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martes, 11 de julio de 2017

Existen

Existen. Toreros liberados de cualquier ADN que no necesitan ser contados desde cualquier pasado. Toreros que honran al toreo con valor y atropello de cualquier razón: Cayetano y Roca Rey. Impecable presentación de Cayetano en San Fermín, con la actitud al mil por cien, retazos de torería y empaque, torero que ya no pide permiso a sus apellidos para ser nombrado. Una actitud igualada por Roca Rey, que regresó de una cornada para volver a otra con un derroche de valor escaso de fortuna y despreciando todo instinto de conservación. Existen. Como existe la corrida que suma el interés cierto y el interés del toreo por tipo, seriedad, pitones y condición. Una buena corrida de Jandilla que tapa esas mentiras de que para Pamplona no existe este toro. El serio y bien construido. El toro para correr y para embestir. El toro para el pueblo y para Cayetano y para Roca Rey. Lo demás es mentira. Mentira aún saliendo de bocas piadosas.

Jose Miguel Arruego
Cayetano se presentaba en la capital navarrra y lo hizo con dos largas de rodillas en el tercio y un puñado de asentadas verónicas el colorado segundo, más bajo, con cuello y hechuras, que se movió suelto y sin fijeza en los primeros tercios. Tuvo transmisión y alegría en la muleta del torero, que inició también de rodillas una faena decidida y dispuesta, de mucha entrega. Mediada la misma, cuando cogió la zurda, el toro comenzó a darse la vuelta al revés, se refugió un tanto en la tapia y Cayetano aprovechó esa querencia para ligarle circulares invertidos que llegaron mucho a un tendido, incondicional con el debutante. La estocada, en los medios, rotunda y efectiva, desató la petición del segundo trofeo que el presidente no concedió.



Muy fuerte el quinto, dentro de su entipada tipología. Astifino y agresivo pero no destartalado, fue posiblemente el mejor del envío, porque fue a más y a mejor.Cayetano le barrió el lomo con suavidad en los ayudados por alto del inicio de una faena que tuvo fases de toreo exquisito. Sobre todo con la mano zurda hubo naturales de gran lentitud y expresión, cogiendo el palillo por el centro, ofreciendo el pecho al animal en cada cite. Cerró faena de rodillas, incluso dibujó un cambio de mano antes de agarrar una estocada tendida, que necesitó el refrendo de dos descabellos. La oreja y la Puerta Grande hizo justicia a su notable debut.

También acumuló orejas y méritos para salir en hombros Roca Rey, que se reenganchaba a la temporada tras su percance de Badajoz. Más amplio por delante el tercero, con más volumen, lo saludó el limeño con el capote a la espalda. Sin probaturas. A pesar del viento. Sin darse importancia. Luego de apenas castigarlo en varas se reunió por caleserinas antes de empezar de rodillas -trincherazo de hinojos incluido- una faena de enorme autoridad. ¿Alguien diría que regresaba después de una cornada? Aún tuvo tiempo de pulsear al toro con la zurda y correr la mano con despaciosidad al natural antes de apretarse con el animal de todas las formas posibles, en muletazos por la espalda, dejándose llegar los pitones a la taleguilla, y en una arrucina de insuperable angostura que remató las manoletinas de cierre. Pinchó en una ocasión, el toro tardó en doblar y sonó un aviso. Por eso sólo cortó una oreja.

Cerró plaza un precioso jabonero, serio y agresivo, pero proporcionado. Fue un animal serio también en su comportamiento al que quitó Roca Rey por escalofriantes saltilleras cambiándole el viaja a un toro frente al que no terminó de estar cómodo el torero peruano, porque en la corta distancia no terminó de despegarse de los vuelos. No hubo acople en el toreo fundamental, pero lo solucionó todo con huevos Roca Rey, porque tiene más que ninguno. Y en esa distancia se acabó imponiendo al de Jandilla. Al entrar a matar sucedió lo mismo que en Badajoz: Se partió la espada en el embroque y el pitón se hundió en la cara interna del muslo izquierdo del peruano, que fue conducido a la enfermería mientras Perera remataba al animal. Juan José Domínguez llevó a la enfermería la oreja concedida.

Abrió plaza Perera. Sobrio, serio, austero. Y le costó llegar al tendido. No tuvo opción con el primero, cornidelantero, un punto alto de cruz y cuesta arriba pero bien proporcionado, que metió la cara en el capote mejor de como la sacó y en varas se dejó pegar para salir suelto después. A la muleta acometió calamocheante, defendiéndose y queriéndose quitar el trapo de la cara, sin romper nunca para delante. El colorado cuarto en cambio sí tuvo opciones. Más alto, algo más basto y con menos cuello, pareció afligirse en el tercio de banderillas, porque acabó refugiado en tablas. Pero fue un espejismo, porque luego embistió a la muleta con gran profundidad en veinte muletazos. Perera empezó faena en los medios con pases cambiados por la espalda y luego le dio celo llevándolo muy cosido, imantado, sobre la mano derecha en las dos primeras series de la faena, las mejores de una obra que decayó en intensidad conforme se fue desarrollando..


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