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lunes, 28 de agosto de 2017

Albacete saca a hombros, por última vez, a su torero

Las calles de la capital de La Mancha se llenaron para despedir a Dámaso González 


 La viuda y las hijas del torero, de luto riguroso
La viuda y las hijas del torero, de luto riguroso - EFE
 
J. A. PÉREZ Albacete

 Albacete sacó ayer a hombros, por última vez, a su torero: Dámaso González Carrasco, fallecido el sábado a los 68 años a causa de una rápida y letal enfermedad. Lo hizo con orgullo, llanto y emoción. Aún incrédulos, como siempre ocurre con las muertes inesperadas, miles de manchegos se echaron a la calle para despedir si no a su vecino más ilustre, seguramente al más querido.
Para entender tanto dolor solo había que ver las caras de los presentes en la plaza de toros «La Chata». Allí se instaló la capilla ardiente hasta pasado el mediodía, cuando dio su última vuelta al ruedo entre los gritos de «Viva Dámaso», «Grande» o «Torero, torero». La comitiva se trasladó después hasta la catedral de San Juan, atiborradas sus escaleras, donde se ofició la misa funeral, tras la cual el diestro fue incinerado en la lógica intimidad.

Como siempre ocurre en estos casos, el orbe taurino estuvo presente en el adiós a Dámaso. En Albacete se vio a su hermano El Niño de la Capea, El Soro, Espartaco, Ortega Cano, Manuel Caballero o Pepín Liria. También a las figuras de la actualidad como José María Manzanares, con collarín por su reciente operación; Enrique Ponce, que venía de Bilbao y toreó en Linares por la tarde; El Juli y Miguel Ángel Perera, que hicieron lo propio en Cuenca.

Otros rostros conocidos fueron el periodista Pedro Piqueras o el secretario de Estado de Educación, Marcial Marín, albaceteño y amigo del maestro. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, destacó la valentía, templanza, humildad y sencillez como «los valores que definen a Dámaso González»; mientras la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, también albaceteña, expresó en Twitter: «Descanse en paz Dámaso González, gran maestro en la plaza y en la vida. Todo mi cariño a su familia». Dámaso era tan querido en Albacete porque sus vecinos siempre le han visto como uno más de esos muchachos que se crían en La Mancha. Se hizo torero (y hombre) en las capeas de la sierra cuando entonces era conocido como El Lechero por ser de familia ganadera y repartir aquello que daba de comer a la prole.

Luego, ya siendo figura, no dejó de luchar por que la corrida benéfica de Asprona y el festival del Cotolengo fueran una realidad año tras año. Nadie ha toreado más en «La Chata» que Dámaso: 87 paseíllos vestido de luces. Su primogénita, Sonia, daba ayer, en nombre de la familia, las gracias «por el gran cariño que todos estáis demostrando».

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