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jueves, 27 de abril de 2017

Solo brilla la casta de El Juli en la Feria de Abril

En tarde de «No hay billetes», corta la única oreja a la deslucida corrida de Garcigrande 


El Juli, tras dar muerte al toro
El Juli, tras dar muerte al toro - Efe
 
ANDRÉS AMORÓS Sevilla

Tres primeras figuras, cartel de “No hay billetes”, lluvia continua, imagen más propia de San Sebastián o Bilbao que de Sevilla; toros flojos y deslucidos: la historia se repite. Solamente El Juli arranca una oreja. Es la única luz en una tarde de paraguas abiertos: en vez de cantar, “aburriéndose, bajo la Lluvia”.

Los toros de Garcigrande vuelven a estrellarse, en Sevilla: serios, grandes (tres, con más de 600 kilos) pero muy deslucidos; varios, además, flojos. El quinto es el único que permite cierto lucimiento.

Morante queda inédito, esta tarde, con dos reses que no le permiten desplegar su estética. El primero , “Despreocupado”, flaquea ya antes de varas y José Antonio sí se preocupa, hace un gesto de claro disgusto. Cuando coge la muleta, recordamos el chiste del orador pesado, que comenzaba así su discurso: “Seré breve”. Pero este diestro sí lo cumple. Como el toro se cierne por la derecha, apunta algunos esbozos de naturales, sin confiarse, y en seguida desiste. Yéndose, lo mata muy mal. Lo peor es que le queda el cuarto, un “Chalado” de 637 kilos, alto, largo y astifino. El picador le zurra la badana a modo, hasta el centro del ruedo, en la primera vara, y pega fuerte, en la segunda: se lleva la pitada pero cumple lo que su maestro quiere. El toro es incierto, complicado, pero Morante tampoco deja verlo, corta por lo sano y mete la mano con habilidad. El mitin suscita la lógica bronca. Le quedan dos tardes más, en la Feria…

El tercero no quiere caballo, se pega una costalada, gatea. En banderillas, saluda Trujillo, tan acertado como siempre, que provoca y aguanta la embestida. Sin probaturas, Talavante le llama desde el centro, traza buenos derechazos; por la izquierda, sufre tres coladas y, aún así, se pone en el sitio, le saca algunos naturales. Se ha mostrado solvente, sin brillo, pero mata mal. El último no vale nada y Alejandro no se confía.

Lances de torero artista

El Juli siempre saca partido de los toros de Garcigrande. El segundo pierde las manos y muestra su mansedumbre en la clara querencia a chiqueros. (Una vez más, recuerdo el hermoso soneto de amor de Miguel Hernández: “Una querencia tengo por tu acento…”). Se luce en chicuelinas, con el compás abierto – estilo José Tomás- y clásicas. Le jalean, sobre todo, los recortes finales. (Un síntoma claro del público actual, que suele aplaudir más el pase del desprecio que los naturales). Andando con torería, se lo lleva al centro y, en seguida, lo mete en la muleta. El toro se mueve pero las embestidas son irregulares. Consigue buenos muletazos pero también surgen enganchones. Comenta mi vecino: “Faena desigual, le falta continuidad: como las del Betis” (y él es del Sevilla). No mata bien. Pero le queda el quinto, “Estrella”, que sí le trae buena. Sale alegre, acude pronto al caballo de Barroso, que mide bien el castigo, atempera la velocidad del toro: logra Julián algunos lances lentísimos, propios de un torero artista. Comienza la faena muy bien, rodilla en tierra, y manda mucho en derechazos de mano baja. El toro protesta, se desentiende, pero El Juli, poderoso, consigue ligar naturales. Suena, ¡por fin!, la música y nada menos que la maravilla de “España cañí”. Ha alargado demasiado y suena un aviso. Se vuelca al matar: merecida oreja. Su capacidad y su casta han sido los únicos rayos de luz en una tarde húmeda y plomiza, nada sevillana..

POSTDATA. En la Plaza de España, tan hermosa como su nombre, proyectada por Aníbal González para la Exposición de 1929 y que aparece en películas como “Lawrence Arabia” y una de la serie de “La guerra de las galaxias” , a cada una de las provincias españolas se les dedica un banco de cerámica. Barcelona aparece como una provincia más, situada, por orden alfabético, entre Baleares y Burgos. En su panel, veo la recepción que ofrecen los Reyes Católicos, en el Salón del Tinell, a Cristóbal Colón, al volver de América, y los escudos de los Reyes. Cuando se hizo este panel, nadie podía imaginar que Cataluña quisiera imponer su independencia “a España” (no “al resto de España”, como debe decirse), ni que la Tauromaquia, reconocida en España como Patrimonio Cultural, estuviera, a la vez, prohibida, en Cataluña. Así estamos…

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