El ex gerente de la Corporación Taurina de Bogotá dice que la decisión de la Corte sobre las corridas es una garantía a la libertad de los ciudadanos
Bolívar, durante una de sus faenas en Colombia / EL TIEMPO |
FELIPE NEGRET> Bogotá (Colombia)
No voy a tocar el tema netamente taurino en esta columna de opinión para no reducirlo al maltrato animal. Voy a dedicar estas valiosas líneas para hablar de libertad y libertades.
Los antitaurinos, que son una minoría tan grande
como los taurinos (o sea unos pocos, creo que el resto de los ciudadanos
son no taurinos) han conducido esta discusión al tema de la sangre y es
mucho más que eso.
Guste o no, hay personas a las que nos gustan las corridas de toros, las peleas de gallos, el coleo, las corralejas y todas las manifestaciones culturales que para nosotros y para la Corte son tradición.
Hablemos de la libertad, de la de ir a donde queremos, hacer lo que queremos, comer lo que queremos y creer en lo que queramos sin afectar al otro. La Corte Constitucional encontró que es eso, precisamente, lo que hay que proteger, y lo protege enviando al Congreso de la República la decisión soberana y final de que sea este poder, en representación de todos los colombianos, el que decida si deben desaparecer o permanecer las corridas de toros, peleas de gallos, coleo, corralejas y todas las manifestaciones culturales en varias ciudades del país.
Quiero invitar a quienes se interesan en las corridas de toros y las demás manifestaciones, o porque no les gustan, o porque las quieren, a que pensemos en la profundidad de la decisión de la Corte, que busca exclusivamente proteger las libertades de los ciudadanos.
Qué bien que sea el Congreso el que decida. Allí hay preclaros opositores del espectáculo, quienes tendrán la oportunidad de debatir en un foro democrático sobre un tema palpitante. Este debate en otro sentido es ponerle cuernos a la libertad, y eso es incorrecto.
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