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viernes, 2 de marzo de 2018

El viento lastra una notable novillada de El Freixo

FERIA DE OLIVENZA

Juanito, Toñete y Marcos cortan una oreja con los tres mejores utreros de El Juli -soberbio de ritmo el quinto-; brutal paliza a la novillera María del Mar Santos; sorprendente debut de Alejandro Adame, negado con la espada.

 

Natural de Alejandro Adame al último novillo de El Freixo ALFONSO BLANCO



La lluvia de furia ciega dio paso a un viento inclemente y racheado. El agua creó un lago sobre la carpa de plástico. Retirada la protección, vaciada la piscina, quedó un ruedo casi perfecto, sólo con sombras de charcos. Las esclavinas de los capotes de paseo de los novilleros abofeteaban el rostro de los novilleros, que eran seis: María del Mar Santos, Juanito, Alfonso Cadaval, Toñete, Marcos y Alejandro Adame.

Los utreros de El Juli (El Freixo), el gran ausente de esta feria de Olivenza ideada para homenajear sus 20 años de alternativa, no empezaron con buen pie. Un novillo altote, montado, violento y de muy escasa humillación, se lo puso difícil a María del Mar Santos con sus topetazos. Bruscos como el viento. De algún modo algo más accesible por el izquierdo -la acometida por el derecho se venía muy recta y por dentro-, Santos peleó contra todo corajudamente. Incluida su experiencia. Se tiró a matar con fe y valor de ley. El bruto le tapó la salida, la prendió por el bajo vientre, la elevó en un primer derrote y en el segundo le arrancó el chaleco de cuajo. Las cuadrillas la recogieron desmadejada.

Quiso volver desde el callejón, pero se desvaneció. El novillo rodó muerto de la bizarra estocada. No hubo noticias de cornada en la enfermería. Sólo la brutal paliza. Los médicos, precavidos, la enviaron al hospital Infanta Cristina de Badajoz para hacer una exploración a fondo.

Regresó la lluvia. Juanito inició el saludo a la verónica de rodillas y también la faena. Entretanto, un quite por caleserinas y una larga vistosa. En ella, el novillo de El Freixo se desplazó humillado y con buen estilo por su pitón zurdo. Lamentablemente la muleta se ponía en horizontal sobre el albero golpeada por la ráfagas del viento. Montada la ayuda, pudo ligar más y más limpiamente en redondo.

Aplacado Eolo, la faena creció en asiento con la mano baja. Por uno y otro lado el novillo ponía su parte de calidad. Juanito apretó de nuevo de hinojos y con apuros. También por bernadinas cambiadas con la verticalidad recuperada. Apurando todo del pupilo de El Freixo. Hasta el aviso y la oreja. Con un pinchazo de por medio.

El vendaval impidió el lucimiento con el capote de Alfonso Cadaval. Antonio Catalán "Toñete" quitó por gaoneras con atrevimiento. El novillo apuntó ganas de irse sueltecito en el caballo. Ganas que contuvo, entre algún amago a tablas, en la muleta. Cadaval sufrió -ese doble sufrimiento de quien hace de tripas corazón- para acoplar a su estilo clásico el aire racheado, las arrancadas notablemente aprovechables y ese punto de fuga que nunca terminó de ser. Las mejores series llegaron al final sobre la mano derecha. Ya más desentendido el novillo, que cuando atacó en serio se empleó con repetición y desplazamiento. Agarró el sevillano hueso antes de la estocada y después de un recado presidencial.

Las condiciones climatológicas condicionaron los terrenos elegidos, forzosamente cerrados, por Toñete. El cuarto de El Freixo desarrolló fijeza y codicia. Para haber visto su encastada condición más en los medios. De la estética de los doblones de apertura al oficio adquirido, la técnica trabajada, la colocación abierta y la ligazón impuesta. Las luquecinas de despedida trajeron el ajuste y la emotividad. Encaró el volapié con encomiable rectitud. Los efectos retardados de la estocada levemente desprendida acarrearon un aviso. Un trofeo premió su actitud evolucionada.

Como un huracán se presentó Marcos por largas cambiadas, que contrastaron con la serenidad de las verónicas. El novillo apuntó ya un son extraordinario. Derribó por los pechos en el caballo. El chaval brindó al cielo en memoria de su abuelo Domingo Hernández. Y se clavó por pases pendulares. La lluvia amansó el viento. Niñero tuvo tres series de derechazos de enorme ritmo en el largo trazo ligado del espigado salmantino. La izquierda no halló el punto inmaculado. A embestida más gastada, Marcos buscó valerosamente los terrenos de cercanías. Amarró con la espada la oreja justa -incluso se pidió la segunda generosa y levemente- y se ovacionó en toda justicia el arrastre de Niñero.

Alejandro Adame marchó a portagayola en su debut con caballos. Rara sonó la música en tan arriesgado trance de apurada resolución. El frenazo del sexto de El Freixo trajo apuros. El menor de los Adame no se arredró. Todo lo contrario. Un quite por aladas y ajustadas chicuelinas así lo demostró. Sorprendió el mexicano por su planta y sentido del toreo. Y del temple. También por su encaje y verticalidad. Manejable el novillo sin las excelencias de otros. Ausente el ritmo, que no la obediencia. Carencias en la limpieza de la embestida de cara suelta. Un desarme fue la consecuencia, cuando el diapasón de la faena decaía, entre los muletazos de mayor calado y personalidad. Enormes los pases de pecho y algún que otro detalle como un trincherazo de cartel. La impericia desastrada con el acero emborronó todo lo hecho. Que fue mucho. La corona de un par de avisos manchó el expediente de su actuación.Como el prólogo y el epílogo de la novillada de El Freixo su notable contenido.

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