Y esos provocadores, emocionalmente 
atormentados y lacerantes de victimismo, que albergan un profundo rencor
 y un odio irracional hacia el toreo. Esos falsos demócratas, de penosa 
libertad, han obligado al director del colegio El Faro de Algeciras a 
eliminar de la página de Facebook unas fotografías correspondientes a 
tareas informativas, con tinte taurino, organizadas con el 
consentimiento de un centenar de padres. Y lo han conseguido ante la 
blandura de unos docentes que accedieron a quitarlas para así evitar 
males mayores ante la campaña de acoso que estaban sufriendo.
No hay derecho que, en esta época de 
arremetidas al toreo, estemos sometidos a la ley de deseo y al populismo
 que lo amordaza, Que se activen los vetos con métodos que inciden en 
los modos de ataques a la libertad. Y lo hacen minorías con absoluta 
entrega a la locura de impedir. No hay derecho que, a un padre, José 
María Soler, que participó en las habituales actividades que fomenta la 
escuela explicando su profesión a los compañeros de clase de su hijo, 
expresándoles los valores que atesora su oficio, igual que lo pueden 
hacer una madre médica o un padre carpintero, arremetan contra él y 
amedranten al centro en cuestión por el sólo hecho de ser un torero que 
ejerce de banderillero en la cuadrilla de El Juli.
Penoso proceder del radicalismo animalista
 que, sabedor de la etapa decisiva de una posible afición está en la 
temprana edad de la juventud, veta la libertar de saber y conocer. No, 
no es una simple coacción a un colegio. Es otra vil manera de prohibir.
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