Castella y López Simón cortan generosas orejas en una decepcionante corrida de Fuente Ymbro
Espeluznante imagen, con López Simón a merced del sexto toro - Afp
Andrés Amorós
Avanza la Feria y comienzan a aparecer las figuras. Los toros de Fuente Ymbro protagonizan un encierro limpio y rápido, en tiempo récord: abiertos de cuerna, de gran trapío, pero pocas fuerzas y pobre resultado. Castella logra un benévolo trofeo por una estocada; López Simón, otro, por la emoción de una voltereta.
Castella destaca por su estatismo vertical pero resulta algo previsible. El primero, muy serio, enmorrillado, asoma la cabeza por encima de las tablas, flaquea. El largo trasteo es firme, correcto, sin brillo. Después del habitual arrimón, mata a la segunda, trasero. Ha pasado muy poca cosa, con este «Hechizo», que sólo ha cautivado por su trapío. El cuarto, un bonito melocotón, es noble pero flojea: un «Libertador» que no nos libera del tedio. El habitual comienzo, con la mano en la barrera, tampoco le ayuda: no hay que venir con la faena hecha… Los voluntariosos muletazos quedan a medias, mientras el personal se centra en las pantagruélicas merendadas. La larga faena, en cambio, no tiene sabor. Suena el aviso antes de entrar a matar: esta vez, de estocada. Supongo que por eso se concede la sorprendente oreja.
Perera viene de lograr una gran faena en Algeciras, donde indultó un toro. (Según declaró, eso supuso también un ejercicio de libertad; en realidad, incluía eliminar el sorteo: José Tomás y él lidiaron los toros que cada uno había elegido). El segundo, muy suelto, hace pobre pelea en varas, también flaquea. El mando de Perera consigue muy escaso fruto. Mata de un feo espadazo caído.
Seguimos sin ver casi nada. El quinto despierta en banderillas, se mueve pero muy suelto, sin fijeza. El diestro impone su autoridad en tandas de mérito, las mejores de la tarde, tragando y mandando. El toro ha sido un buen «Pasajero» y el diestro, un muy profesional piloto, pero suena un aviso, antes de entrar a matar, la res no cuadra y la espada cae mal.
Con la vista perdida
Con Curro Vázquez como apoderado, López Simón sigue intentando recuperar la frescura de su estilo inicial. El tercero, muy veleto, con un llamativo pitón derecho, que apunta al cielo, flojea mucho y sale desentendido de los engaños, con la vista perdida. ¿Para qué lo ha brindado al público? No lo entiendo. Los muletazos resultan deslucidos. Mata mal. El último también renquea. Brinda a Mikel Urmeneta, el creador de Kukuxumuxu. El toro se lastima en una mano en la serie inicial, en la que el diestro hace el poste. En la siguiente tanda, lo derriba y le da una paliza, sin herirlo, aunque recibe un golpe con la pala del pitón en la cabeza. «Tejedor» se raja; el diestro aguanta, cerrado en tablas, con algunos sustos. La estocada desata el entusiasmo. Al final, por la pasión del momento, se concede una oreja, aunque ha parecido que eran dos, porque la inexperta presidenta ha sacado el pañuelo, lo ha metido y ha vuelto a sacarlo. Un despropósito final para un espectáculo mediocre.El trapío de las reses ha sido irreprochable; sus fuerzas, escasas; su juego, decepcionante, con menos casta de lo que esperábamos, en esta divisa. Las orejas concedidas, muy benévolas. Sin ponerse puritano, no puede ser que baste una estocada para conceder un trofeo ni que la emoción de un percance empuje a pedir dos orejas. Por desgracia, ése es el nivel actual de la Fiesta.
Postdata. Una jornada, en San Fermín, puede girar, de la mañana a la noche, en torno al toro: encierro, vaquillas, recortadores, apartado, corrida, toro de fuego, encierrillo… El «negro toro de España» sigue siendo el centro de la que justamente se llama «Feria del Toro». Quiera o no el alcalde de Bildu, todo ello culmina con la corrida de toros, el gran rito espectacular, con la Plaza abarrotada, todos los días. No es posible imaginar los encierros sin corridas, igual que no tiene sentido un aperitivo sin una comida: esa unión es lo que atrae a muchísimos navarros y a miles de visitantes, de todo el mundo.
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