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sábado, 27 de abril de 2019

López Simón honró la espada de San Jorge en Zaragoza



Sale a hombros tras cortar dos orejas en una buena corrida del Conde de Mayalde

Alberto López Simón, por bernadinas al tercer toro de la tarde
Alberto López Simón, por bernadinas al tercer toro de la tarde - Fabián Simón


Zaragoza 

En la Misericordia, los toros por San Jorge se disfrutan de otra manera. El público con más ganas, todo un punto más relajado que para el Pilar, cuando la otrora temida afición de Zaragoza todavía saca las uñas de vez en cuando. La de ayer fue una tarde amable, con los tendidos a favor de obra y los toros dando alegrías a los de arriba y a los de luces, a algunos, no a todos. Luz primaveral y triunfo de López Simón, sin excesiva exigencia por parte del palco y con el beneplácito de los muchos que decidieron pasar la jornada de reflexión en el bicentenario coso de la capital aragonesa.

El doble trofeo le llegó al diestro de Barajas en el tercero. El toro, con toda la aristocracia de su hierro del Conde de Mayalde, bonito por fuera y con las mejores intenciones en su sangre brava. Le faltó gas en los primeros tercios, tanto que apenas lo picaron, pero se guardó el motor y las francas embestidas para la muleta de un López Simón que apostó y ganó.

El comienzo de faena con unos pases cambiados por la espalda con el toro arrancándose con alegría ya dio la medida de lo que iba a venir. Con la derecha se encajó el torero y surgieron muletazos al ralentí. Después, en buen tono, no superó aquello. Un tanto desigual siguió el trasteo, con un cambio de mano que encandiló, como las bernadinas que pusieron la plaza a hervir. ¡Qué importancia tienen los finales a más! Y este resultó explosivo, y la estocada de oreja, como la de San Jorge frente al dragón. A la otra condescendió la presidenta Carolina Chaves, que no quiso complicarse la tarde tras los pitos que recibió por no conceder un trofeo a El Fandi por su esforzada labor en el primero.

En profundidad

El de Granada lo vio claro desde que se abrió de capote. El del Conde, un toro hondo con más de seiscientos kilos, un lujo en sus arrancadas, y aunque ya amagó con rajarse en banderillas, ante la muleta de El Fandi se empleó en profundidad. Y no anduvo mal el torero, al contrario, desde el comienzo de rodillas. La espada caidilla pudo influir en que la oreja no llegara a sus manos.

El cuarto de Mayalde también mantuvo el nivel del buen debut de esta divisa en Zaragoza. Se empleó a tope con los palos, pero con la muleta la cosa ya no pasó de la discreción.

El segundo, cojitranco, se fue para los corrales y saltó un sobrero de Sánchez Arjona, mansote, con el que Miguel Ángel Perera no traspasó los límites de la corrección, y ya se sabe que todo tan correcto en la plaza solo puede terminar en tedio. No metía mal la cabeza el toro, pero un poco más de brevedad en Perera se le hubiera agradecido.

Hondo también el quinto, al que desde la salida se le apreciaron buenas condiciones, y así pareció verlo el extremeño, que se fue decidido a los medios a brindar la faena al respetable. El de Mayalde le resultó incómodo a Perera, que nunca acabó de acoplarse. Muletazos aquí, enganchones allá, A derechas, a izquierdas, y ni un «ole» ni un «olé». ¿Estuvo bien? No. ¿Estuvo mal? Tampoco. ¡Ay las medias tintas! Si además la espada no entra...

Quedaba por salir el sexto, el de la jota, un bonito y hondo burraco de 582 kilos. Alegre en sus arrancadas. Una inoportuna voltereta deslució su pelea con el caballo. La lidia pedía tranquilidad, sosiego, darle al toro su tiempo. En ese aire se comportó López Simón, que veía en el buen son de su oponente una nueva oportunidad de triunfo. No podía faltar el acento aragonés en la tarde y Jesús Arruga, de Cariñena nada menos, le sopló un gran par de banderillas. Hubo la mejor de las intenciones muleteriles, pero la llama no prendió, aunque de nuevo la espada resultó a la altura de San Jorge.

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