La preocupación en los centros hospitalarios de las provincias contrasta con el relativo orden que por ahora se vive en la capital
México
El País
Los 26 contagios y la muerte de un doctor esta semana en un hospital de Monclova,
una pequeña ciudad (230.000 habitantes) clavada en el desierto del
norteño Estado de Coahuila, ejemplifican los temores y las demandas de
los profesionales sanitarios del país. Hay una investigación abierta
sobre la fuente del brote masivo en el hospital, pero todo apunta a que
fue un paciente con síntomas que ingresó el 15 de marzo y tardó al menos
una semana en ser diagnosticado con Covid-19. Durante días sin ser
aislado, estuvo en contacto con distinto personal médico del centro. El
episodio ha provocado incluso una disculpa pública por parte del
portavoz del Gobierno durante la crisis y subsecretario de Salud, Hugo
López Gatell, que en un principio afirmó que el brote nació de la
consulta privada de uno de los doctores. Los trabajadores habían
protestado incluso cinco días antes del primer fallecimiento por la
falta de materiales, equipo y protección básica para afrontar la
epidemia, repitiendo las protestas en las puertas del hospital durante
esta semana.
También en Coahuila, en Torreón, la falta de material de
protección llevó al personal médico a protestar la semana pasada en las
calles de la ciudad. “Estamos en una situación vulnerable”, dice por
teléfono un enfermero que prefiere guardar el anonimato. Trabaja en la
Clínica Número 16 de la Seguridad Social, localizada en el Bulevar
Revolución de esa ciudad cruzada por autopistas y más parecida a una
localidad del sur de Estados Unidos. “La clínica no nos abastece de
insumos. Por nuestros propios medios compramos cubrebocas, es la única
arma que tenemos. No hay batas, no hay guantes, los pocos son para casos
de emergencias”.
Cada día, afirma, son más los casos de
gente que llega con síntomas respiratorios y teme que se le esté
ocultado al personal médico la realidad sobre los sospechosos de estar
contagiados de Covid-19.
“Pensamos que están disfrazando los
diagnósticos porque no quieren alarmar a la gente, pero la gente debe
tener conciencia y quedarse en su casa para evitar contagios. Aquí
llegan personas con compromiso respiratorio y [las autoridades del
hospital] dicen que es influenza o una neumonía, pero ha habido
neumonías atípicas en el hospital y no lo dicen. Todo lo manejan como
casos sospechosos”.
Lo que más le preocupa, advierte, es que sus familias se
puedan contagiar cuando el personal médico regrese a casa después de
cada guardia. Algunos se quitan la ropa fuera de la casa e intentan
ducharse también afuera, pero no todos pueden hacerlo. “Este tema nos
tiene alarmados. El Instituto [de la seguridad social] es muy noble,
pero hay mucha corrupción y en lugar de comprarnos material, el dinero
se lo echan al bolsillo”. El enfermero asegura que este centro
hospitalario no tiene las condiciones para hacer frente a una posible
emergencia por Covid-19. Dice que el personal de enfermería suma un poco
más de 1.000 personas, pero hacen falta médicos, especialistas, etc.
Las
protestas se han repetido durante la semana por distintos puntos del
país. En Culiacán, capital de Sinaloa, personal del Hospital Regional de
Salud Número 1, denunció la falta de mascarillas y protocolos de
actuación para atender a los pacientes de coronavirus. Este jueves, en
una pancarta se leía: “No queremos ser otro caso Monclova”. Parecidas
demandas protagonizó el personal de los hospitales del Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS) de León e Irapuato, en el estado de
Guanajuato. Mientras que en Guerrero, uno de los estados más pobres y
olvidados del país, el personal de enfermería también salió a la calle
para exigir los insumos necesarios. En Acapulco, también en Guerrero, se
manifestaron incluso los trabajadores del Servicio Médico Forense para
exigir materiales adecuados a su trabajo.
“El personal que está al frente de la atención tiene un
mayor riesgo de que se vayan a infectar y se cree un contagio masivo.
Los responsables no previeron los recursos suficientes para hacer las
compras de lo que se necesitaba en el hospital”, afirma por teléfono
Armando Rosales, neurocirujano del Hospital General de Zona Número Uno
(una entidad afiliada a la seguridad social mexicana), en Zacatecas, en
el centro de México.
Rosales afirma que las autoridades
entregaron a sus colegas lo que considera suministros inútiles frente al
virus: batas desechables, gorros “que no sirven para nada” y cubrebocas
que no evitan que se pasen las partículas del virus.
“La
pandemia se va a extender y aunque digan que la mortalidad es muy baja,
no tenemos por qué perder la vida de un médico, una enfermera,
camilleros, derechohabientes. El hospital no tiene un protocolo para
atender a un paciente sospechoso del Covid-19. Todos entran por la misma
puerta y salen por la mis puerta. Los reciben los médicos sin
protección. Ellos [las autoridades hospitalarias] fomentan que nos
contagiemos”.
Rosales asegura que el hospital no tiene ni los recursos, ni
el equipamiento ni la infraestructura ni el personal para hacer frente a
la emergencia. “Hay dos neumólogos, un infectólogo, no hay virólogo y
el personal de urgencias ha tenido una capacitación raquítica. Les dicen
qué hay que hacer, pero que lo hagan como puedan”.
La
preocupación en los centros hospitalarios de las provincias contrasta
con el relativo orden que por ahora se viven en la capital. El Instituto
Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán,
especializado en enfermedades graves como el cáncer, es uno de los siete
centros designados por el Gobierno para atender específicamente a los
pacientes de la pandemia. “A todos los pacientes que no son graves, se
les ha derivado a otros centros para centrarnos en los afectados con el
Covid-19 y evitar contagios. Tenemos protocolos y material suficiente
por el momento. Pero si crece como en otros países, colapsaremos”,
apunta un doctor del centro que prefiere guardar el anonimato.
La diferencia entre centro y periferia también la subraya
Rafael Pérez Huacuja, un médico gastroenterólogo con 20 años de
experiencia trabajando en hospitales públicos de México. Además de los
recortes al sistema sanitario tanto del Gobierno de López Obrador,
como del Peña Nieto, asegura que otro de los problemas es que el
personal médico está mal distribuido. “Hay más médicos y especialistas
en las áreas urbanas, en hospitales de referencia o privados, que en las
zonas rurales, abandonadas por las autoridades”.
Sin
salirse demasiado del radio cercano a la capital, en Metepec, un centro
urbano del Estado de México a apenas una hora y media en coche, una
enfermera del Hospital General número 251, cuenta que tampoco tienen
materiales adecuados ni protocolos de actuación para atender la crisis.
“Este hospital desde siempre se satura y no hay camas, camillas, a los
pacientes los tenemos sentados en banquetas, amontonados. Ahora se
intentó habilitar el tercer piso para la emergencia, pero solo se ha
acondicionado, entre comillas, un cubículo con siete camas. Y en Terapia
Intensiva hay 10 camas nada más. Estamos muy lejos de poder otorgar una
atención adecuada a los pacientes que lleguen con Covid-19: falta mucho
insumo, personal, solo el 50% de ventiladores es útil”.
A esta enfermera también le preocupa el estado de salud del personal
médico. “Hay médicos con diabetes, hipertensos, embarazadas. Siempre ha
habido falta de personal y con esto va a faltar muchísimo. Buscan
voluntarios, pero no creo que mucha gente quiera ser voluntaria en un
hospital si saben que no tienen cómo defenderse”.
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