El diestro aragonés, criado en el hospicio, fue cogido en el costado por un toro de Benjumea la tarde del 22 de abril
Cogida a Florentino Ballesteros - ABC
Á. G. ABAD Zaragoza
En la madrugada del 24 de abril de 1917 murió en Madrid Florentino Ballesteros tras sufrir dos días antes una gravísima cogida en el coso de la capital, cuando el diestro aragonés apuntaba a ser una de las primeras figuras del toreo de la llamada Edad de Oro. Joselito el Gallo había puesto sus esperanzas en él, le dio la alternativa y le acompañó en el cartel de su última tarde.
Ballesteros protagonizó con su paisano Herrerín una apasionada competencia que obligó a ampliar la plaza de Zaragoza, aunque ninguno de los dos pudo ver la reforma finalizada, los dos murieron antes de forma dramática en la arena de una plaza de toros.
El entierro del infortunado Ballesteros fue una de las manifestaciones de duelo más intensas y masivas que se recuerdan en la capital aragonesa.
Florentino Ballesteros nació un frío11 de enero de 1893 en la zaragozana calle del Caballo y unos días después fue depositado en el torno de la inclusa. Su infancia transcurrió entre el hospicio de Calatayud y el de Zaragoza. Era un chaval simpático, despierto, que cuando apenas tenía 12 años quedó impactado al acudir por primera vez a la plaza. Los hospicianos del Pignatelli iban con asiduidad a los festejos que se celebraban en el contiguo coso de la Misericordia, y aquel día Ballesteros decidió ser torero. Tanto que para no perderse ni una tarde de toros se apuntó a la banda de música que amenizaba los festejos.
Sus sueños se forjaban entre no pocas dificultades. Se tiró de espontáneo, consiguió vestir el traje de luces como banderillero en 1910 y al final se presentó como novillero en su plaza el 16 de junio de 1912. El triunfo que consiguió aquel día le puso en circulación como uno de los toreros jóvenes más interesantes del momento.
De forma paralela, otro joven zaragozano avanzaba en su afán de ser torero. Jaime Ballesteros, conocido como Herrerín, un mocetón de Villanueva de Gállego, hijo de un herrero, estaba decidido a alcanzar la gloria. Compartió cartel con Joselito en la novillada que cerró la temporada de 1913 en Zaragoza, cuando ya la competencia con Florentino dividía en dos a una apasionada afición. Pero fue durante el siguiente año cuando la plaza se abarrotaba al anuncio de Herrerín y Ballesteros. El coso se quedó pequeño y la Diputación Provincial decidió una ampliación que se inauguró en 1917.
Para aquella fecha ni Ballesteros ni Herrerín estaban ya en el mundo de los vivos.
Aquella temporada de 1914, la de las tardes triunfales de los dos aragoneses, tenía reservada una fecha aciaga. El 6 de septiembre se rompió la pareja de toreros que hicieron vivir a los aficionados la edad dorada del toreo en Aragón. Fue en la plaza de Cádiz. Herrerín cayó mortalmente herido por un serio novillo de López Plata.
Florentino se sobrepuso a la muerte del competidor y amigo, y cuajó al año siguiente una excelente campaña. Sus éxitos en Madrid le animaron a tomar allí la alternativa el 13 de abril de 1916 de manos del mítico Joselito ante toros de Santa Coloma. Toreó más de cuarenta corridas hasta que el 18 de septiembre un toro de Urcola le infirió una gravísima cornada en la plaza de Morón. No pudo torear en la Feria del Pilar y necesitó todo el invierno para recuperarse.
A la verónica
Toreó en seis ocasiones la temporada de 1917 hasta que se anunció en Madrid el 22 de abril. Manuel Mejías Bienvenida, Joselito y Ballesteros en el cartel con toros de Benjumea. La plaza llena, tarde triunfal del pequeño de los Gallo. El sexto toro alcanzó al aragonés cuando toreaba a la verónica. En la plaza se apreció ya la gravedad de la cornada en el costado. «Cuando entró en la enfermería sufría síntomas de un grave colapso. Los doctores atajaron la copiosa hemorragia y procedieron a la cura, que fue dolorosísima y soportada con gran valor por el diestro aragonés», relataba ABC en su edición del 23 de abril. Aquella misma noche fue trasladado a la fonda de Los Leones de Oro, en donde se hospedaba. Su estado se agrava. Su esposa y familiares salen apresuradamente de Zaragoza camino de Madrid.El día fue terrible. El doctor Mascarell no se apartó de la cabecera del herido. A la una de la madrugada del 24 se agravó su estado. «A las dos y veinticinco falleció. Rodeaban el lecho del infortunado Ballesteros, su mujer, su suegro, la cuadrilla, sus paisanos y compañeros de profesión, Perlita, Casas, Pinturas, su cuñado Rubio, banderillero de la cuadrilla, y otros». Allí se instaló la capilla ardiente a la que llegaron personalidades aragonesas, y entre las primeras Basilio Paraíso.
Zaragoza quedó conmocionada y lloró en la calle a su héroe. En el Hogar Pignatelli, la casa en donde se crió Ballesteros, se produjeron escenas desgarradoras. La Diputación sufragó la sepultura en la que nunca han faltado flores, hasta que fue ultrajada hace unos años al desaparecer el busto de bronce que coronaba el panteón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario