Ginés Marín los escribe por momentos con un ejemplar de Domingo Hernández de excepcional clase
Ginés Marín dibujó bellísimas verónicas - Paloma Aguilar
Rosario Pérez
«¡¡¡Ooole, ooole!!!», retumbaba en el «2». No los había tan enronquecidos en toda la plaza. Aquella voz entregada a la faena de Ginés Marín y al toro de Domingo Hernández era la del nieto del ganadero, del mismo nombre. El joven vivía con encendida pasión cada muletazo y, sobremanera, cada embestida. Acertó con su apuesta: «Me gustaba este colorado, me recordaba al de El Juli en Sevilla». Y no le faltaba razón, pues el ejemplar salmantino tenía más hechuras maestrantes que madrileñas. Aquella presencia tan en el límite se olvidó cuando «Poeta» colocó la cara con una clase excepcional: «Ha sido de bandera, el mejor de la feria», sentenció Eduardo Lozano. ¡Qué manera de humillar! A veces hacía el avión, planeando de lujo. Este toro de lírico bautismo pedía versos, y Ginés los escribió sensacionales desde que se meció a la verónica o en esa torerísima forma de andarle por abajo. Toreó por momentos de maravilla, pero se necesitaba una mayor explosión, por lo que todo quedó en una solitaria oreja con un 123 al que le colgaban las dos. «He disfrutado mucho, pero le ha faltado aguantar más en las últimas tandas», comentó el espada en el callejón. En ese lugar se había producido el encuentro inmortalizado por los fotógrafos: el abrazo entre Isabel Díaz Ayuso y Cristina Cifuentes, de verde esperanza y oro. Luego, cada una ocuparía un burladero distinto de la Comunidad de Madrid.
Ginés Marín había brindado ese «Poeta» a Don Juan Carlos, acompañado por la Infanta Elena y Manolo Piñera: «Majestad, por usted y por España». Y si aquel fue la calidad absoluta, el extremeño reunió en su lote de triunfo a «Afortunado», de condición más exigente con toda su movilidad a cuestas. A pesar del pinchazo brotó una petición mayoritaria, pero el presidente, José Magán, optó por no atenderla: «Me parece una osadía e injusticia tremenda prohibir una Puerta Grande que ha pedido el público, que paga y manda. El señor que se sienta en el palco ni llega a atisbar el sacrificio que lleva un torero y lo difícil que es lograr estas cotas», se lamentó el protagonista mientras conversaba con David Casas. Muchos pitaban la decisión, otros aplaudían. Lo cierto es que cada tarde las presidencias parecen tener un criterio dispar, menos parejo aún que la corrida de ayer de Garcigrande después del baile de corrales.
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