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miércoles, 16 de mayo de 2018

«El corazón del Pirata Padilla», por Andrés Calamaro



El músico argentino escribe de puño y letra sus sensaciones en el adiós a Jerez de Juan José Padilla, que este viernes se despide de Las Venta



Roca Rey brindó una faena de rabo a Calamaro
 Roca Rey brindó una faena de rabo a Calamaro-Efe

ANDRÉS CALAMARO

Cuando «no hay toro» es prácticamente imposible torear de verdad; con transmisión, fantasía, repertorio y «algo más profundo que la estética». Podría decirse que el toro es como los instrumentos para los músicos, o la pintura para los artistas plásticos. Hay toreros que abrevian cuando el toro no sirve, pero esta voluntad solo se le permite a un torero muy importante que aparece cada cierto tiempo. Decir, para empezar de nuevo, que esta tarde que relataré fue de distintos grados de emoción y espectáculo. Asistimos al éxtasis de un sexto toro de la tarde muy bien entendido por Andrés Roca, esta vez Roca Rey de Jerez de la Frontera. Supo entender a un animal que había sido protestado por parte del público; bordar una faena de escándalo con un toro que no presenta condiciones intactas, nobleza y fuerza... es de antología y el sábado lo fue.
Juan José Padilla, bandera pirata en mano
Juan José Padilla, bandera pirata en mano - Ep
La tarde resultó una dispar prueba. Alguna vez, el Pirata Padilla perdió un ojo frente a un toro que pudo haberle quitado la vida. Un torero nacido en esta tierra (Jerez de la Frontera), que dio un ejemplo de grandeza humana inolvidable. Corazón de quilates. Esta era su última tarde en Jerez. Un torero adulto, con demasiadas heridas en el cuerpo. Seis toros con tres lotes de dos toros, que se sortean entre los tres toreros. Esta tarde le tocaron mejores «Juan Pedro» a Juan José Padilla, en su última aparición jerezana. Con el primer toro pudo desplegar su estilo de valor, entrega, torería y banderillas de espectáculo. Le cortó una oreja a ese primero, pero se jugaba una despedida grande con el cuarto, que brindó a sus padres. Entonces desplegó todo su repertorio con ganas. Pero falló con la espada. Un error más le habría arrebatado su última puerta grande en la ciudad que le vio nacer y repartir el pan, pues Padilla era panadero, y esta era su última postrera de pirata torero. No le permitió al toro venirse abajo, lo citó de rodillas y lo mató a la segunda con una estocada bien puesta, que le valió los dos apéndices y la gloria de un Jerez que lo aplaudió a rabiar… Hay gente que solo necesita mirarte una vez a los ojos para entender.

Admiración

Antes del primer toro se acercó al burladero donde estaba yo. El sábado vi los toros desde el callejón de la trastienda de toreros, cuadrillas, ganaderos, médicos y empresarios... Padilla me dio un abrazo, se declaró admirador de mi obra y me agradeció mi defensa permanente de este mundo, de algo que ya no puede sacarse de la sangre una vez que se te mete. Después de matar al cuarto vino a darme un abrazo de puro sentimiento, y ya no sé lo que nos dijimos...

En el callejón me encuentro con gente que me conoce de otras plazas en todo el mundo. En el callejón vale un guiño, un gesto que viene de vuelta. Los abrazos profundos con mis amigos y el respeto de todos. Por la tarde, toqué la puerta de José Antonio (Morante) para saludarlo. Somos amigos. Se rió un poco de mi reciente afición al boxeo (Morante boxea y entrena boxeo hace años). Me dijo que estaba más flaco… Y lo dejé por si quería echarse una siesta.

En el callejón vino a darme un abrazo, le elogié el traje de luces, en negro y dorado con detalles floridos en colores. Mi amigo no tuvo la mejor fortuna con el lote. Con el segundo, abrevió después de dejar detalles. Pero el quinto parecía imposible de torear. Ocurre que era el regreso a los ruedos de José, El Moro, después de nueve meses sin torear... Entonces Morante le puso voluntad, la voluntad que el toro ya no tenía, y no ahorró minutos hasta cuajar una faena completa y matar a la segunda. Saludó desde el burladero porque el reclamo del público y el presidente de la plaza era un formidable aplauso de pie...

El má artista

Cuando terminó la tarde me acerqué para darle un último abrazo. Por lo menos hasta el sábado próximo cuando le vea torear de nuevo. Lo que pasa con Morante es que es el torero más interesante de la actualidad, el más artista. Y todo el mundo lo sabe. Nadie puede dejar de mirarlo: cómo camina, cómo fuma un puro habano, a quién saluda... Y cómo deja detalles de genio con el capote y la muleta. Demostró una voluntad digna de un regreso enmarcado en Jerez y convirtió el silencio en aplausos calientes.

José María Manzanares es un torero grande de verdad. Cuando torea le cantan saetas, cante flamenco desde las tribunas (dicen que le cantó Capullo de Jerez desde la grada, pero no está confirmado), tiene un temple, una elegancia y una profundidad que le hacen un maestro extraordinario. Es modelo de Dolce & Gabbana y torero de primerísima línea. Y es muy buena persona. Iré a verle cada una de las tardes que toree en Madrid y donde pueda.

Otro que me escribió es Roca Rey. El gesto del viernes es imposible de olvidar, recuerdo que nos va a durar toda la vida a los dos. Como despedir al Pirata en su última tarde jerezana.

CODA: No importa cuán directa sea nuestra relación con el toro, pero todos tenemos una responsabilidad para la existencia y esencia de la tauromaquia. Yo tengo mi responsabilidad, aunque no estoy seguro cuál es. Un extranjero que a veces está donde tiene que estar. Un ácrata que jamás va a reconocer entidad, asamblea o referéndum que venga a recortar sus libertades. Ni Gobierno ni correntadas de opinión diluidas en la repetición constante de falacias.

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