo 

Pedro Balañá Mombrú
Pedro Balañá Mombrú - ABC
 
Á. G. ABAD Barcelona

Pedro Balaña Mombrú es, junto a su hermana María José, la tercera generación de una de las organizaciones más importantes de la historia del toreo. Su abuelo, Pedro Balañá Espinós –Don Pedro, en el mundo del toro–, adquirió la Monumental en los años veinte y la gestionó junto a las otras dos de Barcelona –la Barceloneta y Las Arenas–, expandió sus redes por cosos de toda la geografía española, incluida Sevilla, y apoderó a grandes figuras del toreo.

En los años cuarenta comenzó el negocio de cines y teatros, hoy prioritario, pues en la información corporativa del Grup Balañá no se hace referencia alguna a la plaza de toros. La irrupción de CiU y su cerco a la Fiesta por «ajeno a Cataluña» coincidió con un repliegue taurino de la empresa ante los intereses nacionalistas.

Surgen ahora varias preguntas:

1. ¿Es Balañá responsable de la situación actual?

La empresa Balañá fue una de las organizaciones empresariales más importantes de la historia del toreo y es verdad que sus otros intereses en el sector de cines y teatros les hicieron plegarse al nacionalismo imperante. Su escasa beligerancia frente a la oleada antitaurina que conllevó la prohibición política en 2010 pudo redimirla tras la sentencia del Constitucional que anulaba la abolición, pero ha preferido seguir en esa indolencia.

2. ¿Solo Balañá puede dar toros en Cataluña?

La Monumental es la única plaza en condiciones de celebrar una corrida de toros, si bien la propiedad podría alquilar el coso para que otra empresa llevara la gestión, como de hecho hizo entre 2007 y 2011 con la empresa Matilla. Sin embargo, se ha cerrado a esa posibilidad.

3. ¿Hay otros usos previstos para la Monumental?

La propiedad mantiene el coso en un perfecto estado de conservación, «para dar toros mañana mismo». Pero es innegable que los intereses urbanísticos se ciernen sobre su futuro. Los 11.000 metros cuadrados en plena Gran Vía, con un valor estimado por el sector inmobiliario de 50 millones de euros, le hacen ser un bien deseado.

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