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jueves, 7 de junio de 2018

Tablas en el Desafío Ganadero de Santa Coloma

FERIA DE SAN ISIDRO

Javier Cortés vuelve a ser cogido en su reaparición. Un toro de Rehuelga y otro de Pallarés apuntan calidad sin rematar. Curioso: un sobrero de domecq fue el duro.


Javier Cortés, entre los pitones del violento sobrero de Marca JAVIER BARBANCHO

El invento del Desafío Ganadero se concibió para que pudiese regresar a San Isidro la ganadería de Rehuelga -una de las destacadas de la edición de 2017-, que carecía de corrida completa. El duelo con Pallarés quedó desequilibrado desde el momento en que a Rehuelga le rechazaron uno de los tres toros presentados. Y no había más. Cuatro de Pilar Buendía (Pallerés) y dos de Rafael Buendía (Rehuelga) planteaban un partido casero y desigualado. En el ruedo la cal dibujaba distancias. Como si de una corrida concurso se tratase.

Fina, astifina y entipada lámina lucía el primero de Rehuelga. Que apretó en el capote de Iván Vicente. Derribó por los pechos en el caballo como por accidente y fijó la cara en el peto en el siguiente encuentro. Limitada la humillación. Blandeó no pocas veces. Contado su poder. Viajó con más recorrido por el pitón izquierdo. Y por ahí Vicente dibujó suaves naturales. Decía más la expresión del torero que la embestida santacolomeña. Una soberbia estocada elevó la tibia temperatura.

En un visto y no visto, el presidente Justo Polo devolvió al representante de Pallarés e igualó el desafío. Javier Cortés corrió turno. Ancho de pechos, descarado y cárdeno como todos el nuevo toro de Pallarés. Cortés jugó con las distancias en el primer muletazo de cada serie. La inercia entonces empujaba hacia delante. Luego, no se salía de la muleta. Cada vez menos, reponiendo. JC derrochó firmeza, encaje con la embestida escasamente humillada y contundencia con el acero.

El bajo y recortado último pupilo de Rehuelga hacía honor a su estirpe: 475 kilos de astifinísima seriedad. La fijeza en el peto y en los engaños no fue acompañada por su fuerza precisa. Y su esbozada calidad se dormía en la muleta de Javier Jiménez. Que firmó los más notables pasajes al natural cuando prescindió de los toques.
Al veleto e imponente quinto de Pallarés -los kilos no son trapío y sus 480 lo demostraban- lo picó Héctor Vicente con tino. Alegre respondió por tres veces el toro en los diferentes metros. Su hermano Iván cinceló en el prólogo de faena un cambio de mano monumental, transfigurado en un natural inmenso. Ese era el pitón del toro. Y justo entonces volvió a enredar el viento, presente toda la tarde.

 La buena humillación en el embroque se perdía en el final del muletazo. Los caros naturales quedaban aislados. Y por el derecho el toro no descolgaba igual. El desentendimiento del santacoloma fue a más. Y la faena, a menos. No se redondeó nada y la espada ahora no funcionó igual. La ovación esta vez fue en justicia para el toro. Que empataba en calidad (sin finales) con el tercero de Rehuelga.

El sobrero cinqueño de Marca fue el peor. Duro el domecq. Basto, jabonero, violento y a la defensiva. Venía al paso y midiendo. Y derrotaba cuando llegaba a la jurisdicción del torero. Cortés, héroe del Dos de Mayo, que reaparecía de aquella cornada, sufrió una terrorífica voltereta. Y una nueva muesca en su cuerpo: un puntazo en el mismo muslo. Y una posible fractura de muñeca pendiente de estudio. Con semejante paliza, mató al bruto como pudo.

El sexto, el último de los cuatro cinqueños de Pallarés, se antojaba un zambombo de 624 kilos. Una diferencia de 144 con el anterior de Javier Jiménez. Agustín Romero cuajó un gran tercio de varas. El gordo santacoloma se agarró mucho al piso. Parado finalmente. JJ trató de provocarlo sin frutos. Mucho más escasos que los pocos que dio la tarde.

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