Ningún animal se volvió a los corrales, como sucedió en los tres años precedentes con esta ganadería
Se rompió la tradición, no hubo tres sin cuatro y ningún toro de Escolar se volvió a los corrales, como sucedió en las carreras de los tres años precedentes. Y algo más: no hubo heridos, noticia grata, pues ocho mozos mantienen en sus carnes las cicatrices de los pitones escolares.
Por cierto, el cohete que anuncia la apertura de puertas en el Corral de Santo Domingo cogió dormidos a los cabestros; hasta 15 segundos tardó el primer animal en aparecer y no fue un acompañante, sino un toro con aire temeroso y lleno de dudas. Arreados por los pastores, olvidaron todos la inicial somnolencia y enfilaron la cuesta con desgana y paso lento.
La muchedumbre que les esperaba les alertó el ánimo, aceleraron la marcha, y los cabestros cayeron entonces en la cuenta de su deber diario: dirigir la manada calle arriba hasta la plaza. Y lo hicieron con disciplina militar. Se colocaron en cabeza, pisaron el acelerador, y así llegaron hasta la curva que da paso a la calle Mercaderes, donde curiosamente no resbaló ningún animal. Es la demostración, un día más, de la efectividad del líquido antideslizante que se esparce en algunos tramos de la carrera y que es motivo de polémica entre los mozos, pues son muchos los que consideran que resta vistosidad al encierro, impide que la manada se rompa y que los corredores pongan a prueba su preparación.
El paso por Mercaderes, como es habitual, fue rápido, pródigo en empujones, pitones amenazantes y algún que otro mozo despistado y atrevido que quedó atrapado entre los cabestros y acabó pisoteado por los demás.
Un pequeño montón se formó a la entrada al callejón de la plaza, a donde llegaron cuatro toros apretados y se encontraron con un ruedo encharcado y resbaladizo. Pronto apareció el toro quinto, y tras una muchedumbre acelerada, pasados ya unos segundos eternos, entró el sexto y último, que había caído en la Cuesta de Santo Domingo y se vio obligado a hacer la carrera en solitario. Solo en el ruedo, desconocedor de su obligación, perdió las manos, se volvió sobre sus pasos antes de entrar en los corrales y solo encontró el camino cuando se lo mostraron los capotes de los pastores.
Al final, dos minutos y 55 segundos de una carrera atípica de los toros de José Escolar, pues ningún toro se dio la vuelta al inicio de la carrera y no se produjeron heridos por cornada; solo tres contusionados, uno en la zona maxilofacial, un segundo en la pierna derecha con posible fractura y el tercero en el cráneo. A pesar de ello, un encierro tranquilo, lluvioso, resbaladizo y emocionante de los toros siempre peligrosos de José Escolar.
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