Diego Urdiales, en el parking del hotel Wellington, 24 horas después de su apoteosis en las Ventas. BERNANDO DÍAZ
24 horas después de reventar Las Ventas, este seco riojano por el que fluye el toreo líquido revive para EL MUNDO la faena de la temporada en Madrid. Era su quinta tarde del año. Curro Romero y El Viti le felicitaron por la gran obra de su vida
Habla hacia adentro como torea. Y el toreo fluye líquido en este seco riojano. Diego Urdiales (Arnedo, 1975) enloqueció la plaza de Las Ventas el último domingo. A Madrid llegó con tres tardes -Alfaro Logroño y su pueblo- en el hatillo de la temporada y la gloria memorable de Bilbao. Y anteayer cuajó la faena del año, la gran obra de su vida. Dos décadas de forja, lucha y lealtad a un concepto de clasicismo y pureza contemplaron una Puerta Grande para la historia. A cámara lenta. Un dato: Urdiales nunca lleva reloj.
- ¿Y ahora qué?
- Pues ahora Zaragoza [se ríe] y que venga lo que tiene que venir.
- ¿Cómo ha pasado la noche?
- Me ha costado dormir.
- ¿Qué hizo al llegar a esta habitación del Wellington?
- Dar gracias ante la capilla que tengo, besar a mi mujer, abrazar a mi padre y llamar a mi madre y a mi hija.
- ¿Qué recuerda de su apoteosis?
- Las sensaciones de mi mano izquierda con ese cuarto toro. Por cómo llegué a sentir el toreo y por cómo sentí rugir a la gente. Se fundía el bramido con lo que palpitaba en mí.
- Dicen, decimos, que ha sido la faena del año en Madrid o más allá.
- Bueno... Ha sido una de las faenas de mi vida por todo. Por ser en Madrid y por darse en una temporada tan complicada. Las vibraciones eran muy buenas. Como en Bilbao.
- Y por fin esta puerta vital.
- La justicia no existe en el mundo. Lo tengo claro. Pero que tenga que pasar esto para demostrar la clase de torero que soy... El toreo puro está por encima de la Puerta Grande.
- ¿Se queda con el sentimiento antes que con el triunfo?
- Sí. Siempre he dicho que las sensaciones que surgen cuando uno torea de la manera que siente son incomparables. Y es lo que he perseguido toda mi vida.
- ¿Cuánta lucha hay detrás de sus palabras?
- Muchísima. Y muchísimos días en busca de ese toreo contra todas las circunstancias.
- No ha parado de sonar su teléfono en todo el día. ¿Qué llamadas le han conmovido?
- Las de El Faraón de Camas y El Viti.
- ¿Qué le ha dicho Curro?
- Siempre ha estado ahí, entre los que nunca fallan. Es muy grande como torero y como ser humano. Me ha dado fuerzas para creer. Estoy emocionado y agradecidísimo. El día anterior ya me llamó preocupado por el viento.
- ¿Y El Viti?
- ¡Buah! Es otro maestro grandioso. Le dije yo a él: "Con la de veces que ha abierto usted la Puerta Grande". Y me contestó: "Eso es lo menos, lo importante es lo de ayer [por el domingo]". Ser admirado por dos leyendas del toreo es increíble.
- Hacía mucho que no se veía a Las Ventas en ese estado de exaltación, inundada por el aliento de otro tiempo. Como en aquellas berraqueras de Chenel en los 80.
- El hecho de hacerme dar dos vueltas al ruedo con las orejas fue alucinante.
- La salida a hombros fue una irrespetuosa tortura, eso no era así.
- Fue dura. La viví incluso con angustia y ansiedad. Veía a la gente rodar por el suelo, pisarse. A mí me tiraban hacia atrás con violencia. Me arrancaron una hombrera. Ya ve cómo va a a quedar el vestido en la vitrina...
- ¿Es usted una especie protegida en peligro de extinción?
- Hago el toreo que me llena. Me apasiona la manera de andar de aquellos viejos toreros de otras épocas. La forma de coger el capote, la muleta, esa pureza, ese valor natural que tenían para poder interpretar.
- ¿Cómo recuerda ahora el momento de marzo en que le comunicaron que no estaría en San Isidro?
- Mi entorno estaba muy preocupado y yo, lógicamente, no soy de mármol. Pero estaba tranquilo conmigo mismo. Entré en un estado de paz interior. Por el hecho de respetarme. Aquí hay que guardar respeto al vestido de torear.
- Qué decisión más dura.
- Imagínese decir que no a San Isidro sin tener ni un contrato. Sabía la clase de torero que soy.
- ¿Pensó alguna vez en tirar la toalla?
- Sí, muchas veces. He pasado años sin torear nada. No se me caen los anillos por volver a pintar y jablegar casas.
- ¿Y a quién culparía?
- A los responsables del negocio taurino. Ya me aburre mucho hablar del sistema. Deben reflexionar.
- ¿Cuándo vio las posibilidades de 'Hurón', el toro de Fuente Ymbro que inmortalizó?
- Las vi después de sus indefinidos primeros tercios. Entonces asomó ese fondo de jandilla en el embroque. Pero no pensaba que fuera hasta el punto de poderle imprimir ese toreo tan profundo y lento. Tuve la sensación de que se paraba. De que todo se paraba.
- Es que es usted un hombre sin reloj.
- Me molesta en la muñeca, sinceramente.
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