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lunes, 3 de diciembre de 2018

Los toros del Conde de la Maza conocen la gloria después de muertos

La desaparición del hierro ganadero, una decisión lógica y lamentable para la fiesta

Toros astifinos del Conde de la Maza, en el encierro del 12 de julio de 2015, en Pamplona.
Toros astifinos del Conde de la Maza, en el encierro del 12 de julio de 2015, en Pamplona. Efe


Hace unos años, un político andaluz, fundador y líder de un partido autonomista ya desaparecido, se lamentaba: “Si todos lo que me animan y felicitan por la calle me votaran, yo sería presidente de la Junta”.

Leopoldo Sainz de la Maza y sus tres hermanos, propietarios del hierro ganadero de Herederos del Conde de la Maza, han decidido poner punto y final a su trayectoria como criadores de toros bravos.

 Las redes sociales no han tardado en inundarse de mensajes de apoyo y solidaridad con el ganadero.

 “Hoy es un día muy triste para el aficionado”, decía uno; “la fiesta está de luto”, apuntaba otro; “perdemos todos”, “desaparece un trocito genético del campo bravo”, “las figuras lo han arrinconado”, “se va un hierro de leyenda”, y así numerosos testimonios de pesar ante la que, ciertamente, no es una buena noticia para la tauromaquia.

Pero el mejor titular, sin duda, lo ha ofrecido el propio ganadero: “Aquí hay que morirse para que te valoren. Antes no me quería nadie, y ahora todos dicen ‘pobrecito’; parece una broma”.

La verdad es que si la mitad de quienes, —de buena fe, sin duda—, lamentan ahora la eliminación de los toros del Conde de la Maza hubieran acudido a la plaza cuando se anunciaban en un cartel, la ganadería estaría viva y coleando.

“Qué difícil es que se mantenga una ganadería con varios herederos”

¿Qué ha pasado? Simple y llanamente, y así lo ha reconocido Leopoldo Sainz de la Maza, se trataba de un mal negocio, que cada año daba pérdidas a la sociedad. (“Qué difícil es que se mantenga una ganadería con varios herederos”, apuntaba un aficionado en las redes sociales). No era productiva, en una palabra, y la mayoría de los hermanos han decidido acabar de una vez con la sangría que, durante los últimos años, han mantenido como homenaje de respeto al abuelo, que creó el hierro en 1953, y a su padre, verdadero impulsor de la iniciativa.

Pero no es la primera ni la última empresa que cierra, aunque resulte dolorosa la eliminación de un encaste propio, creador de un determinado tipo de toro de imponente trapío, astifinos pitones y sorprendente e irregular comportamiento.

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