Javier Castillejo, a su madre: «Si no me dejas ser boxeador, voy a ser torero»
El boxeador ocho veces campeón del mundo se sube al ring de la Fundación del Toro de Lidia
Manuel Díaz «El Cordobés» y Javier Castillejo, frente a frente - Gtres Rosario Pérez@CharoABCToros En pasadas declaraciones a ABC, Javier Castillejo
decía estar «un poquito jodido y enfadado» con nuestro país por no
llegar a comprender del todo el boxeo, un deporte que le hizo ocho veces campeón del mundo. La sensación del bautizado como Lince de Parla es compartida también por muchos profesionales del toro, que a veces no se sienten respetados pese a ejercer un arte legal y catalogado como patrimonio cultural.
«¿Qué
necesita el boxeo para ser reconocido de verdad en España?», se le
preguntaba en una entrevista en este diario con motivo de la publicación
de «Asalto al cielo», obra de Jorge Sanz Casillas, periodista de ABC. «Esa pregunta me la he hecho yo durante los 21 años que he boxeado», respondía el boxeador.
Curiosamente, este primer espada del boxeo tuvo su primera «puerta grande» en el ruedo de la Cubierta de Leganés. Javier Castillejo es un amante de la Fiesta y, con el mismo valor que mostraba en el ring, no oculta su pasión por la tauromaquia. Donde otros no se atreven a dar la cara, Castillejo ha dado otro paso al frente y no ha dudado en alistarse al Club de Amigos de la Fundación del Toro de Lidia
para apoyar económicamente su defensa y promoción. Y no solo eso,
también acude de vez en cuando a las plazas, como se ve en imágenes que
ha colgado en sus redes, caso del brindis de Manuel Díaz «El Cordobés» en la corrida solidaria de Parla, donde protagonizan un divertido en cuentro. Javier Castillejo-Matías NietoAunque
lo suyo fueron los guantes y no la muleta, entrenó con aspirantes a
torero y llegó a hacer sus pinitos con las telas. Así lo cuenta Sanz
Casillas en su libro: «En ese periodo amateur, uno de los pocos que
consiguió batirle fue José Luis Serrano, con quien se enfrentó en dos ocasiones. Se midieron por primera vez en la antigua plaza de toros de Parla,
que era prácticamente de chapa, como las que se utilizan en las fiestas
de los pueblos. Era un sitio con gracia, al que Javier acudía de vez en
cuando para entrenar con algún torero aficionado y de
paso coger un capote, hacer el indio. Javier se impuso en ese primer
combate con claridad: venció a los puntos pero mostrándose superior».
Admiración a los toreros
Castillejo
siempre ha sentido admiración por los toreros y no solo por los que han
llegado a ser máximas figuras, sino también por aquellos que luchaban
por su sueño en la Casa de Campo. Así lo narra nuestro
compañero abecedario: «En Casa de Campo, Javier coincidía con algunos
toreros, cuya rutina consistía en caminar durante horas. Él les decía
que corrieran, que parecían de la tercera edad, pero en verdad les admiraba.
Después del entrenamiento de la mañana comía en casa con Marta y por
las tardes se iba en coche al gimnasio del Vicente Calderón, donde
coincidió entre otros con Manolo Calvo hijo y Óscar “Rayito” Sánchez». Cristina Sánchez y Javier CastillejoTorero y boxeador comparten muchos valores y sacrificios en el combate de la vida. Y ambos tienen como inseparable compañera a la soledad.
Solos en el patio de cuadrillas, solos en el redondel, solos en el
cuadrilátero, solos frente al toro, solos frente al contricante. La
soledad, a su vera siempre, cada vez que se la juegan. «Esto es como
torear. Te dicen: “Venga, arrímate. Venga, a la derecha”,
pero el que está delante del toro eres tú. Tú estás delante del hombre
que te está dando y al final el que hace y deshace es el boxeador»,
confiesa en esta joya imprescindible para todos los amantes del boxeo.
En el libro se desvela también una curiosa anécdota, en la que Castillejo llegó a decir a su madre que, si no le dejaba ser boxeador, se haría torero.
Pasen y lean a continuación cómo se enteró su madre de la afición de su
hijo, una afición por la que peleó y que le puso en el pódium de la
victoria hasta en ocho veces... España perdió un torero pero ganó un
boxeador, que bien hubiese merecido un pasodoble a «los más grandes».
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