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lunes, 27 de agosto de 2018

Diego Urdiales, tras rendir Bilbao: "No era capaz de pensar en nada; todo me salió de dentro"


Soberbio natural de Urdiales a 'Gaiterito', al que desorejó este sábado en Bilbao CHOPERAA. VIARD

Diego Urdiales conduce de regreso a Logroño entre los vestigios de su enésima comunión con la ciudad del Nervión. Vacío tras el trance de alma a alma. La de Bilbao, que se colmaba en la suavidad liviana de sus vuelos. Y la suya, despedazada en cada muletazo. En cada lance de capote acompañado por su pecho en llamas. En los naturales de oxígeno y sosiego. En aquella cadena de trincherillas que brotó, con el desgarro de una Cabalgata de Valkirias, desde las entrañas de un hombre que nació torero. Urdiales es maestro en esa metafísica de la integración espiritual que reivindicaba Bergamín: "No era capaz de pensar en nada. Sólo pude dejarme llevar y sentir lo que hacía. Todo fue muy transparente y muy desde dentro. Logré transmitir a la gente la felicidad con la que yo estaba toreando".

Las palabras emanan del otro lado del teléfono con el mismo flujo que su toreo. Despacio y entre largas pausas. Con cierta intermitencia, quizá. Y con la ronquedad tibia de un deje muy sincero: "Ahora mismo soy feliz [transcurren varios segundos]. No le puedo decir otra cosa. Siento una grandísima felicidad. Por haber sido capaz de expresarme en una plaza a la que tanto quiero y en una tarde tan maravillosa. Estoy feliz por muchas cosas".
Sus tres orejas en Bilbao fueron una reivindicación de órdago ante los desmanes del sistema. ¿Es ese otro de los motivos de su felicidad?
 
La reivindicación era conmigo mismo. Por todo lo que he vivido en estos meses, en los que me he refugiado en mi toreo y he intentado ahondar en aquello que me llena y me hace feliz.
Esos meses de destierro, sangrados por su ausencia feria sí feria también, pesaron como una losa en el ánimo de sus correligionarios. "Mi entorno lo ha vivido bastante peor que yo", dice. En el suyo, en cambio, no hicieron sino reforzar la fidelidad de Urdiales a un concepto. La confianza quien camina por la vida eligiendo hacia dónde dirigir sus pasos: "Sorprendentemente para todos ellos, yo me sentía tranquilo con mi interior y en paz con mis decisiones. Estaba seguro de que, cuando me vistiera de torero, tenía que ser con esa motivación especial que me permite expresarme".
Hay que tener mucho valor para quedarse fuera del circuito prácticamente toda una temporada por defender lo que crees que mereces.
 
No vale de nada hablar con palabras si después no se demuestra con hechos. Estaba convencido de mis condiciones como torero. He intentado defender el sitio que creo que merezco por mi forma de ver esta profesión y de interpretar el toreo. Y la forma que tengo de hablar es en la plaza. En Bilbao, afortunadamente, lo conseguí. Una imagen vale más que mil palabras.
El destino puso en su regreso a Bilbao a Tonadillo y a Gaiterito, de Alcurrucén, como cómplices perfectos de aquella catarsis de toreo. Un torrente de casta el primero y una franqueza perlada de clase el segundo. El lote soñado por muchos. "Justicia poética", lo llamó Zabala de la Serna en su crónica. Urdiales ha perdido la fe en ese ideal: "Bueno... Yo ya no quiero hablar de justicia", dice descreído. La corrupción del entramado taurino le ha obligado a tomar su toreo como única certeza.

"Simplemente me demostré a mí mismo todo lo que estaba consiguiendo como torero. Lo que estaba logrando para mí, delante del toro y en un escenario increíble", prosigue.

Ese escenario era, hasta no hace mucho, el único gran puerto al que peregrinar en busca de su clasicismo. Hasta entonces, la temporada ha transcurrido huérfana de una forma de sentir el toreo que ya no queda. Sólo su Arnedo y Alfaro, como únicos refugios en los que verle vestido de luces. Bilbao, que marca para muchos el inicio de la recta final, fue el comienzo de la templada remontada de Urdiales. "Para mí la temporada no termina. Al contrario, empieza una etapa de tardes muy importantes. Tengo por delante el mano a mano con El Juli en Logroño, que significa mucho para mí, la Feria de Otoño y, posiblemente, Zaragoza. Me quedan muchas cosas que poder hacer sentir a la afición", dice el riojano. Que fue el primer torero en aceptar el bombo de Casas: "Me parece una idea novedosa y original. Y me ilusiona volver a Madrid. Deseo expresarme y sentir esa plaza. Ojalá se den las circunstancias necesarias". La primera, el regreso de la sensatez empresarial, ya se ha dado. "Decidieron retomar mi contratación en Madrid y ahora creo haber demostrado que no se han equivocado".

Quizá los muchos aficionados que incendiaron las redes sociales y los círculos taurinos clamando la vuelta de Urdiales al circuito hayan tenido algo que ver con el retorno de la cordura. "Al final el pulso del aficionado lo sentimos todos. Hay un sentir de la gente que no se puede ocultar. La empresa lo ha considerado y ha hecho posible el arreglo que debió darse en San Isidro", sentencia Diego Urdiales. En Bilbao, el toro, le devolvió a su lugar.

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