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miércoles, 1 de abril de 2020

La premonición del Guerra en el centenario Joselito: «¡Se acabaron los toros!»



La conmemoración del año Gallito tendrá que esperar por el coronavirus, con muchas ferias ya canceladas y la temporada 2020 en el aire 

Joselito
Joselito - ABC

Rosario Pérez 

 «¡Se acabaron los toros!». Aquella premonición de Rafael El Guerra hace un siglo al enterarse de la muerte de Joselito se extiende ahora en su centenario. Como si el año 20 estuviese gafado. Como si la leyenda de Gallito tuvieseque cabalgar entre las sombras.

La de «Bailaor» se asoma a la Historia del Toreo como el toro que mató al Rey de los toreros. Ocurrió el 16 de mayo de 1920, en Talavera de la Reina. Aquel matador que parecía invencible sufrió una cornada mortal por aquel astado de la Viuda de Ortega.

«Un lienzo vuelto, una última voz –toro-,
un gesto esquivo, un golpe seco, un grito,
y un arroyo de sangre –arenas de oro-
que se lleva –ay, espuma- a Joselito.
José, José, ¿por qué te abandonaste
roto, vencido, en medio a tu victoria?
¿Por qué en mármol aún tibio modelaste
tu muerte azul ceñida de tu gloria?»
(Gerardo Diego)

Frente a todo pronóstico, Juan Belmonte sobrevivió a Joselito, dos figuras que no se entienden la una sin la otra. La primera vez que Guerrita vio a Belmonte espetó: «Darse prisa en ir a verlo». El destino quiso que fuera Joselito el que muriese de una cornada. Ante esta fatal noticia, exclamó: «¡Joselito ha muerto! ¡Se acabaron los toros!» Pero la Tauromaquia siguió.

Como los dioses

Aquella frase se alarga ahora como la sombra del ciprés de Delibes: «¡Se acabaron los toros!», se oye tras las medidas para combatir este coranavirus de pedernal en su ceniza conmemoración. Solo 25 años tenía José Gómez Ortega cuando perdió la vida en Talavera. Dicen que murió como los dioses, en plena juventud, con todo demostrado desde que se vistió de luces por primera vez en Jerez con solo doce años.

Cuenta Néstor Luján en su «Historia del toreo»: «Todo lo supo hacer sin aprenderlo de nadie, por don gratuito, y su éxito intuitivo demuestra hasta qué punto residen en el hombre revelaciones innatas del espacio y el tiempo. Para luchar contra este torero, que fue invulnerable, se necesitaba un torero como Juan Belmonte. Un torero que fuese un hombre en carne viva y que llevase a los toros la emoción. El toro y el torero eran ya un conjunto plástico y no un juego, una fiesta, un movimiento limpio de correr al toro. Las intenciones eran distintas. Entraban otros matices y la Fiesta se acababa. Joselito representaba toda la tradición ante Belmonte, que era un genial innovador».

Hijo de Fernando Gómez El Gallo se quedó huérfano de padre con apenas dos primaveras y con seis vio torear a su hermano Rafael en Cádiz. Ya ahí brotó su afición. Un fenómeno precoz que daba sus primeras lecciones en la Alameda de Hércules y que con ocho años se llevó una voltereta en un tentadero. Con solo una década en lo alto pisó el territorio Miura, a la vez que el de Pablo Romero. Llegarían luego sus andanza en Portugal, la cuadrilla de los niños sevillanos...

¡Qué Gallito!

Su debut en Madrid fue el 13 de junio de 1912. El propio Joselito pidió que se cambiara el encierro previsto del duque de Tovar por una corrida de Olea. Escribió Don Pío: «Ha resucitado Lagartijo». Y Don Modesto: «¡Este, este! Yo no soy sospechoso. ¡Señores, qué Gallito! Yo creo que su hermano no torea, no mata en general. Pues bien, yo juro aquí que creo que nos hallamos en presencia de un fenómeno torero. ¡Palabra, palabra!» Vinieron tardes para el recuerdo en Sevilla y Madrid, donde se atrevió a matar un miura en la suerte de recibir. O los siete toros de Joselito en julio del 14: «José, vas a torear después de cenar?», se preguntó uno de los espectadores que abarrotaban la plaza, según se recoge en la crónica de Corrochano en ABC. «Murieron los siete toros en siete cuartos de hora», se lee al final.

Había tomado la alternativa el 28 de septiembre de manos de Rafael el Gallo, con toros de Moreno Santamaría, y la confirmó el 1 de octubre en una corrida de ocho toros de Veragua. En el cartel: Rafael, José, Vicente Pastor y Manuel Martín Vázquez. «Ciervo» era el bautismo del toro de Joselito.

«Joselito, a pesar de su juventud, había llegado a matador de toros en plena sazón -se lee en «El Cossío»-. Poseía plenamente el conjunto de condiciones que podían darle autoridad de tal. Su intuición torera, base de su personalidad, tenía perfecta madurez de antes. Sus facultades físicas no habían de lleagr a más. Su entusiasmo y afición no conocieron variaciones desde los once años hasta su muerte».

Y su muerte llegó en el quinto mes -«que por mayo fue, por mayo...»-, justo hace un siglo. Todo estaba preparado para el año Joselito. Pero su gran conmemoración tendrá que esperar. La pandemia del Covid-19 ha arrebatado la temporada 20, el año 20 de Joselito. Cien años ya. La Fiesta seguirá: la Tauromaquia no se ha acabado.

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