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miércoles, 11 de abril de 2018
Buen toreo sin espada de Pablo Aguado en la Feria de Abril de Sevilla
En este lluviosísimo abril, da gusto ver brillar, al sol, la joya que es la Plaza de los Toros sevillana, aunque haga frío. Torrestrella fue una de las ganaderías triunfadoras de la pasada temporada, con corridas encastadas y bravas. (Una prueba clara: desde hace años, las primeras figuras la rehúyen).
Esta tarde, salvo el flojo primero, todos han tenido interés: da gloria verlos arrancarse al caballo de lejos, galopando. Eso ha propiciado también el lucimiento de los picadores Expósito y Cordero. Luego, resultan difíciles cuarto y quinto; buenos, segundo, tercero y sexto. Ha sido menos buena que la del año pasado pero con casta e interés.
Reúne el cartel a tres jóvenes diestros sevillanos, que atraen a sus grupos de partidarios. Más allá de la anécdota, no olvidemos que no son iguales todos los sevillanos: hay serios y chistosos, laboriosos y vagos… Tampoco son iguales los toreros de esta tierra: El Espartero y Curro Romero; Chicuelo y Sánchez Mejías… Lo mismo sucede con los matadores de esta tarde, que muestran tres estilos distintos.
Javier Jiménez, de Espartinas, sigue claramente la línea de Espartaco, centrada en el dominio del toro y la entrega. Ha logrado ya abrir la puerta grande de Las Ventas. Esta tarde, le toca el peor lote.
El primero, un precioso colorado, pronto claudica. Javier sólo puede mostrar firmeza y oficio pero el toro no permite lucimiento. Se llama “Empresario”. ¿Están tan flojos los empresarios españoles? ¡Seguro que no! El cuarto escarba, espera y pega arreones. Se luce Chacón, en emocionantes pares. Brinda a su apoderado, José Luis Peralta. El toro protesta y cabecea, no es fácil. A fuerza de tragar, saca alguna serie lucida; arriesga con mérito pero prolonga, como en el otro, y recibe un aviso.
De novillero, Lama de Góngora hizo concebir grandes ilusiones a los sevillanos, por su pinturería (una cualidad que hoy, por desgracia, es muy poco frecuente). De matador, llegó el parón y ha toreado en Méjico; reaparece ahora en España, con un nuevo apoderado, Guillermo García Palacios.
El segundo va de largo al caballo, transmite, humilla. Este diestro tiene personalidad, un aroma a toreo antiguo que llega pronto al público, en seguida suena la música. Parece que va a haber faena grande pero la res se va quedando corta y las ilusiones no cuajan. El quinto es complicado. Lama porfía, sin amilanarse, y saca algún muletazo bueno, con clase. Esta vez, logra una buena estocada.
En San Miguel, al final de la pasada temporada, tomó la alternativa Pablo Aguado. Ésta es su segunda corrida como matador. Los sevillanos saben que acaba de perder a su padre y aplauden a la madre, cuando recibe el brindis del tercero. Logra series al natural francamente buenas, con estilo clásico; remata con algo tan sevillano como los naturales de frente, al estilo de Manolo Vázquez.
Tiene el triunfo en el bolsillo pero lo estropea todo con la espada. ¡Para matarlo! El último, que protesta en el caballo, lo brinda a Curro Romero. El comienzo por bajo es primoroso; lo embarca con facilidad y mucho gusto, Haciéndole las cosas bien, el toro ha ido a mejor. Único fallo: prolonga la faena cuando sale de la suerte garbosamente, con el público entregado, y la faena ya estaba hecha (un vicio actual muy común). Todavía le aplauden mucho el rematar el pase de pecho mirando al tendido (lo menos valioso de todo lo que ha hecho). Y vuelve a pinchar… El público maldice en arameo. A la segunda, logra la estocada y la gente exige la oreja. Si acierta con los aceros, hubieran sido dos, en total.
Adaptando una saeta a la Macarena, exclama mi vecino: “¡Qué ganas tiene Sevilla / de ver triunfar a estos chicos!” Es verdad y es lógico: además de paisanos, los conoce desde el comienzo de su carrera y valora sus cualidades. Esta tarde, ha lucido sobre todo el buen aire torero de Pablo Aguado; más, si se tiene en cuenta que es su segunda corrida. Recuerdo una película de Gary Cooper:
“Caballero sin espada”. Pero sin matar bien no se puede salir adelante en esta profesión. Tiene que entrenar más la suerte suprema. Como siempre se ha dicho, es “la hora de la verdad”. Si logra remediarlo, puede ser un buen torero.
POSTDATA. El de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte es uno de los libros de tema taurino más populares. Chaves no era aficionado a los toros pero sí gran periodista y amigo del genial torero, cuyos testimonios recogió con brillantez. Vengo de ver, en Las Ventas, una interesante exposición sobre el tema, que debería venir a Sevilla. Aquí, esta misma tarde, José Luis López ha organizado un concierto, siguiendo ese hilo conductor. Mi consejo es muy simple: si no lo han hecho ya, corran a leer este libro. Sean aficionados o no a los toros, les apasionará.
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