Páginas

sábado, 19 de agosto de 2017

"Siempre nos quedará Bilbao"

Bilbao afronta su Semana Grande de nuevo con grandeza. Los carteles de las Corridas Generales han recobrado la importancia, el peso y el brillo de otros tiempos. Respecto al año pasado, renace la esperanza. A lo peor hubo que tocar fondo para remontar. Para volver a la apuesta de que las figuras doblen. Y en Bilbao, con vitola de máxima figura, hay dos: Enrique Ponce y El Juli. Y no sólo. Barquerito lo cuenta muy bien: "Hacer que El Juli y Ponce vuelvan a tirar del carro es una prueba de su capacidad. El toro de Bilbao no admite imposturas ni componendas. No hay quien se esconda. Doblan dos toreros más: Diego Urdiales, cuyos méritos en Bilbao son montaña, y el joven peruano Roca Rey".
A la montaña de Urdiales vamos. Una peregrinación hacia un torero de culto. Diego y Bilbao siempre congeniaron con la química de la verdad. Desde los duros años del ostracismo hasta la exaltación del toreo puro. Cuando se convirtió en el triunfador de 2015 y 2016. "Bilbao es especial para mí. Por muchísimas razones. Aquí iba al tendido como aficionado, siendo ya matador de toros, y soñaba con estar en sus carteles. Y ahora, fíjese, todas las cosas bonitas que han pasado...". Si hay un torero de Bilbao es Diego Urdiales, con permiso de Ponce y Juli. Muchos recuerdos y las faenas soñadas de Atrevido y Favorito (de Alcurrucén). "Para mi forma de entender el toreo, contar con una plaza tan paciente y un público tan sensible es fundamental. Uno siempre sueña con volver a hacerlo", dice Urdiales.
Diego vuelve a sus orígenes con Victorino como en aquellos años de forja y sílex: "Es el destino de cada uno. Con esta ganadería di las tardes más importantes de mi carrera precisamente en esta plaza. Me apetecía volver a matar victorinos y hacerlo aquí, ante esta afición que tanto me ha dado". Y ojalá salgan como en aquellos años: "Victorino es una ganadería histórica que echa toros muy importantes y, lógicamente, también muy malos [risas]. El deseo es que la corrida embista". Y la otra, que no es la otra -la de Puerto de San Lorenzo con el maestro de Chiva y Roca Rey-, es como el premio. "Más que el premio yo creo que es lo mínimo después de dos puertas grandes en Bilbao. No es ningún regalo", se rebela el riojano. No es poco que haya justicia. Porque el año está siendo castigador, de una sequía aterradora en contratos, para un torero del clasicismo cristalino de Diego Urdiales, que tendría que ser especie protegida: "Somos toreros en peligro de extinción. Es muy difícil tal y como funciona esto". ¿Comó ha sentido la retirada de Morante? "No me ha extrañado nada. Hay demasiados elementos a la contra. Si algo mantiene el toreo es su esencia. El toro ha subido en todas partes. Sacar el toro de tipo y hechuras ni es bueno ni es nuevo; pero embisten menos". A Diego, como a Morante, la suerte rara vez le sonrió en los sorteos. Como si los mengues conspirasen contra el arte. Sólo que para Diego la varita de medir es otra. Como otra es su situación. "Siempre nos quedará Bilbao", le susurran los amigos en los momentos bajos. Al final del camino siempre esperan las negras arenas de Vista Alegre que le alumbraron. Qué suerte tiene esta tierra de ser la fragua de Urdiales, que se despide con el recuerdo doliente de Iván Fadiño: "Toreé con él su última tarde aquí. Duele su ausencia. Le recordaremos todos los días. Una Feria grandiosa como ésta viene marcada por la tristeza".

No hay comentarios:

Publicar un comentario