El mexicano cortó una oreja en tarde de afanes para Hermoso y Cayetano y de ambición sin premio para Valadez en su confirmación

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ
 Con un solo rejón de castigo cambió el tercio Pablo Hermoso de Mendoza
 en el primer acto, en el que le costó mantener en pie al de Bernaldo de
 Quirós y tuvo que medir mucho el castigo e incluso la exigencia. 
Extraordinario fue el ajuste con Berlín al meterse por los adentros tras
 el toreo de costado, asemejando trincherazos tras el que cambió los 
trancos del hannoveriano para torear con los posteriores. Tremendo 
Pablo, que aprovechó así el celeo de un animal que carecía de raza. Eso 
permitió que le hiciese muy despacio la suerte al poner las cortas y al 
desplantarse con el teléfono, pero cayó perpendicular y trasero el rejón
 de muerte al segundo encuentro y debió conformarse el navarro con un 
ovación.
Con recortes genuflexos que pretendieron tener torería saludó Leo Valadez
 al toro de su confirmación en La México, un ejemplar vareado y bien 
musculado que le echó, sin embargo, la cara arriba en el percal para 
arruinar la brillantez del saludo. Acusó mucho las querencias el de 
Jaral de Peñas, que no mostró clase ni celo, tardeó en los cites del 
quite por chicuelinas de Valadez y hasta volvió ancas en el caballo. Muy
 complicado fue templar al descompuesto animal en la muleta, trapo que 
nunca quiso ver el de Jaral de Peñas, pero supo Valadez buscar la forma 
de encelarlo, que fue buscando ponerse delante de la huida del animal. Y
 no tuvo clase, volvió del revés y marcó las querencias, pero en los 
terrenos de chciqueros logró Leo arrancarle los pases y hasta dejar 
algún trincherazo de mucho mérito a favor de querencia. Mejor se centró 
el toro al natural, por donde también careció de clase, pero al menos 
tuvo más codicia y hasta humillación por momentos, siempre, claro está, a
 favor de tablas, que es donde estaban las querencias del manso. 
Inteligente anduvo el mexicano al cerrar la faena con bernadinas de 
valor y mucha transmisión, pero pinchó la labor y escuchó silencio.
 Cayetano regresó a La 
México con un toro altiricón y montado al que le faltó fijeza en el 
capote del madrileño para permitir el lucimiento. Entrega fue lo que 
echó de menos Cayetano en el inicio de doblones al que 
le tuvo que imprimir elegancia Cayetano donde le faltaba al animal. 
Molestó mucho el viento, que convirtió en una banderola la muleta del 
español, aunque se inmutó poco un firme Cayetano ante la embestida en 
oleadas que tendía a arrollar del animal. Algo mejor la tomaba al 
natural, pero debía el torero ayudarse con el engaño por el molestísimo 
viento reinante, que imposibilitaba el toreo con algo más de libertad. 
Un pinchazo antes de la estocada tendida no propició que pasease trofeo 
alguno y debió escuchar un silencio.
 Con una larga cambiada de rodillas en el tercio saludó Arturo Saldívar al
 geniudo y bien armado cuarto, toro alto y de veloz arrancada que le 
soltó dos coces al peto y a los capotes en los primeros tercios. 
Magnífico fue el inicio de muleta del mexicano, que aprovechó la 
movilidad y el temperamento del de Jaral para clavarse en los medios y 
encadenarle arrucinas de infarto con un cambio de mano monumental para 
abrir boca. Pleno de valor y de intensidad Arturo, que anduvo decidido e
 inteligente con un toro que no tenía en absoluto tanta franqueza. Ni un
 mohín, ni un ademán de desentenderse del tremendo compromiso de la 
tarde. Todo puesto en la muleta, todo volcado sobre la transmisión del 
animal, sobre el que puso Saldívar su tremenda capacidad y su seguridad 
pasmosa. Dos fueron las claves de un trasteo siempre intenso; la 
búsquedad del toreo por abajo y la entrega completa del mexicano. Una 
estocada dejó paso al paseo de una oreja. 
 Con Barrabás paró Pablo Hermoso al cárdeno de Bernaldo de Quirós
 que hizo quinto, y le costó encelarlo tanto como partir el primer 
rejón, porque fue entonces cuando terminó por centrarse el bovino. Y con
 un sólo rejón cambió el tercio el de Estella, que salió con Disparate 
en banderillas para cambiarle los trancos con hermosinas y clavar muy al
 estribo. Esperó mucho el toro en los quiebros, y tuvo que llegarle 
mucho con su caballo estrella para encelarlo y lucir el tranco del 
equino. Salió el estellés con Donatelli para culminar con sus levantadas
 y giros el tercio de banderillas, en el que ya estaba muy aplomado el 
de Bernaldo de Quirós. Un rejonazo defectuoso permitió la ovación, pero 
no el paseo de ningún trofeo.
 Al sexto le pegó Cayetano
 dos largas cambiadas de pie que pretendieron ahondar un poco más en las
 condiciones física y anímica del animal, que no le respondió, sin 
embargo, como él pretendía.
También a este le inició la labor con la 
muleta con un manojo de doblones que le exigieron al toro y pusieron 
torería al inicio. Pero hubo poco más en la faena al de Jaral de Peñas, 
porque se quedó pronto sin opciones Cayetano y tuvo que poner fin a su 
actuación con una estocada defectuosa que no le permitió pasar del 
silencio.
El séptimo acto se abrió 
con un toro de digna seriedad ara La México pero que también exhibió una
 alarmante falta de entrega y un desentendimiento acusado en el primer 
tercio en el capote de Arturo Saldívar. Tanto que 
regateó y trató de eludir la vara en el penco. Muy distraído se comportó
 en las navarras que intentó Valadez y que tuvo que desistir de abrochar
 el mexicano. Y se afanó Arturo con la muleta para esperarlo y trazar 
con ligereza sin que le tropezase en absoluto el animal. Le respetó la 
distancia, le conquistó el terreno y fue cogiendo el pulso con precisión
 para trenzar las series a penas con u   giro de talones. Gazapón el de 
Jaral, temperamental cuando acometía con genio y rajado cuando 
comprendió que no podía ganar la batalla, siempre con la cara por las 
nubes. Pinchó en varias ocasiones y escuchó silencio.
Cuando salió el cierraplaza
 ya habían abandonado su localidad muchos espectadores, que sucumbieron 
al frío reinante para dejar más frío aún el ambiente en La México cuando
 se abrió de Capa Leo Valadez. Por eso quitó por 
zapopinas el de Aguascalientes, que buscó el calor entre el gélido 
viento que soplaba inclemente. Y lo que tuviera dentro el animal lo 
quiso Leo pronto y en la mano, para que no le ocurriese lo que a sus 
compañeros con los hermanos de camada. Encontró bien la altura precisa y
 le supo perder pasos para fomentarle la repetición y lograr la tan 
necesaria ligazón. Anduvo firme y sin dudas Leo, estructurando con mucho
 sentido y buscando siempre la variedad, pero le faltó enemigo para que 
rompiese la faena. 
FICHA DEL FESTEJO
Monumental Plaza de toros México. Temporada Grande. Corrida de toros. Algo más de tres cuartos de entrada.
Seis toros de Jaral de Peñas y dos para rejones de Bernaldo de Quirós,
 primero y quinto. De nobleza sin raza ni empuje el primero; desordenado
 y manso el aquerenciado segundo; sin fijeza ni entrega el mansurrón 
tercero; de gran transmisión y movilidad sin clase el cuarto, premiado 
con arrastre lento; de más voluntad que poder el aplomado quinto; 
mansurrón y sin entrega el sexto; deslucido y sin clase alguna el 
séptimo; de movilidad descompuesta el octavo.
Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y ovación.
Cayetano (tabaco y oro): silencio y silencio.
Arturo Saldívar (azul noche y plata): oreja tras aviso y silencio tras aviso.
Leo Valadez, que confirmaba alternativa (blanco y plata): silencio y silencio.
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