Seis novillos de El Parralejo, de volumen, cuajo y alzada muy dispares -con más seriedad los tres últimos- y sin gran aparato en las cabezas. En general, novillada de escaso fondo de raza y muy justa de fuerzas, a excepción del último, que se empleó con recorrido en el último tercio.
Javier Marín, de negro y oro: media
estocada desprendida (oreja); pinchazo, estocada contraria y cinco descabellos
(silencio tras dos avisos).
Jesús Enrique Colombo, de violeta y
oro: el novillo fue apuntillado en el ruedo y no llegó a entrar a matar
(silencio); estocada (oreja).
Toñete, de azul noche y oro: pinchazo,
media estocada baja perpendicular, pinchazo y estocada (silencio); cuatro
pinchazos y estocada (silencio).
Primer festejo de la feria de San Fermín,
en horario de tarde-noche, con dos tercios de entrada en los tendidos.
Desde hace ya más de una década, los Sanfermines se
abren en día laborable y con una novillada que se vive, desde el tendido, en un
contexto muy distinto al de los días de encierro, jarana y corrida de toros.
Un público familiar, que acude a la plaza a las
ocho de la tarde en la víspera del chupinazo, sin peñas ruidosas ni alcohol que
distorsionen sus ovaciones, acaba siempre premiando con generosidad a los
novilleros que se encargan de este prólogo taurino pamplonés.
Y así sucedió hoy con el venezolano Jesús Enrique
Colombo, al que le dieron la dos orejas que avalaron su salida a hombros por
una faena sólo estimable a un quinto novillo que tuvo nobleza pero que se acabó
sólo un poco después que sus anteriores cuatro hermanos de camada.
Colombo, que vio cómo su primero se echaba
irremediablemente al principio de la faena de muleta, desfondado tras dos duros
puyazos, pudo sacarse la espina con este otro, al que toreó con variedad de capa,
banderilleó con facultades y muleteó con ligereza antes de que el animal
perdiera celo.
Sólo que una aparatosa voltereta, de la que el
venezolano resultó ileso, y sobre todo una excelente estocada, cobrada en total
rectitud, calentaron al tendido lo suficiente como para que se le pidiera esa
excesiva segunda oreja que la presidencia acabó concediendo.
Pero el primer trofeo de estos Sanfermines lo había
paseado antes precisamente un novillero navarro, el cirbonero Javier Marín, que
se despedía hoy del escalafón menor con la vista puesta en la alternativa que
tomará en la inmediata feria de Tudela.
Marín demostró estar bien preparado para el
doctorado profesional, en tanto que lució muy por encima de los dos novillos de
su lote, tanto el del triunfo que abrió plaza como el cuarto, que tuvieron en
común su falta de raza y de entrega.
Pero gracias a su buen oficio el navarrico sacó lo
mejor de ambos desde que comenzó su actuación con dos largas afaroladas. El
acierto al manejar la muleta a media altura, con temple y gusto incluso en la
apertura de rodillas, le valieron la oreja del primero, que pasaba sin
emplearse, y le ayudaron también a asentar y a hacer ir a más al flojo cuarto,
al que no mató bien.
De origen navarro es también Antonio Catalán
"Toñete", hijo de un importante empresario de hostelería, que se
presentó hoy en Pamplona sin lograr obtener trofeos, aunque dejara algunos
detalles estimables.
Pese a que se le vio poco ducho en el manejo del
capote, que sostiene de manera muy peculiar, se le apreció mucha más soltura
con la muleta, que movió con suavidad y pulso para sacarle buenos pases a un
tercer novillo endeble
En cambio, con el sexto, el mejor utrero del
sexteto por la profundidad y claridad de sus embestidas, a Toñete le faltó más
aplomo para sacar mucho más que unos cuantos excelentes pero aislados naturales
sueltos, antes de mostrar, como con el anterior, que tampoco anda suelto con la
espada.
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