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miércoles, 20 de noviembre de 2019

El Museo del Prado insiste en que Goya era antitaurino, ¿qué hay de cierto?

La pinacoteca, que acoge una exposición sobre el genial pintor aragonés, sostiene que la serie Tauromaquia “se hace eco del debate sobre la legitimidad de la tauromaquia”

El Museo del Prado insiste en que Goya era antitaurino, ¿qué hay de cierto?

Juan Cristóbal García
El Museo del Prado acoge a partir de este miércoles, 20 de noviembre, la exposición Goya. Dibujos.

 "Solo la voluntad me sobra”, que estará abierta al público hasta el próximo 16 de febrero. En esta gran muestra se reúnen por primera vez más de 300 dibujos de Francisco de Goya, del Museo del Prado y otras colecciones en el que se hace un recorrido cronológico por la obra del genial pintor de Fuendetodos. Como no podía ser de otra manera, los toros tienen un apartado en la exposición a través de la serie Tauromaquia, aunque llama la atención la versión oficial del Museo del Prado, que a través de su análisis sitúa a Goya como crítico con las corridas de toros. “Se manifiesta como el ilustrado que era, contra la violencia de los hombres que contrasta con la fuerza y la nobleza de los animales”, afirmó Manuela Mena, comisaria de la exposición, durante la presentación de la muestra. “Las composiciones se sitúan en el ámbito crítico y dramático de los Desastres de la guerra, y el artista se hace eco en ellas del debate sobre la legitimidad de la tauromaquia que existía en la sociedad ilustrada”, aseguran en el texto de la exposición, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Goya era antitaurino?
Manuela Mena, comisaria de la exposición: “En la serie Tauromaquia, Goya se manifiesta como el ilustrado que era, contra la violencia de los hombres que contrasta con la fuerza y la nobleza de los animales”
Esta hipótesis la defienden en los últimos años una corriente encabezada por José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo del Prado y comisario de la exposición junto a Manuela Mena. Matilla ya presentó esta versión en el año 2002 a través de la exposición Visión crítica de una fiesta y El libro de la Tauromaquia, en la que acompañaba la obra del pintor aragonés con textos antitaurinos de ilustrados como Jovellanos, Vargas Ponce y Ceán Bermúdez, con los que Goya tuvo relación, en una clara intención de reforzar su postura, que ha sostenido en varios artículos durante estos años.

La Reina Letizia, junto a José Manuel Matilla y Manuela Mena en la inauguración de la exposición este marte
 
¿En qué se basa esta hipótesis? Matilla basa su argumento sobre tres pilares: la violencia de las escenas representadas en comparación con la belleza que representaban las pinturas taurinas anteriores; la etapa vital y artística de Goya, más maduro y que en ese tiempo se encontraba pintando los Caprichos enfáticos, con un fuerte carácter de crítica social; y su relación con ilustrados que rechazaban los toros. “La crítica romántica presenta a un Goya taurino, que incluso de joven llegó a torear, pero estas estampas son una enorme crítica de la tauromaquia, sobre todo por la enorme violencia para los toreros y caballos. La serie termina con la muerte de Pepe-Hillo en la plaza de Madrid, el torero más famoso, que provocó la prohibición de las corridas. Para Goya, no son acciones heroicas, sino el miedo y el terror, la muerte, la violencia y la irracionalidad, como aparece también en la serie de Los desastres de la guerra, con un mismo lenguaje formal y conceptual. Son atrevimientos y locuras, como titula varias estampas, las más bellas de la serie”, aseguraba Matilla con motivo de la presentación de la muestra en 2002. A esa exposición siguió otra, titulada Otras tauromaquias, con el mismo argumento en 2016 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en esta ocasión el académico Juan Bordes aseguraba: “No hay más que ver la belleza con la que dibuja al animal y el entorno oscuro que le rodea para entender cuál era su pensamiento”.
Javier Gallego: “La interpretación antitaurina que hoy se quiere hacer de Goya es una barbaridad. Goya fue un gran defensor de la tauromaquia"
El argumento de la violencia parece poco consistente a la vista de otros estudiosos de la obra de Goya. Javier Gallego y Sánchez-Rollón, comisario de la exposición La Tauromaquia, aseguraba con motivo de la presentación de la muestra en Talavera de la Reina: “La interpretación antitaurina que hoy se quiere hacer de Goya es una barbaridad. Goya fue un gran defensor de la tauromaquia. Aquella era una fiesta feroz donde moría la gente, los caballos... y el retratar esas imágenes no era una crítica. Él era un fotógrafo de la realidad y la reflejó tal y como era. Goya era íntimo de los grandes toreros de la época como Pedro Romero, Pepe-Hillo o Costillares”.
Arturo Ansón, catedrático del Instituto Goya de Zaragoza: "No es contradictorio que reproduzca las escenas del toreo con dramatismo evidente con la valoración del animal como tal, no es inocuo al sufrimiento del animal. Pero plantear que es una réplica antitaurina es un auténtico despropósito, es sacarlo de contexto"
Arturo Ansón Navarro, doctor en Historia del Arte, catedrático del Instituto Goya de Zaragoza hasta su jubilación en 2014 y profesor de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, sostenía en una entrevista realizada por Diario de Teruel en 2017: “En estos momentos se están diciendo muchas tonterías, Goya fue un gran aficionado a los toros, algunas de las imágenes que él reproduce en la tauromaquia son de corridas que el vio, como la inauguración de la plaza de toros de Zaragoza, en la que él estuvo presente en 1764. No es contradictorio que reproduzca las escenas del toreo con dramatismo evidente con la valoración del animal como tal, no es inocuo al sufrimiento del animal. Pero plantear que es una réplica antitaurina es un auténtico despropósito, es sacarlo de contexto y con una visión, digamos, muy actual”.

Ozvan Bottois, doctor en Historia del Arte (Université de Bourgogue) y miembro del CREC (Centre de Recherche sur l'Espagne Contemporaine) de l'Université Paris III Sorbonne Nouvelle, que ha estudiado el caso y ha publicado una interesante tesis al respecto, hace la siguiente reflexión: “La violencia de las imágenes contenidas en la Tauromaquia hace también más difícil la lectura de la serie. Resulta evidente que la representación del drama y de la violencia puede impactar al espectador de las láminas. Pero no podemos interponer nuestro juicio moral y atribuir un juicio a un artista porque su obra choque con nuestra sensibilidad. Es importante insistir en este contexto en un fenómeno bastante corriente: la frecuencia con la que se asocia la representación de la violencia con su condena. La brutalidad y la dureza en las imágenes de la Tauromaquia son indiscutibles. No obstante, como ya mencionó Martínez-Novillo, el deseo de realismo puede conducir al autor a la descripción sin concesión de lo que sucede en una plaza de toros. Aunque efectivamente el artista parece ensalzar algunas prácticas y criticar otras, resulta en todo caso peligroso atribuir una meta moral a una imagen cuando nada en ella indica una posición específica. Los títulos propuestos originalmente por Goya tampoco indican una posición clara, como lo demuestra la confrontación de los títulos escritos por Goya, los propuestos por Ceán y los finalmente publicados”.
Bottois: “Se hizo referencia en muchas ocasiones a sus recuerdos de la Guerra de la Independencia, considerando que la violencia inherente a la tauromaquia debió de disgustar al artista después de la experiencia de la guerra. Pero resulta difícil no pensar en los varios ejemplos de artistas o escritores que se han interesado por los toros después de acontecimientos trágicos sin perder su afición hacia la Fiesta"
En cuanto a la etapa en la que fueron pintados, ya en la vejez y coincidiendo con los Caprichos, J. Blas Benito, defensor del Goya antitaurino, señala en el “Prólogo. La Tauromaquia de Goya” que “cabría preguntarse cómo es posible que un individuo fuera capaz isocrónicamente del desdoblamiento de sensibilidad tan acusado que exige la actitud crítica hacia la aniquilación del ser humano, por una parte, y, por otra, la presentación distante del paradigma de la Fiesta”. En un juicio que pone a la misma altura la aniquilación del ser humano y la fiesta de los toros, que no es más que querer aplicar su propia moral a la intención de la obra de Goya. Matilla sitúa la Guerra de la Independencia como un punto de inflexión en la obra de Goya y que a partir de ahí cambió su perspectiva sobre los toros, a este respecto, Bottois advierte: “Se hizo referencia en muchas ocasiones a sus recuerdos de la Guerra de la Independencia, considerando que la violencia inherente a la tauromaquia debió de disgustar al artista después de la experiencia de la guerra. Pero resulta difícil no pensar en los varios ejemplos de artistas o escritores que se han interesado por los toros después de acontecimientos trágicos sin perder su afición hacia la fiesta, como demuestran los casos de Hemingway o de Picasso”.
Por último, los que sitúan a Goya contrario a los toros, también aducen su cercanía con ilustrados antitaurinos como Jovellanos o Ceán -que intervino en la redacción de los títulos de la serie Tauromaquia-, que repudiaban abiertamente la Fiesta. A este respecto, es difícil demostrar que sus amistades antitaurinas pudieran influir en su visión de la los toros. Al menos no hay constancia más allá de las hipótesis defendidas por Matilla, Mena o Blas Benito. De los documentos que han llegado hasta ahora, la conclusión apunta hacia otro camino. “Goya dice que él ha toreado, en su tiempo, y que, con la espada en la mano, a nadie teme. Dentro de unos meses, va a cumplir ochenta años”, escribía Leandro Fernández de Moratín en una carta de 1827, por lo que parece que Goya mantuvo su afición a los toros hasta el final. Y en la correspondencia entre Goya y su amigo Martín Zapater y su cuñado Francisco Bayeu hablan de toros como aficionados.


Si buscamos referencias de la época, debemos consultar Diario de Madrid, donde se anunciaba la colección de Tauromaquia y lo hacía con el siguiente texto: “Colección de estampas inventadas y grabadas al agua fuerte por Don Francisco Goya, pintor de cámara de S. M., en que se representan diversas suertes de toros, y lances ocurridos con motivo de estas funciones en nuestras plazas; dándose en la serie de las estampas una idea de los principios, progreso y estado actual de dichas fiestas en España, que sin explicación se manifiesta por la sola vista de ellas”. Ciertamente, tampoco se puede concluir que la intención sea contra los toros, más bien al contrario.
Las cartas de Goya que han llegado hasta nuestra época hablan de su afición a los toros y, según su amigo Leandro Fernández de Moratín, el propio pintor reconocía que en su juventud había toreado
Tal vez la conclusión más ponderada la emite Bottois: “La posición que parece adoptar Goya frente a los toros en su serie cuadra con la de un aficionado ilustrado, que ensalza las prácticas estéticas, las que responden a las reglas del toreo, y que critica la violencia bárbara que puede derivar de la fiesta. Del mismo modo, cabría pensar según esta hipótesis, que, a través de la Tauromaquia, Goya ensalza el camino de la libertad popular pero que advierte de los peligros de la violencia incontrolada que conduce a la deshumanización, como hacía paralelamente con los grabados de los Desastres de la guerra.

LO QUE DICEN LOS TEXTOS

Entonces, ¿cuál fue la relación entre Goya y los toros? Si bien es cierto que han llegado pocos testimonios al respecto del propio pintor, lo poco que ha sobrevivido refuerza la afición del pintor de Fuendetodos a los toros. Autores como Valentín Carderera, coetáneo de Goya y su primer biógrafo, o José de Somoza, destacan la vinculación con el mundo de los toros y su faceta como torero.

Probó como novillero e incluso según algunos estudiosos de su obra, pudo llegó a pintar en alguna de sus obras como torero, como en La novillada, en el que según la Fundación Goya: “El de la derecha, vestido de rojo, podría ser un autorretrato de Goya lidiando con el animal, pero no es una teoría comúnmente aceptada, pues algunos autores sostienen que Goya no se habría retratado como un majo de la calle, cuando sí lo hizo como servidor de la corte cinco años más tarde en las obras La predicación de San Bernardino de Siena y el Conde de Floridablanca, si bien su gran afición a la fiesta taurina pudo llevarle a retratarse como torero”.

La novillada, cuadro de Francisco de Goya realizado en 1780.
Goya compartió la afición con su amigo Martín Zapater y su cuñado Francisco Bayeu. Él era más de Pepe-Hillo y Pedro Romero, su cuñado era seguidor de Costillares
Y acudía con asiduidad a los toros. “Goya se transformaba los días de toros, con su gran sombrero, su chupa y capa terciada, y, con su espada debajo del brazo... entablaba relaciones con los toreros de más nombradía, injeríase, identificábase con aquellas interioridades que más perfectamente revelan el carácter de sus héroes”, escribió Valentín Carderera. Y aseguran que recibía con orgullo el brindis de toreros de la época como Pedro Romero -que fue retratado por Goya- o Pepe-Hillo -con cuya muerte concluye la serie Tauromaquia-. De su presencia en los festejos queda constancia en una carta que Goya escribió a su amigo Martín Zapater en 1794: “Yo estoy lo mismo, en cuanto a mi salud, unos ratos rabiando con un humor que yo mismo no me puedo aguantar, otros mas templado como este que he tomado la pluma para escrivirte, y ya me canso, solo te digo que el lunes si Dios quiere hire a ber los toros, y quisiera que me acompañaras, para el otro lunes, aunque dijera bobada que te abia buelto loco” (sic).

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