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martes, 28 de marzo de 2017

PUBLICAR CORNADAS

‘El hecho de ocultar la imagen de una cogida es la mentira que da verdad al antitaurino y no al revés’

 ‘Una gran mentira sería decir que el toreo y la Tauromaquia no tienen sangre o no tienen cornadas o no tienen muerte’

 ‘La realidad es que un torero o alguien que practica una tauromaquia frente a un toro, pone en riesgo su cuerpo’

 ‘No existe el toreo si no existe la cornada y hasta si no existe la muerte, ocultarla es el primer síntoma de que hemos perdido la lucidez de nuestra razón de ser’

 
En la cornada se refleja la dureza y verdad de la Tauromaquia / MUNDOTORO
 
EDITORIAL> Madrid

Lo mejor para ocultar una gran mentira es rodearla de pequeñas mentiras. Una gran mentira sería decir que el toreo y la Tauromaquia no tienen sangre o no tienen cornadas o no tienen muerte. Hay una corriente en las redes sociales empeñada en la insistencia de ocultar las imágenes de las cornadas. No quieren que se publiquen. Quieren que se oculten al público argumentando que es un contenido que alimenta la fuerza de los antitaurinos. Que no son necesarias, que hay que eliminarlas del contenido informativo. Incluso dicen que pertenecen a la privacidad de los heridos y las familias.

Esta misma corriente es la que, sin embargo, alimenta el exceso de imágenes supuestamente optimistas y de felicidad con los toreros heridos en las camas del hospital, rodeados de su pandilla, pulgares de las manos arriba. Esta misma corriente que insta a este medio a ocultar la imagen de la cogida, es la que trata de lanzar esa otra imagen del “guayismo” (de guay) diseminando las sonrisas semiforzadas de los heridos. Hace un tiempo, al escribir que esta actividad de toreros sonrientes en las camas de los hospitales distorsionaban la realidad y restaban importancia al hecho de ser torero, las críticas que nos llovieron, fueron ácidas y torpes. Pusimos el ejemplo de Manuel Escribano. Afortunadamente este torero ha vuelto a los ruedos… pero tras pasar por un proceso de superación inimaginable. Las imágenes publicadas entonces daban la impresión de que en un mes andaba corriendo.

Ninguna ostentación es buena. Porque ostentar es un verbo alejado de lo natural. Pero entre la ostentación y la realidad hay un trecho muy largo. Y la realidad es que un torero o alguien que practica una tauromaquia frente a un toro, pone en riesgo su cuerpo. Desconocemos qué hombre o mujer se viste de luces sin asumir este asunto vital. Como desconocemos que exista aficionado o público que acuda a una plaza llamado por el morbo de la muerte de un animal o la de un ser humano. Desconocemos un ser de bien que goce disfrutando de una cornada. Si nuestra sensibilidad no es pervertida ¿por qué actuar, ocultando esa imagen,  como si fuéramos perversos? Esos son los argumentos de los antitaurinos. El hecho de ocultar la imagen de una cogida es la mentira que da verdad al antitaurino y no al revés. La perversión es una cuestión mental de la que estamos exentos. Y la cornada no pervierte, sino que refuerza nuestra sensibilidad. 

Perdemos cuando nuestros valores y sus reflejos reales (ser torero es un valor y  uno de sus reflejos reales es poder perder la vida) los ocultamos porque el enemigo de nuestros valores usa de forma torticera y manipuladora los reflejos de nuestros valores. Es tanto como decir: secuestremos las imágenes de las cornadas porque los enemigos de la tauromaquia las van a usar contra nosotros. Es tanto como decir que la cornada en una plaza tiene el mismo valor y reflejo real que la decapitación de un rehén  por parte del ISIS. No se publica porque es hacerle el juego al asesino. Pero resulta que nosotros no somos el ISIS, nosotros no somos asesinos, nosotros pertenecemos a un mundo cuyos valores llevan implícito la generosidad de un riesgo.

Que consiste en la herida más atroz a la gente más joven. Así de duro y así de hermoso. Que consiste en que, a pesar de esa realidad, hay una capacidad humana de priorizar un sentimiento sobre esa posibilidad de muerte o de herida. Esa es la cuestión primaria del toreo. Una cuestión que hace que la gran mayoría no puedan ser toreros. Ocultar la secuencia de una cornada y publicar las sonrisas a menos de un día de la herida, es renunciar a una de las esencias en la que se ha basado el toreo siempre. La cornada no es un daño colateral, ni un acto de masoquismo ni una paranoia de maltratados. La cornada es, en sí, el propio toreo. 

No existe el toreo si no existe la cornada y hasta si no existe la muerte. Quizá, incluso existe la Tauromaquia porque sabemos que existe la muerte. Ocultarla es el primer síntoma de que hemos perdido la lucidez de nuestra razón de ser. Las valoraciones o usos que los enemigos de la tauromaquia quieran hacer, no pueden recibir otra cosa, de nuestra parte, que el menosprecio y hasta el desprecio. Si las escondemos, estamos ocultando nuestra verdad. Y ocultar la verdad, es haber perdido.

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