—Quizá no le han 
llamado para Castellón y Valencia porque en los dos festejos se lidian 
toros de Bohórquez, que dijo que no quería torear.
—En
 Castellón y Valencia no me hubiera negado. Lo dije sólo para Sevilla y 
Madrid, donde el ruedo es grande, se lidia otro toro y hay otra 
exigencia. Después de cuatro años matando la de Bohórquez sin suerte, 
pedí otro tipo de toro. No tengo nada contra esos toros, he triunfado 
con ellos varios años pero creo que, en el momento en que están, no son 
los más adecuados para el espectáculo que quiero dar.
—Lo
 normal es que las figuras intenten aliviarse. Usted, en cambio, pide un
 toro más fuerte, con más movilidad, y se lo niegan. Suena paradójico.
—Es
 una muestra de respeto al público y de mayor exigencia, para mí. El 
rejoneo no debe ser sólo cortar orejas: con un toro que se mueva más, yo
 puedo transmitir más emoción.
Ha abierto la Puerta del Príncipe diez veces, más que ningún otro rejoneador. ¿Qué ha pasado, este año?
—Nadie
 pensaba que yo no toreara en Sevilla, este año. Pensábamos que se 
buscaría una solución. Propusimos dos: que hubiera dos corridas de 
rejones o que interviniera yo en una mixta: ya lo hice, en el 2008, y 
salí en hombros. Se negaron a las dos cosas. 
—Ha reaccionado anunciando que matará seis toros, en Espartinas. ¿Le hubiera gustado hacerlo en Sevilla?
—¡Por
 supuesto! Lo he hecho ya en Huelva, en Ronda y en Sevilla, con buen 
resultado. Supone un gran esfuerzo, hace falta tener una cuadra muy 
amplia y sentirse muy seguro.
—Ha elegido la misma fecha en que hay corrida de rejones en Sevilla: parece una declaración de guerra…
—No
 quiere serlo. La Maestranza tiene su abono, nosotros partiremos de 
cero, en la taquilla. Me lo han pedido muchos partidarios míos que 
acuden a Sevilla, en esas fechas. El público decidirá a qué espectáculo 
prefiere acudir.
—En Madrid, donde ha abierto la Puerta Grande 14 veces, ¿qué va a pasar?
—Todavía
 no hemos hablado. Cumplo este año veinte de alternativa y quiero algo 
especial: una corrida de seis toros o un mano a mano con Pablo Hermoso 
de Mendoza, la otra gran figura. Lo de los seis toros llevo ya dos años 
pidiéndolo: en su primer año como empresario, Simón Casas me dijo que no
 era el momento; que, en el futuro, lo podíamos hablar. Lo vuelvo a 
pedir, para este año. El mano a mano con Pablo tendría mucho gancho para
 el público, al que todos nos debemos.
—Si no aceptan que mate seis toros ni un mano a mano con Hermoso de Mendoza, ¿no vendrá a San Isidro?
—Lo confirmo plenamente: si sólo me ofrecen un cartel de tres rejoneadores, no estaré en San Isidro.
—Esa decisión, ¿no sería muy perjudicial para usted?
—¡Desde luego! También, para todos los que desean verme, en Madrid, con la máxima exigencia.
—Su temporada se está poniendo muy difícil
—No
 es una novedad. Hace años que no toreo en Zaragoza ni en Nimes (la 
última vez, corté un rabo). Todavía no he debutado en Pamplona, Vitoria 
ni Logroño; en Bilbao, sólo he actuado una vez… El público debe opinar 
si es justo.
—¿No está exigiendo mucho?
—A
 las figuras del toreo a pie se les tiene en cuenta, a la hora de elegir
 el ganado. ¿No se merece lo mismo un rejoneador? Sobre todo, si no 
busca aliviarse sino dar un espectáculo mejor. 
—Mucha gente no entiende bien qué significa la alternativa, en el rejoneo.
—Como
 en el toreo a pie, supone matar toros, en vez de novillos. Un matador a
 pie ya nunca torea novillos. Algunos rejoneadores, en cambio, aceptan 
torear novillos, en plazas menos importantes. Eso no da categoría al 
toreo a caballo.
—Todo lo que tiene lo ha logrado con su esfuerzo.
—Procedo
 de una familia muy humilde pero mi padre siempre me ha apoyado. Al 
comienzo, lo pasamos fatal: no teníamos dinero para reunir caballos, ni 
para comprar vacas. La profesión de rejoneador es muy costosa.
—¿Se considera rejoneador portugués o español?
—Intento
 conjugar las dos cosas: nací en Portugal pero, desde los tres meses, 
vivo en España, también me considero sevillano. Antes, el rejoneo tenía 
más pureza en Portugal; ahora, quizá un poco más, en España, gracias a 
una serie de grandes figuras.
—¿Cuáles son sus referencias artísticas?
—Joao Moura, Javier Buendía, Manuel Vidrié; los Peralta, Álvaro Domecq; Pablo Hermoso de Mendoza, Ginés Cartagena…
—Ha evolucionado desde la espectacularidad hacia el clasicismo.
—Al
 comienzo, no tenía caballos de alto nivel y necesitaba triunfar a toda 
costa: me entregaba por completo y eso llegaba a la gente. Si no cortas 
orejas, no subes peldaños. Pero siempre tuve muy claro a dónde quería ir
 y ahora lo estoy consiguiendo.
—¿Qué significó el indulto de Murcia?
—Ha
 sido la tarde más importante de mi carrera. No es cierto que, en 
rejones, el toro no necesite humillar. Igual que a pie, ha de tener 
fijeza, temple, duración. Este toro de Los Espartales tuvo todo eso. 
Indultar un toro tan bravo es bueno para la ganadería y para nosotros.
—Esa tarde también toreó a pie, como otras veces.
—Me
 encanta, desde chico. En casa, toreo muchas becerras. Si mi padre no 
hubiera sido rejoneador, quizá yo hubiera intentado ser torero a pie.
—Suele decirse que es mucho más arriesgado torear a pie que a caballo.
—No
 lo creo, las dos cosas tienen su riesgo y su gran dificultad. Algunos 
genios del toreo a pie, como Juan Belmonte, Carlos Arruza y Paco Ojeda, 
no llegaron a esa altura, como caballeros. En los dos terrenos, ser 
figura es dificilísimo, hay que saber cuándo debes arriesgar mucho. A 
pie, dependes más de ti mismo; a caballo, dependes mucho de tu montura.
—¿Cuántas horas diarias dedica a montar?
—Habitualmente, de ocho a diez; antes de las grandes Ferias, más.
—¿No se cansa o se aburre?
—El
 cuerpo está acostumbrado. Peor es el cansancio mental: a veces, a las 
diez de la noche, con frío, te dicen que te quedas fuera de una Feria y 
te preguntas si vale la pena… Los aficionados te animan mucho, con su 
apoyo. Y el toreo a caballo nunca me cansa, sigo con la misma ilusión 
del primer día.
—En este momento, ¿cuántos caballos tiene?
—Preparados
 para torear, 25. Muchos de ellos son nuevos, van a debutar este año. Y 
otros 75 más, entre yeguas y potros. Algunos más, en América. Desde hace
 años, yo los preparo; casi todos, han nacido en casa. Comienzan a 
actuar en público hacia los 4 años y duran hasta los 16-17.
—Todo esto supone una organización económica importante.
—Muy
 grande. Al personal, las instalaciones y los transportes hay que unir 
las vacas, para el entrenamiento. Muchos rejoneadores no tienen lo 
gastos que yo tengo. Lo compenso algo vendiendo a otros compañeros los 
caballos que a mí no me sirven. Todo mi toreo depende de ellos: cada uno
 tiene su personalidad, es el adecuado para un tipo de toro y para 
realizar una suerte. Ahora mismo, tengo una cuadra muy completa: eso me 
permite ensayar nuevas suertes y plantearme nuevos retos.
—¿Le afectan tantas polémicas?
—Personalmente,
 no: sé muy bien lo que puedo hacer. Por eso me arriesgo a dar este 
paso: quiero torear en San Isidro mano a mano con Hermoso de Mendoza o 
yo solo, seis toros. Sí me siento tocado, como aficionado. Cuando se 
ataca tanto a la Fiesta, tenemos la obligación de atraer al público con 
el mejor espectáculo que se pueda. 
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