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domingo, 15 de abril de 2018

Recordando a don Ángel en la Feria de Abril



Andrés Romero corta dos orejas y Sergio Galán y Lea Vicens logran un trofeo


Lea Vicens, que brindó al cielo, en un momento de su actuación
Lea Vicens, que brindó al cielo, en un momento de su actuación - Efe
 
  La corrida de rejones se ve teñida por dos circunstancias muy concretas: la ausencia de Diego Ventura (que ha reaccionado, actuando en solitario en la cercana Espartinas) y el fallecimiento de don Ángel Peralta. Los toros de Bohórquez dan buen juego, en general, aunque se paran primero y cuarto; el benévolo público exige dos trofeos –uno en cada toro– para Andrés Romero; uno, para Sergio Galán y Lea Vicens.

Sin entrar en polémicas, queda claro que, con la ausencia del indiscutible número uno actual del rejoneo, el cartel ha empeorado. El recuerdo de don Ángel Peralta pesa especialmente sobre Lea Vicens, su última alumna. Esta tarde, ella ha brindado al cielo su actuación.

A Sergio Galán, que rejonea con sobriedad y clasicismo, le toca el peor lote, dos toros que muy pronto se paran. El primero, dócil, le permite llevarlo lento pero con escasa emoción. A toro parado, clava desigual. Mata a la segunda.

El cuarto es distraído y soso. Con «Apolo», su estrella, cita muy en corto pero la res no se mueve. Aun así, a toro parado, logra dos brillantes pares de banderillas a dos manos. El rejón de muerte queda trasero pero le dan la oreja.

El onubense Andrés Romero es discípulo de Ventura. No escatima gestos, brindis ni alardes ecuestres. Al segundo, que sale con muchos pies, lo recibe a portagayola, con la chaquetilla en la mano, pero sin usarla. Brilla con «Guajiro» en los quiebros y vueltas. El rejón de muerte, caído, tiene efecto rápido: oreja. En el quinto, clava un rejón trasero, hace alardes sin toro, pasa un momento de apuro con «Caimán». La estocada produce derrame pero el toro rueda enseguida: oreja y petición de la segunda. Acierta el presidente: abrir, así, la Puerta del Príncipe hubiera sido claramente excesivo.

Se luce Lea cuando el tercero la persigue, en una vuelta completa; clava desigual; logra la suerte de la rosa a la segunda. Falla con el rejón de muerte. El último toro se desentiende pronto. Con «Bético», se luce galopando a dos pistas y clavando al violín. Levanta de manos a «Deseado» (igual que el mote de Fernando VII). El rejón de muerte queda muy trasero pero eso no es óbice para que el público exija un trofeo.

Sé lo difícil que es matar bien, desde el caballo, pero, en esta Plaza, se debería atender más a la colocación del rejón de muerte. No se trata de matar pronto sino de hacerlo bien.

Postdata. Entre las numerosas suertes inventadas o mejoradas por don Ángel Peralta figura la de la rosa, que se ha incorporado al repertorio de tantos rejoneadores: esta tarde, la ha realizado Lea Vicens. El maestro Antonio Burgos ha evocado su origen. Toreaba en Sevilla don Ángel y, en un momento de apuro, una espectadora, para hacerle el quite, le arrojó una rosa: «Yo me tiré del caballo, até la flor a una banderilla corta y le brindé la muerte, improvisando estos versos: “Para que no se asusten/ en la plaza las hermosas,/ a los toros, las heridas,/ se las cubriré de rosas”». En nuestras plazas de toros, todas las primaveras, florecerán de nuevo las rosas (como las de don Miguel de Mañara, en el Hospital de la Caridad) siempre que un rejoneador realice esta suerte, como recuerdo y homenaje a don Ángel Peralta.

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