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jueves, 14 de septiembre de 2017

Esta es la gran historia taurina del Coliseo Balear hasta su ocaso

La ley de toros «a la balear» puede suponer la puntilla definitiva para la mítica plaza palmesana, que durante años fue una de las más importantes de España 


Último paseíllo, el pasado agosto, en el Coliseo Balear
Último paseíllo, el pasado agosto, en el Coliseo Balear - Ángel de Antonio
 
JOSEP MARIA AGUILÓ Palma De Mallorca

La actual plaza de toros de Palma, conocida como el Coliseo Balear, se inauguró el 21 de julio de 1929. Hace ya casi noventa años. La primera plaza de toros de la ciudad había estado ubicada en la vía Obispo Berenguer de Palou, en el casco antiguo, mientras que la que se levantó para sustituirla se construyó en la zona del ensanche. Las crónicas de la época dijeron que aquel histórico día de julio de 1929 hubo un lleno hasta la bandera en el Coliseo Balear. El cartel inaugural estuvo conformado por los diestros Nicanor Villalta, Antonio Márquez y Félix Rodríguez, así como por el rejoneador Antonio Cañero, que fue el único que triunfó ese día, cortando dos orejas.


La construcción de la nueva plaza se había llevado a cabo en un tiempo récord para la época. Las obras empezaron el 21 de agosto de 1928 y se prolongaron por espacio de unos diez meses. El impulsor del proyecto fue el empresario José Tous Ferrer, mientras que el diseño de la plaza correspondió a uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XX, el mallorquín Gaspar Bennàzar. Estéticamente, el Coliseo Balear sigue siendo aún hoy uno de los más bellos recintos taurinos de España.
La plaza ideada por Bennàzar se ubicó en una superficie de unos 11.000 metros cuadrados. El ruedo tenía, por su parte, 47 metros de diámetro. En cuanto al aforo total, se fijó inicialmente en algo más de 14.000 localidades.

En la primera época dorada del toreo pasaron por la nueva plaza de Palma maestros de la talla de Juan Belmonte, Rafael El Gallo, Domingo Ortega o Marcial Lalanda. Fue también por aquel entonces cuando dos toreros nacidos en Mallorca llegaron a ser muy conocidos en el resto de España por su gran nivel y valía, Jaime Pericás y Quinito Caldentey.

Otras tres plazas

Durante varias décadas, los palmesanos y también el resto de habitantes de la isla mayor del Archipiélago dieron muestras de manera ininterrumpida de su gran afición a los toros. Cabe recordar que Mallorca contaba y cuenta todavía con otras tres plazas, ubicadas en los municipios de Inca, Alcudia y Muro.

Un segundo momento de gran esplendor en el Coliseo Balear comenzó a vivirse a mediados de los años cincuenta, cuando la plaza empezó a ser gestionada por el reconocido empresario Pedro Balañá Espinós. A partir de entonces y hasta la primera mitad de la década de los setenta, la plaza de toros de Palma vivió un periodo de innegable brillo y éxito. Por el coso isleño pasaron a lo largo de aquellos años las principales figuras del toreo de la época, como por ejemplo Luis Miguel Dominguín, El Cordobés, Palomo Linares, Diego Puerta, Antoñete, Paquirri, Paco Camino o El Viti. Este último ha sido, por cierto, el torero que más paseíllos ha hecho en la historia de la plaza palmesana.

Como recordaba el crítico taurino Perico Colombás en un reciente artículo, «el ruedo del Coliseo Balear vivió su máximo esplendor en 1967, al considerarse el coso mallorquín como la primera plaza de toros del mundo. Ese año consiguió ofrecer al público 33 corridas, por primera vez superando a Madrid, que dio 31». Los años sesenta vieron, además, cómo se incrementaba exponencialmente en las plazas españolas la presencia de unos aficionados hasta entonces no muy habituales en los cosos taurinos: los turistas.

La decadencia

La citada situación de bonanza empezó a cambiar a partir de mediados de los años setenta. Los carteles dejaron de ser tan atractivos para el público palmesano como lo habían sido hasta entonces, circunstancia a la que se sumaron desacertadas decisiones de carácter empresarial y un descenso en la afición a los toros en Mallorca. Ese periodo de lenta y progresiva decadencia se haría finalmente del todo evidente en 1988, año en que no hubo una sola corrida de toros en el Coliseo Balear. Desde entonces, la Fiesta ha ido repuntando de manera puntual en Palma, con la celebración de unas pocas corridas nocturnas al año durante los meses de julio y agosto. Así ocurrió el pasado año y así ha vuelto a pasar también este verano, con la programación de dos festejos.

La progresiva ausencia de corridas de toros iniciada en los años ochenta facilitó la posibilidad de dar otros usos al Coliseo Balear, en especial la programación de espectáculos musicales de primer nivel, con la presencia de figuras de renombre mundial como Mike Oldfield, Sting, Mark Knopfler, B. B. King o Joe Cocker. A ellos habría que sumar los solistas y los grupos españoles e hispanoamericanos más importantes de las últimas décadas. La plaza palmesana ha acogido también desde entonces la grabación de programas televisivos de entretenimiento o partidos de tenis de la ATP o de la Copa Davis.

Por lo que respecta a la posible continuidad o no de la Fiesta, en los próximos meses se sabrá si la reciente puesta en marcha de laley de toros «a la balear»supondrá la puntilla definitiva para la organización de festejos taurinos en Palma. La citada ley, aprobada el pasado mes de julio por el PSOE, MÉS y Podemos en el Parlamento regional, no prohíbe las corridas, pero fija numerosas limitaciones para su celebración e impide que se hiera o mate al toro.

En ese contexto, el Coliseo Balear quizás esté ya a punto de vivir su ocaso como coso taurino. Sería un triste final para un espacio que después de casi nueve décadas ya forma parte, con todos los honores, de la mejor historia de la tauromaquia española.

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