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domingo, 5 de febrero de 2017

El Juli responde con soberbia rotundidad a la magia genial de Morante

Dos orejas por barba para las figuras en la confirmación de Luis David Adame, que no tuvo suerte con el acero


MARCO A. HIERRO/ FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ
Llegaba, un año más, la corrida del aniversario en la Monumental Plaza de toros México, en este caso el 71 desde su inauguración. En el cartel volvía Morante de la Puebla al embudo tras su gran faena del mes de diciembre, también regresaba El Juli con su buen sabor en los tendidos aztecas y confirmaba su alternativa la promesa nacional Luis David Adame. Un encierro de Teófilo Gómez era la materia prima ganadera para la ocasión.

"Cántabro” se llamaba el toro de la confirmación de alternativa de Luis David Adame, un animal al que recibió por tafalleras para proseguir por verónicas a pies juntos, quedándose muy quieto con la figura erguida y muy torera. Remató en el centro del anillo, con una media muy estética, llevando al toro muy embarcado en los vuelos. Por galleo por chicuelinas llevó Luis David el toro al caballo, que lo picó poco en la primera vara, cuidándolo, y quitando por zapopinas, la segunda de ellas lentísima.

 Breve fue el discurso de Morante de la Puebla a Luis David Adame en la ceremonia de confirmación de alternativa, brindando el torero azteca a su hermano Joselito su labor. En los medios y por cambiados por la espalda comenzó su labor, quedándose hierático Luis David ante el tranco alegre del animal. Por la mano diestra le sonsacó tandas buenas, encajándose por ese lado en momentos de calidad. Por bernadinas finalizó trasteo y, espada en mano, Luis David dejó una media estocada bien agarrada que requirió de un golpe de verduguillo.

Horrible de hechuras era el segundo, cornipaso, enmorrillado y escurrido de trana, y no le permitió a Morante manejar el percal con brillantez. Tardo, feble, reservón y sin entrega, se limitó Morante a pasarlo en línea recta y con suavidad en los primeros compases, con la esperanza de que tomase celo en la tela, pero no respondió con claridad el soso animal. Perdió las manos, además, y allí decidió el sevillano que no perdía con él ni un minuto más. Un pinchazo y media estocada bastaron para concluir en silencio.

Brillante fue el saludo capotero de El Juli al tercero, despegado del suelo pero humillador, con intención de tomar trapo en la hermosa larga a pies juntos con que remató Julián. Con las manos por abajo quitó el madrileño por chicuelinas, levantando la ovación en el poblado tendido. Con la muleta dio un recital Julián de capacidad para convencer al remiso animal hasta hacerlo repetir con la máxima exigencia que supone torear con media muleta arrastrando por el suelo. Y humilló el toro a diestras porque Juli se lo mandó; y siguió el trapo al natural porque tuvo un primer tramo codilleado y un segundo de brazo largo, siempre conduciendo la embestida con gobierno y poder. Final en el terreno del toro, cuando ya no caminaba éste si no lo obligaban al máximo, y fue allí donde logró que no desfalleciesen las arrancadas, que no tenían clase, pero sí obediencia máxima al dictado del madrileño. Pero un movimiento del toro al hacer la suerte de matar provocó un bajonazo que dejó sin premio una faena poderosa y entregada.


Empeñado salió Morante en pegarle lances al cuarto, y fueron verónicas sin cadencia pero con mucha entrega las que le sopló el sevillano a Muchacho, toro más armónico y con un largo cuello para humillar. Rápidamente se le vio acoplado, a gusto interpretando las chicuelinas del quite con su personal forma de enroscarse el percal. Pero quedaba la traca que comenzó agarrado a las tablas con la muleta, sin enmendar la figura para iniciar un trasteo en el que ralentizó el ralentí con la mano derecha. El mentón al pecho, el palillo recto, el vuelo a la arena y los flecos cosiendo morro y convenciendo la voluntad de un toro entregado. Sonreía José Antonio, sabedor de que tenía colaborador en el enclasado toro de Teófilo Gómez, que la tomó por abajo, con un tiempo entre muletazos para fomentar la ligazón descargando de exigencia los entretiempos. Desmayado Morante, trazando en un palmo, dibujando sin prisa y relajando la figura para ganar en profundidad. Le caminó Morante con torería por la cara en el epílogo, en el aire de Domingo Ortega, que nunca se encajó en un muletazo como se descargó en los riñones el sevillano con la muleta en la chota. Los pies juntos, la muñeca elástica, tan sutil como mandona, lanzando el vuelo irresistible para el castaño embestidor. Y al encuentro se fue tras la espada para enterrarla por completo y certificar las dos orejas en una nueva obra genial del genial sevillano.

Al quinto, más lleno de caja y con menos cuello, se le acabó pronto la alegría de salida, porque le embistió casi andando a Juli en el saludo para que le ofreciera éste máxima suavidad en verónicas muy cortas, muy lentas, muy saboreadas y muy jaleadas por el tendido. A revientacalderas salió Julián en la actitud, galleando por chicuelinas la colocación al penco, recogiendo después con cordobinas la salida del peto y quitando por lopecinas -zapopinas con los pies muy quietos, la mano muy baja y el vuelo gobernando la embestida-. Al público brindó la labor para quedarse en los medios y pasarse por la espalda y por delante el celo del cárdeno, poniendo a hervir la caldera de Insurgentes. Embebió después en la muleta al animal con la diestra, alargando el brazo, dirigiendo el pecho a la eternidad del trazo y clavando los pies bajo las columnas de las piernas mientras barría la arena con la media muleta que le sobraba del muletazo. Despacio con la zurda, esperando la llegada ya dormida del animal, parándose con él cuando él paraba y provocando luego la repetición con un cambio de mano por la espalda. Varió Juli el toreo fundamental con espaldinas, arrucinas y circulares sin enmendar la posición, toreando con la bamba, con el envés y hasta con las pestañas. La plaza a reventar. Luego se enterró en la arena para torear con una mano y con otra, en circulares encadenados, la arrucina sorpresiva que brota de la misma arena y el de pecho que descarga de emoción el pecho de Julián y pone en pie el Embudo. Soberbio el madrileño. Hubo petición de indulto para el cárdeno, pero no hizo Julián ni un ademán de aprovechar la petición. Aunque pinchase en primera instancia y la estocada posterior dejase en dos orejas lo que pudo ser de rabo.

Después de las exhibiciones presenciadas, a Luis David Adame no le quedaba otra que recibir de rodillas en el tercio al feo sexto, escurrido de carnes, asaltillado de formas y con el lomo cuesta arriba. Fue breve el castigo en varas para dejar cruda la emoción que guardase. Por gaoneras quitó el mexicano, con más disposición y entrega que brillo con la tela. Al animal le faltó fuelle, le faltó clase y le faltó ritmo, y a Luis David le faltó poso para enfrentarse a las circunstancias; rebosó entrega, quiso y puso en práctica lo mejor de su toreo, y logró algunos naturales estimables que el bicho tomaba con la cara natural unas veces y midiendo el suelo otras. Por eso pidió un toro de regalo, para tener otra opción frente a los dos colosos con los que compartía cartel. Porfió mucho para no sacar en claro más que una ovación, pese a la estocada fulminante.

De Fernando de la Mora era el de regalo, que se empleó más en la acometida al capote de Adame, hasta desarmarlo cuando ya se disponía a rematar el saludo. Más franco el toro, que repitió incluso con transmisión y al que Luis David galleó por chicuelinas para colocarlo al caballo, al que derribó con mucha facilidad y poder. También el joven azteca quiso ponerlo todo en un quite con el capote, ejecutando cordobinas en redondo, de mucha entrega, pero también de mucho atropello, aunque llegó mucho al tendido. Inició con urgencia la faena de muleta, deslizando muletazos buenos entre otros más amontonados, pero se fue asentando a medida que iba transcurriendo la faena. Sin embargo, duró poco la esperanza, porque se rajó pronto el cárdeno, quiso salirse de las suertes y pasó por los embroques con la cara a su aire. Informal y mansurrón, le porfió con entrega Adame, le dejó la franela en el morro y se lo sacó por la espalda para mostrar disposición a falta de toreo por imposibilidad. Remató el trasteo con manoletinas y no tuvo suerte con la espada. Palmas tras aviso.


FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros Monumental de México. Corrida del 71 aniversario de la inauguración de la plaza. Más de 35.000 personas en los tendidos.

Seis toros de Teófilo Gómez, correctos de presencia. Alegre y con cierta calidad el primero; deslucido y soso el feble y horrible segundo; obediente y repetidor el tercero sin clase; de gran calidad y entrega el castaño cuarto; de gran clase y fuelle justo el embestidor quinto, de arrastre lento; 

José Antonio "Morante de la Puebla” (negro y oro): silencio y dos orejas.

Julián López "El Juli” (canela y oro): ovación y dos orejas.

Luis David Adame (blanco y oro) que confirmaba la alternativa: oreja, ovación y palmas tras aviso.

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