Hacía veinte años que no se suspendía un festejo en la Feria del Toro
Los operarios trabajan para acondicionar el ruedo - Efe
Andrés Amorós
A las siete en punto de la tarde, después de un aplazamiento de media hora, se suspendió definitivamente la segunda corrida de toros de San Fermín, en la que Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan del Álamo iban a lidiar ayer toros de Cebada Gago. (Es algo que muy rara vez ha sucedido, en San Fermín: en 1999, se aplazó una novillada). Llovió toda la tarde. A la hora del comienzo, seguía cayendo agua y el ruedo estaba en malas condiciones. A las seis y media de la tarde, decidieron los protagonistas aplazar el comienzo media hora, por si escampaba. Mientras tanto, las Peñas coreaban consignas, hacían la ola y cantaban el «¡Riau, riau!» La lluvia arreció.
Aunque lo lamentemos, fue la decisión más lógica, dadas las circunstancias: se añadía un nuevo factor de riesgo, para todos los toreros, de oro y de plata. Además, la brillantez artística del festejo quedaba muy comprometida. Comentó Manuel Escribano: «Los tres queríamos torear pero el público viene a vernos al cien por cien, dando el espectáculo que Pamplona merece». Coincidió Rubén Pinar: «Aquí se viene a triunfar, no a matar la corrida, sin más». No se han podido lidiar los astifinos toros de Cebada Gago; estos tres matadores no torearán ya, en esta Feria; han perdido la recaudación del festejo los ancianos de la Casa de la Misericordia… La sensatez se ha impuesto. Lo ha resumido José María Marco, de la Junta Administrativa: «Las ganas de todos eran máximas pero la previsión, clarísima. Al mal tiempo, buena cara».
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