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lunes, 15 de octubre de 2018

Eduardo Arroyo, un artista de honda afición taurina


CARLOS ABELLA

Su identidad con el toreo se refleja en su obra artística, en sus numerosos carteles de las ferias más relevantes de la Francia Taurina: Nimes en 1984, Vic Fezensac o Mont de Marsan; y son célebres sus carteles de la Corrida de la Beneficencia de 1987 y el de la corrida Goyesca de Ronda de 1999.

Conocí a Eduardo Arroyo a mediados de los años ochenta y juntos recorrimos el largo trayecto de la amistad, unidos en la pasión por el toreo, el boxeo y la buena vida. Me fascinó siempre su curiosidad y su generosa sonrisa que desvelaba siempre el gran adolescente que latía en su muy ingenioso criterio, capaz de hablar de su querido Juan Tomás de Salas como de "papá" y de "descuartizar" con tres grandes frases la arrogancia del personaje por el que sentía nulo aprecio.

Cuando le conocí admitía tener pánico a volar y se desplazaba a su París de entonces, en coche cama, afirmando que era amigo de todos los revisores de Renfe. No olvido una cena en París, con motivo de una Feria de Arte, en la que congregó en un bistrot de Montparnasse al gran Antonio Saura y al prometedor José Manuel Broto, a los que escuchamos narrar aventuras de cómo abrirse paso en el arte, y la similitud que según Arroyo existía entre marchantes y apoderados. Recuerdo la risa que le provocaba que en el mundo del toro existiera la figura del "ponedor".
Arroyo llevó su generosidad a ofrecerme una obra suya como portada de mi libro Derecho al toro publicado en 1996 y editado por el gran editor Mario Muchnik, y suya fue la propuesta de que juntos colaboráramos en la Tauromachie que su entrañable amigo Gilles Aillaud, que acababa de realizar una exposición antológica y memorable en el Museo Reina Sofía, quería realizar grabando en piedra del natural el toro de lidia, tanto en el campo como en la plaza. Eduardo escribió el prólogo y me pidió que yo ilustrara con textos los grabados. Para los apuntes del natural contacté con dos amigos ganaderos de Salamanca, Javier Sánchez Arjona y Alipio Pérez Tabernero, quienes dieron todas las facilidades para que Gilles y su editor Frank Bordas se movieran tanto en "El Collado" como en "Matilla de los Caños" en una muy veterana Toyota Land Crusier, que había surcado la sabana africana e inmortalizado los flamencos del lago Rosa y los leones del Parque Kruger.

Una vez editada la Tauromachie en un maravilloso papel, se presentó en París y es una de las obras que adornaban nuestra biblioteca taurina. Durante este proyecto le pregunté a Eduardo Arroyo que porque no asumía él su propia tauromaquia y me confesó: "Después de las tauromaquias de Goya y Picasso es inútil atreverse con otra, pero Aillaud si sabrá reflejar el mundo animal y en su producción faltaba el toro de lidia" .

Arroyo mantuvo su pasión taurina hasta el último aliento

Su identidad con el toreo se refleja en su obra artística, en sus numerosos carteles de las ferias más relevantes de la Francia Taurina, Nimes en 1984, Vic Fezensac, Mont de Marsan, y son célebres sus carteles de la Corrida de la Beneficencia de 1987 y el de 1993, en la que José Miguel Arroyo lidió seis toros en solitario y en el que Arroyo acertó a situar en el ojo derecho del toreo el número 6, que simbolizaba la gesta del toreo de igual apellido. Otro cartel relevante es el que realizó de la corrida Goyesca de Ronda de 1999, con la efigie de Antonio Ordóñez en el primer aniversario de la muerte del torero de Ronda. En el año 2006 tuve el placer de encargarle en nombre de la Comunidad de Madrid la realización del cartel de la Corrida Goyesca del 2 de mayo, y éste y los ya mencionados de las Corridas de Beneficencia de 1987 y 1993 figuran entre las obras expuestas en las salas del Museo Taurino de Las Ventas.

En el año 2012, Eduardo Arroyo realizó el cartel que simbolizaba el Año Hemingway como símbolo del proyecto cultural Espacio Arte y Cultura, de Simón Casas y, recientemente, Arroyo plasmó la gesta de Diego Ventura de lidiar seis toros en solitario en Las Ventas en su último cartel. Una escultura suya en bronce fue durante un par de años el premio Diario 16 al triunfador de la feria de San Isidro.

En 2011 la Asociación Taurina Parlamentaria hizo entrega a Eduardo Arroyo del premio a la trayectoria más destacada en el mundo de la cultura en pro de la Fiesta, compartiendo su premio en otras facetas con el periodista Carlos Herrera y el pintor Luis García Campos.

La inspiración taurina estuvo siempre en su obra y de ello es buena prueba que el título de su gran exposición en Bilbao en 2017 la titulara Le retour des croisades (El retorno de los cruzados), que es una alegoría de la situación de la España actual concebida como una parodia del monumental y maravilloso cuadro de Ignacio Zuloaga La víctima de la fiesta, pintado en 1910 y en la que se muestra a un famélico caballo montado por un derrotado picador.

Arroyo mantuvo su pasión taurina hasta el último aliento, pues en los últimos días de agosto de este 2018 y gracias a la generosidad de Javier Aresti pudo presenciar el sorteo de una de las corridas generales de la Feria de Bilbao, y pronunciar unas palabras a modo de presentación, pese a que el mal le había ya había limitado su expresión oral.

Y este obituario taurino, no puede concluir sin mencionar que quise y admiré mucho a Eduardo Arroyo porque fue un extraordinario escritor-su primera gran ilusión- que nos ha dejado varios libros muy relevantes y unas memorias de gran intensidad. Y fue abonado de Las Ventas desde hace muchos años, ocupando su contrabarrera del tendido 2 hasta este último San Isidro. Y un gran personaje de aquella España, del París de los años sesenta y del gran Madrid de los últimos cuarenta años.

Sabiendo, Eduardo, que estás ya camino de la Eternidad en tu querido Robles de la Laciana, dale un abrazo a Marcel Cerdán en recuerdo de aquellos años y de aquellas peleas que tanto nos hicieron vibrar. Y descansa del intenso trayecto de tu vida apasionante.

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