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miércoles, 5 de septiembre de 2018

Desigual y variada novillada de Dolores Aguirre

ALFARERO DE ORO

Cristóbal Reyes emborronó con los aceros sus entonadas faenas

 


Sol y moscas. Y casi media entrada. Lo que en Villaseca de la Sagra viene a ser el 75% de su población. La botella medio llena. Puntualidad al romperse el paseíllo. Con cerrojazo incluido.

Cuidan los más mínimos detalles en el coso de La Sagra. Cantinillo se llamó el novillo que inauguró festejo y feria. Ancho de sienes, corto de manos, hondo, de generoso esqueleto y las carnes sueltas.

 Aunque descolgara la gaita de salida, no quiso romper hacia delante. Suelto tras su primer encuentro con el caballo, el utrero de Dolores Aguirre se empleó con poder en el segundo puyazo. Claramente aquerenciado a tablas, el novillo continuó colocando la cara abajo y echando el freno de mano al llegar al embroque del capote de Sergio Aguilar. Huidizo en los compases iniciales del trasteo, Fernando Flores logró fijarlo en los medios. Lo de desengañarlo fue otra historia. Simplemente, el noble novillo no quiso ni se dejó. Cantó la gallina una y otra vez, hasta que el novillero extremeño decidió montar la espada.

Traspasado el ecuador del festejo inaugural del Alfarero, Flores dispuso de un fino y despegado ejemplar, de abanta salida y reservona condición. Le costó humillar. Lógico si tenemos en cuenta sus largas manos y menguado cuello. Llegado al último tercio, el bruto Carafea IIno tardó en minar la parca convicción de Fernando Flores. Terminó adueñándose del ruedo. Y al extremeño tampoco le funcionó el tapabocas. Menudo calvario el suyo con los aceros. Mejor correr un tupido velo.

Tardó en saltar al ruedo el segundo de la tarde, un serio burraco, rematado por los cuatro costados, aplaudido de salida. Las manitas siempre por delante. Contadas las fuerzas. Y sus ganas de tomar los vuelos de los capotes. Al sentir la puya, Carafea arreó de lo lindo antes de escupirse de los petos. Si bien es cierto que el astado se dolió y descompuso en banderillas, también lo es que se movió con transmisión y tuvo intención de colocar la cara abajo. Tras un solvente y coreado tanteo, Maxime Solera acortó los terrenos hasta amontonar sus intenciones y las tandas en redondo. No por mucho insistir en su encimista planteamiento, el alumno de la Escuela Taurina de Cataluña logró hacer fluir su espesa labor. Al contrario, antes de echarse la pañosa a la zurda, el novillo terminó por aburrirse y cobijarse en los adentros. Después, algún que otro muletazo suelto al hilo de las tablas y, tras un pinchazo, una estocada muy contraria que casi se asomó a los infiernos.

Completó su lote un torete, playero, badanudo, ligeramente hecho cuesta arriba y cargado de kilos. A pesar de no emplearse, Caracortada propició un artificial espectáculo en varas. Que sí. Cuatro veces se arrancó al caballo. Las cuatro a regañadientes. Y de los cuatro encuentros huyó de la suerte como alma que lleva el diablo. Difícil de entender tan absurda pantomima. Medidor y reservón, al poderoso ejemplar de Dolores Aguirre le costó llegar a los engaños y pesó un mundo en la muleta. Además, al más mínimo enganchón, se violentó con aspereza. Mucha tela que cortar para el bisoño oficio del voluntarioso Maxime Solera.

Acapachado, bajo, enmorrillado y musculado fue el castaño chorreado que hizo tercero en el orden de lidia. Fue y vino a su aire de salida y, tras un picotazo, dudó un mundo en volver a entrar al caballo.

 Como sus hermanos, también apretó en varas. Más por la inercia e impulso de su espléndida morfología. Falto de fijeza y trotón, Carafea III esperó y apretó a los banderilleros. De ahí el mérito de los pares de Jesús Aguado, obligado a desmonterarse por el respetable. Tras brindar su trasteo a El Chano, Cristobal Reyes atinó al ofrecer sitio por delante y correr la mano a la altura y aire de su encastado oponente. Siempre a más. Y a someter, gobernar y ligar los derechazos de las tres siguientes tandas. Realmente compactas. Sin probar siquiera al utrero por el pitón izquierdo, el novillero jerezano cambió el estoque simulado por la tizona para cobrar una media estocada, caída y atravesada, que enfrió a los entregados tendidos. No le consintieron ni la vuelta al ruedo.

Remató festejo otro torete que, de no ser por Villaseca, seguramente hubiera acabado en las calles. Obediente a los cites aunque aletargado tras su aparición por la puerta de los sustos, Burgalés fue severamente castigado en varas por Jesús Manuel Vicente. Desmedido a todas luces. Con todo, el utrero se empleó con franqueza y templado son durante el último tercio. Virtudes que Cristobal Reyes volvió a aprovechar en un entonado y bien estructurado trasteo, que al echarse la franela a la mano izquierda, decayó ligeramente. Con todo, el jerezano logró reponerse para volver a conectar con los tendidos. Lástima de sus reiterados desatinos con la espada; de lo contrario, hubiera paseado una oreja de peso.

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