Seis novilladas de distintos encastes conforman cada año la Feria del Arroz
Novillo de Prieto de la Cal, lidiado el pasado 6 de septiembre.
Madrid
Septiembre, en el mundo del toro, es el mes de los novilleros. En Arnedo (La Rioja), Villaseca de la Sagra (Toledo), Arganda del Rey (Madrid) o Algemesí (Valencia), los principales integrantes del escalafón menor compiten cada año en los certámenes novilleriles más importantes. Huérfanos de oportunidades, estas localidades son su única esperanza. La meta: entrar en las escasísimas novilladas que se programan en las grandes ferias y llegar con cierto ambiente a la alternativa.
El novillero francés Adrien Salenc, formado en la Escuela Taurina de El Juli, ha sido el último ganador de la Espiga de Oro, el máximo galardón de este certamen por el que compiten cada año 18 jóvenes. Los toreros son importantes, obviamente, pero en Calasparra el verdadero protagonista es el toro. Desde por la mañana, en los encierros que atraviesan el centro de la localidad, hasta bien entrada la noche, varias miles de personas participan de unas fiestas eminentemente taurinas.
Al contrario que en la mayoría de pueblos y ciudades españolas, en Calasparra no se ha roto el vínculo entre la sociedad, el pueblo, y la tauromaquia. La fiesta se vive como algo propio, una tradición sin ideología. Actualmente, en la población gobierna el PSOE. Su alcalde, José Vélez, se sube cada tarde al palco para presidir las novilladas. Y, como la mayor parte de los aficionados del lugar, es exigente.
De ello se ocupa el alcalde-presidente y, sobre todo, la afición. Una afición capitaneada por la Asociación El Quite, nacida en el año 2003 y de marcado acento torista. Su lema lo dice todo: “El toro-toro, base de nuestra fiesta. No al fraude”.
Aunque reconocen que no ha sido fácil, su lucha contra el sistema taurino en favor de una fiesta íntegra con el toro encastado como protagonista ha dado sus frutos. Solo hay que echar un vistazo al elenco ganadero de esta última Feria del Arroz: Miura, Adolfo Martín, Prieto de la Cal, Valdellán, Villamarta y Castillejo de Huebra. Seis novilladas, seis encastes diferentes.
Una diferencia abismal con Murcia, la capital, que también celebra estos días su feria taurina. Allí, bien escogidas para uso y disfrute de las figuras, las divisas elegidas han sido Parladé, Daniel Ruiz y Victoriano del Río. Tres corridas, misma procedencia. Eso, por no hablar de la ínfima seriedad de las reses reseñadas.
Pero es que, además, la Feria del Arroz no se reduce a lo acontecido cada tarde en la plaza de toros; durante todo el día, las distintas asociaciones y peñas organizan numerosos actos culturales con los protagonistas del festejo. Tertulias, charlas, exposiciones… Todo con el objetivo de seguir sembrando afición. Y, a tenor de la afluencia de público y de la pasión con la que viven la fiesta jóvenes y mayores, lo están consiguiendo.
Como los galos que resistían ante la dictadura romana, Calasparra resiste a contracorriente frente a un sistema poderoso y en medio de un desierto en el que reina el triunfalismo y el fraude. Por todo ello, su caso es especial. Por ello Calasparra es un oasis, un milagro.
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