Vuelven las reses de El Puerto de San Lorenzo,
después de su éxito en la Feria de Otoño, que propició el triunfo de
Perera. Lidia esta vez un buen encierro, con un toro excelente, el
segundo, y tres, manejables. Paco Ureña corta una oreja y, por la
espada, pierde otra (y la salida en hombros); El Fandi carga con el peor
lote y López Simón queda a medias. Paco Ureña intenta zafarse del toro-Paloma AguilarLlega El Fandi
feliz, acaba de indultar un toro en Andújar. Esta tarde, no tiene
suerte, en su lote. El primero, abierto de pitones, se mueve pero pierde
las manos en varas. El diestro coloca bien los palos salvo,
sorprendentemente para su nivel habitual, en el par al violín. En la
muleta, el toro se aflige y embiste descompuesto, sólo puede mostrar su
oficio y mata caído. El cuarto mansea, se quiere ir. Banderillea David
con mucha seguridad, sin la espectacularidad habitual. En la muleta, el
toro huye a chiqueros y ha de limitarse a resolver los problemas con
profesionalidad. Mete la espada con facilidad, en tablas. No ha tenido
opciones.
Con toreo clásico y un valor que roza lo heroico, Paco Ureña
lucha por acercarse a la cabeza del escalafón. El segundo, acapachado
de pitones, galopa y repite con suavidad. Lo torea francamente bien, con
entrega y pureza, acompañando los naturales y llevando al toro detrás
de la cadera. Con ese estilo clásico, no encajan bien los remates, de
pecho, mirando al tendido (una moda que ha traído Talavante y que me
gusta muy poco). El público está con Ureña pero pierde el trofeo al
pinchar reiteradamente, dejando la mano atrás. Al quinto, alto y serio,
enseguida le echa la pata alante, en las verónicas. Se luce El Fandi
colocando al remiso toro en el caballo. Paco, muy firme, vuelve a
mostrar su clasicismo, le deja la muleta en la cara, logra que no se
vaya, aunque embista a media altura. Se entrega, con la espada, a cambio
de ser volteado y pisoteado: oreja. Ureña, entre los pitones del toro-Paloma AguilarCon Curro Vázquez como nuevo apoderado, López Simón
intenta remontar su carrera y depurar su estilo. En el tercero,
saludan, en banderillas, Vicente Osuna y Jesús Arruga, que sale de la
suerte andando, con torería. El toro es pronto y repite; Alberto se
queda quieto; algunas series tienen emoción pero el conjunto resulta
desigual. Deja media estocada arriba. El último se da una vuelta de
campana a la salida del puyazo (muy bien, como siempre, Tito Sandoval).
En la muleta, embiste con nobleza y suavidad, le deja estar a gusto pero
se le acaba pronto el gas. Cuando la faena decae, varios gritos
patrióticos levantan clamores. (¿En qué otro espectáculo sucede esto?).
El arrimón final ya no altera nada. Es volteado a la salida de un
pinchazo.
En el estilo de Paco Ureña se
transparenta una sinceridad casi ingenua que en Las Ventas se valora
mucho. Ha de mejorar con la espada: esta tarde, habría podido abrir la
Puerta Grande. Ha dado una vuelta triunfal, a los sones del pasacalles
«Los nardos», de «Las Leandras», del maestro Alonso: «Por la calle de
Alcalá…» Por su entrega y su verdad, es ya uno de los favoritos del
exigente público madrileño. Habrá que verlo con los toros de Victorino…
Postdata.
Me dijo el inolvidable Marcial Lalanda: «El público de Madrid es el que
menos ha variado, por seguir lidiándose aquí el verdadero toro. Siempre
se ha distinguido por su exigencia. Hay muchas normas eternas en la
Fiesta que forman parte de la esencia de la lidia y no deben
adulterarse. Por su exigencia en la defensa de esa pureza, mantengo yo
mis simpatías por la Plaza de Madrid». ¿Qué diría Marcial, si viera este
San Isidro? En Las Ventas, se han perdido muchas cosas (como en todas
partes) pero no todas: ésa es su categoría.
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