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martes, 21 de enero de 2020

Una noticia buena y otra… mejor

La vuelta de Talavante se retrasaba en exceso, qué hace un torero como ese en el rincón de pensar, te preguntabas, pues ya está aquí, un alivio y un alegría grande

Una noticia buena y otra… mejor
(Foto: Arjona)

José Luis Benlloch
La semana se remató con dos noticias, una buena y otra… otra tan buena o mejor: una, la vuelta de Talavante que se retrasaba en exceso, qué hace un torero como ese en el rincón de pensar, te preguntabas, pues ya está aquí, una alegría grande; y la otra good news fue la permanencia de los toros en el Ministerio de Cultura al margen de las fauces de la amenazante Dirección General de Bienestar Animal -lo regular, en realidad fatal, que suena eso de la Dirección General y no digamos ya el eufemismo del manoseado bienestar animal- todo ello encriptado bajo el paraguas de la vicepresidencia de Pablo Iglesias, que lo empeora todo. Por cierto, otra contradicción del momento, un Pablo Iglesias desnaturalizando la doctrina del genuino Pablo Iglesias es una afrenta a la historia y al partido de éste que contó con tantos y tan relevantes aficionados entre sus militantes. ¡Hay que jo…, joribiarse! pero quedémonos con el alivio de haber evitado la influencia directa de este Iglesias aunque nunca estaremos del todo a salvo si tomamos en consideración las bresquillas –en el argot periodístico, mentiras- del señor presidente, que un día toca jotas y otro peteneras según quién llega y vota. Ya lo escribió el poeta:

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;por una Moncloa… ¡Yo no séqué te diera por una Moncloa!

Un Talavante más un Joselito es como sumar misterio con más misterio, un torero sobre otro torero y con esos elementos, aunque el toreo no es ciencia exacta, ya se puede esperar lo mejor
Pues esperemos que lo próximo que dé no sea el futuro de la tauromaquia que, respiremos, por ahora sigue dependiendo del Ministerio de Cultura y Deporte según informó el periódico Público citando fuentes de la vicepresidencia segunda del Gobierno, es decir de Pablo Iglesias, quien ahora, suponemos, aparcará su ilusión de seguir la ruta del populismo, Ecuador es el antecedente inmediato, de someter los toros a consulta. Allí ni fue justa ni clara ni tuvo participación suficiente como para ser tenida en cuenta, ni resolvió nada, más bien al contrario, lo enmarañó todo, pero la aplicaron. Ahora ha trascendido un movimiento larvado los últimos años para que la gran Iñaquito vuelva a celebrar toros al estilo tradicional. Solo el intento es un alegrón y aún lo sería más que lo lograsen. La demostración del arraigo de la corrida en la capital ecuatoriana es que prácticamente una década después todavía se sigue debatiendo la cacicada y echando de menos aquella feria que, llegado diciembre, todos los mediodías durante una semana se olvidaba de la tradición lorquiana de las cinco en punto de la tarde y le daba un quiebro milimétrico a la climatología para vivir apasionadamente la corrida. Sonaba el himno, mejor los himnos, te destocabas del obligado sobrero de jipijapa como muestra de respeto… el estruendo de los aviones que pasaban rozando las localidades altas rompía la melodía y generaban la inevitable foto de cada día que ilustraba todas sus ferias; los toros de Huagrahuasi y los de Triana, que eran del mismo amo, José Luis Cobo, embestían; el recuerdo de Luis Miguel y naturalmente el del gran Domingo lo llenaban todo; había llenos diarios en la plaza y en el hotel Quito; había toreo de nivel, había españolidad… Así fue hasta que un referéndum tan innecesario como capcioso lo echó todo por la borda para nada, si acaso para menguar la vida económica y social de la capital y para encabronar a sus gentes con una apuesta por la hipocresía que sí permitía que los toros fuesen apuntillados en los chiqueros en nombre de una intencionada y equivocada modernidad. Se le echa de menos, ya digo. Todo ello debería tomarse como antídoto contra las tentaciones animalistas y aviso a los navegantes. Aquí, de momento, los toros quedan al margen de las fauces más populistas. De momento.
La otra buena noticia es la permanencia de los toros en el ministerio de Cultura al margen, de momento, de las fauces de la amenazante Dirección General de Bienestar Animal. Hay que ver lo regular, en realidad fatal, que suena eso de la Dirección General y no digamos ya el eufemismo del manoseado bienestar animal
La otra buena noticia ha sido Talavante. Habló, al fin habló. En realidad emitió un escuetísimo comunicado. Me vale. La cuestión es que vuelve. Prolongar su absentismo artístico era un lujo que no se podía permitir el toreo ni creo que conviniese a su trayectoria profesional. Tanto talento sometido a la clandestinidad no podía ser bueno para nadie. Alejandro lo tiene todo o si lo prefieren quédense con un prudente casi todo: personalidad, divino tesoro; algunos dirán que es un tipo raro, pues también me vale, es un tipo raro, detalle que le confiere el imprescindible misterio frente a la aburrida uniformidad que nos invade, en ese sentido su postura en la vida y en la plaza es como gritar un ¡abajo lo corriente!; tiene una facilidad impensable ante el toro, seguramente fruto de sumar técnica y valor; en realidad tiene todo, a tomar viento las prudencias, tiene todo para ser un torero de los que marcan su tiempo incluso más allá y para eso no sé si esos paréntesis tan extraños le ayudan a consolidarse, a mí cuanto menos me impacientan mucho… De momento lo importante es que vuelve y lo hace acompañado de otro personaje de los que sumaron personalidad, carácter, valor, técnica y un concepto muy académico del toreo que le valió alta jerarquía. Bien sabido es que el toreo no es matemáticas, pero un Talavante más un Joselito es como sumar misterio con más misterio, un torero sobre otro torero y con esos elementos ya se puede esperar lo mejor. Falta hace. A mí, como a Paco Mora, otro personaje con personalidad y carácter, me ilusiona mucho.

POSDATA.- Llega un torero puntero, en este caso Castella, anuncia que va a matar varias corridas como único espada, que incluso se anunciará con la de Miura, y en lugar de levantarse un clamor de reconocimiento se arma un pollo de discrepancias en las redes. Se anuncian las figuras cuatro tardes en Sevilla, plaza que históricamente ha anunciado a los primeros espadas repetidamente, ese ha sido su ADN en todas las épocas al punto que cuando no ha sido así el público ha hecho huelga de asientos vacíos, y se arma otro pollo en las mismas redes. ¿Qué pasa?... ¿Cuál es el juego de la exigencia en el toreo?... Es como si los aficionados al fútbol se quejasen de que alineasen todos los domingos a Messi o a Benzema… ¿Cómo explicamos el fenómeno?...

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