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martes, 8 de mayo de 2018
"Memoria de los 80": aquellos maravillosos años del 'boom' de la torería
Antoñete, sobre estas líneas, devolvió al toreo, con su reaparición, secretos perdidos EL MUNDO | 'MEMORIA DE LOS 80'
Alfonso Santiago relata en Memoria de los 80 los sucesos que convirtieron aquella década en inolvidable referencia del siglo XX.
Olía la década a torería. Aquellos maravillosos 80 deslumbraron a las generaciones anteriores de aficionados y causaron honda huella en la chavalería que entonces se acercaba a la fiesta brava sin tantas trabas ni prejuicios. Una serie de sucesos provocó la eclosión del toreo como fenómeno social. Sucesos y fenómenos chocando como placas tectónicas. El suceso de la reaparición de Antoñete y su geometría del clasicismo, a sus 50 años de humo, quebrantos y melancolías; el fenómeno de Espartaco, que blandió el cetro de máxima figura con su flequillo beatle a lo Palomo, su sonrisa a lo Benítez y la modernidad revestida de temple; el drama de las muertes consecutivas de Paquirri y Yiyo en Pozoblanco y Colmenar Viejo, a cientos de kilómetros de distancia y tan sólo 11 meses de diferencia (de septiembre del 84 a agosto del 85); el big bang de Paco Ojeda, el último revolucionario, tótem de la ligazón a ultranza.
Y la vuelta de Manolo Vázquez; la consolidación de figuras que venían de los 70 como Manzanares y Capea; el renacimiento de Ortega Cano, Roberto Domínguez y Julio Robles; la irrupción de la pureza abelmontada de Emilio Muñoz; la explosión definitiva de Victorino Martín como icono de la bravura con la corrida del siglo y el indulto de Velador (1 de junio y 19 de julio de 1982, respectivamente). Y la plaza de Madrid como cruz de guía de aquel boom de la mano del gran empresario que fue Manolo Chopera.
Todo lo cuenta Alfonso Santiago en Memoria de los 80 (Círculo Rojo), que se presenta el viernes en Las Ventas: "El objetivo de este libro no es demeritar el presente ni ninguna otra época. Pero sí aspira a dejar muy claro lo importante que fueron los 80 en el conjunto del siglo XX. Quería constatar todos aquellos sucesos y homenajear a todos aquellos toreros. Tan distintos y de épocas tan diferentes. Para mí y para una generación de aficionados fue una época maravillosa".
¿De qué manera influyeron en el subidón las muertes de Paquirri y Yiyo? "La repercusión social, por lo que en aquel momento representaban los toreros en la sociedad española, fue tremenda. Y también la conmoción a nivel taurino. Hacía muchos años que no ocurría un drama de aquella envergadura y los públicos se habían acostumbrado a que no pasase nada. Como si el poder letal del toro se hubiera perdido. En algunos sectores se hablaba con frecuencia del fraude".
Del magnetismo del libro, sacamos con el autor los tres pilares de la bóveda cósmica de los 80:
Espartaco: "Vive dos etapas distintas dentro de la década. En el año 84 medita hacerse banderillero. Y a partir del año 85, cuando obtiene el éxito de Sevilla que refrenda en San Isidro, se convierte en figura del toreo. Fue el gran mandón de estos años".
Paco Ojeda: "Irrumpe con la imposición de la ligazón absoluta. Se introdujo en los terrenos del toro. La personalidad, la autoridad y la rotundidad con las que lo hizo en un corto periodo de tiempo marcó las diferencias. Su mensaje de tauromaquia caló con mucha fuerza".
Antoñete: "Es el gran torero de la década de los 80. Es fundamental. Muchos aficionados mayores a nosotros no habían visto torear así, y quienes nos asomábamos a las plazas de toros por vez primera no habíamos visto colocarse de ese modo, citar de esa manera, torear con esa pureza... Incluso con imperfecciones. Pero eso formaba parte también de la magia de Chenel. Aquel salir y entrar de la cara del toro. Cómo llenaba la plaza. Para mí simbolizó lo que significaba el toreo. Y en el fondo él es quien inspiró este libro".
Memoria de los 80, memoria de lo nuestro.
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