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miércoles, 11 de julio de 2018
Juan José Padilla, el héroe cosido a cornadas
«Los toreros se recuperan antes toreando, es una manera de disipar las tinieblas, las posibles dudas. Ellos prefieren estar delante de la cara del toro», asegura su hombre de confianza, Diego Robles.
¿Hay zona del cuerpo del maestro que no tenga el «tatuaje» de un pitón? «Tiene en todos los sitios. Y hay partes, como el muslo, donde tiene costurones unos encima de otros. También ha sufrido fracturas de clavícula, costales...». Son muchas sus heridas de guerra desde novillero, cuando ya un astado le partió el muslo, aunque aquella de Zaragoza en la que perdió un ojo está herrada a sangre y fuego. Ni aquel brutal percance venció a su espíritu de gladiador y artista. Padilla no solo es un ejemplo de superación, que se ha ganado el respeto de profesionales y afición, sino espejo de la verdad de la Fiesta.
Matador muy castigado por los toros –de todo tipo de hierros–, su piel parece un mapa de carreteras, con un río de sangre derramada y cicatrices de líneas rectas y torcidas. Su último drama fue en la plaza de Arévalo. Pero Juan José Padilla (Jerez, 1973) ha vuelto a nacer muchas tardes. Recordamos algunos de sus «tabacos» más graves, en los que el héroe terrenal se vistió de milagrosa inmortalidad:
Huesca, 12 de agosto 1999. Fue prendido de forma dramática al entrar a matar a un toro de Teófilo Segura y asistido en la enfermería de un fuerte traumatismo en tórax y abdomen. En el coso no se le apreciaron heridas por asta de toro, pero en el hospital San Jorge le apreciaron gravísimas lesiones internas, que obligaron a una urgente intervención quirúrgica: tenía perforado el intestino. La decisión del equipo médico de mantenerlo hospitalizado le salvó la vida, pues los destrozos internos hubieran sido fatales fuera del control hospitalario. Fue quizás la cogida menos impactante en la plaza, pero de una extrema gravedad por las lesiones abdominales internas.
San Sebastián, 31 de marzo de 2001. El Ciclón se fue a la puerta de toriles a recibir a portagayola al tercer victorino. Un golpe seco hizo que el pitón entrara por debajo de la clavícula y saliera por detrás de la nuca del otro lado del cuello. Afortunadamente, en su camino el asta no encontró ni vasos, ni nervios, ni vértebras. Cuando los médicos le dijeron que se había librado de una buena, costó Dios y ayuda impedir que volviera al ruedo.
Sevilla, 6 de mayo de 2001. Tremenda paliza al entrar a matar a un toro de Miura. Se le abrió la cornada de San Sebastián, con espeluznantes pitonazos en el cuello.
Pamplona, 14 de julio de 2001. Tres meses después de aquella cornada en el coso donostiarra, llegó una de las tardes más dramáticas. Un toro de la mítica divisa de Zahariche le corneó al entrar a matar.
Recordar el parte médico produce escalofríos: «Cornada en región cervical que diseca en su totalidad y en sentido transversal el cuello. Fractura de la cara anterior de la segunda y tercera vértebras cervicales y contusión en el esófago. Pronóstico muy grave». El torero quedó tendido en la arena, boca arriba, con los ojos entreabiertos y los brazos encogidos. Sobrevolaron los peores augurios. Vestía el mismo traje de luces que en San Sebastián.
Zaragoza, 7 de octubre 2011. La segunda corrida de la Feria del Pilar ya está inscrita entre las tardes más dramáticas vividas en los dos siglos y medio del coso de la Misericordia. Padilla estaba cuajando un tercio de banderillas que no despertó demasiado entusiasmo entre el público. A la salida del tercer par, un traspié le hizo caer a la arena y hacia él se dirigió el toro «Marqués», de Ana Romero, que le lanzó un derrote al cuello apenas perceptible. Las consecuencias fueron terroríficas. Cuando el diestro se levantó, se echó las manos a la cara, ya teñida de sangre. «No veo, no veo», apenas acertó a balbucear. El piton entró por el cuello, bajo el maxilar izquierdo, y destrozó el oído y el globo ocular.
Intensa conmoción en la plaza y momentos de zozobra en la enfermería. El jerezano se ahogaba, lanzaba gritos de dolor entremezclados con el llanto por sus hijos. El doctor Carlos Val-Carreres decidió el traslado urgente al hospital Miguel Servet. La intervención hasta la madrugada del equipo maxilofacial fue clave. La pérdida del ojo resultó una esperanzadora noticia, pues a la vez se confirmaba que no había lesiones cerebrales. El peligro se mantuvo durante días. Cuando abandonó el centro médico, nació para siempre la leyenda del llamado «Pirata».
Valencia, 12 de marzo de 2017. Otra tarde amarga con Padilla como épico protagonista. Pasaba de muleta al cuarto toro de Fuente Ymbro, que lo prendió por la ingle con suma violencia. Regresó a la cara del toro con un torniquete, lo mató y le cortó una oreja. Nadie podía creer la hazaña cuando se supo que en la enfermería le asistieron de una cornada en el muslo derecho, con dos trayectorias de 15 y 20 centímetros, y otra en el pecho de 15 centímetros que disecó el pectoral hasta la axila izquierda. Un nuevo milagro.
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